CAPÍTULO SESENTA Y CUATROResulta que Aiden no era el único que se las daba de espía y seguía a Emily en cada paso que daba.Al parecer todos los Preston tenían la mala manía con descubrir los secretos de otros.Por eso Marie Cox esa tarde también decidió seguir a su hijo mayor, ya que el muy ingrato y desconsiderado no le contestaba ninguna llamada mandándola a buzón de voz ni tampoco la visitaba en la mansión, sin embargo, ella nunca esperó encontrarse con lo que sus oídos escucharon aquella tarde.Abrió la mandíbula que prácticamente le llegó al suelo. Su mirada se congeló en la nada y su cuerpo se colocó rígido. Resulta que no era su nuera el problema, sino su propio hijo el que no podía concebir.Ante esa verdad un entumecimiento frio y paralizante sintió en cada una de sus extremidades. Estaba anclada al suelo sin poder moverse, tratando de entender el porqué.—Mamá…—trató de conciliar Aiden, pero Marie salió de aquel trance tan rápido como escuchó la voz afligida de su hijo, qu
CAPÍTULO SESENTA Y CINCOAiden a regañadientes aceptó hacerse el tratamiento, por lo que su rutina comenzó con una dieta mediterránea que contenía frutas, verduras, legumbres, frutos secos y pescados ricos en omega 3. Tomaba suplementos alimenticios de vitamina E, zinc y selenio e iba dos veces a Karate.También evitó todo tipo de alcohol y la ropa ajustada, ya que el doctor le explicó que era importante no elevar la temperatura testicular, para que así la formación de sus espermatozoides fuera en óptimas condiciones.Por otro lado, Emily comenzó con las inyecciones y medicamentos de estimulación ovárica. Asistió a la clínica de fertilidad tres veces en la semana para control y así comprobar el crecimiento folicular, a través de ecografía transvaginal y exámenes de sangre.Ella intentaba de seguir su rutina normal, sin pensar en el tratamiento, por lo que se enfocó en trabajar y potenciar su empresa, pero ese día recibió una llamada de Leah, avisándole del último paso que debía realiz
CAPÍTULO SESENTA Y SEIS—¿Y cómo va todo? —cuestionó Adele, mientras sostenía un batido de fresas en sus manos.Em le dio un sorbo a su batido de chocolate empapándose la lengua de su dulzor. Ambas caminaban por el centro comercial que estaba atestado de gente. Diciembre por fin había llegado, por lo que la esperada navidad estaba a la vuelta de la esquina.—Bien… supongo.—¡Oh no! —exclamó la alemana—. ¿Aún no se arreglan las cosas?Emily se encogió de hombros y torció los labios. El vaso de plástico lo apretó entre sus dedos. —No quiero hablar de Aiden —sentenció Emily tratando de evadir el tema que la angustiaba—. Mejor cuéntame que es eso de que comenzaste a salir con el Señor Cameron. El otro día fue a mi oficina y lo vi muy contento. Por primera vez no me coqueteó.Adele puso los ojos en blanco.—Y además me preguntó por ti —añadió Em dándole una sonrisa cómplice—. Quería conocer tus gustos. —Es un engreído de lo peor —comentó Adele fingiendo desinterés—. Y no estoy saliendo
CAPÍTULO SESENTA Y SIETEEmily alzó su rostro hacia su amiga con los ojos empapados de lágrimas. Adele la contemplaba de pie con los brazos cruzados y con una sonrisa en su rostro.—¿Esto es verdad? —preguntó Emily no creyendo que por fin había sucedido—Supongo que si… —contestó Adele—. Después de todos, los cinco test no pueden mentir.—Necesito hablar con Leah —zanjó Emily y salió corriendo de la habitación por su bolso que había dejado en la sala de estar.En la mente de Emily los test no eran una prueba fehaciente. Ella necesitaba sacarse un examen de sangre para estar segura, necesitaba una ecografía y escuchar los latidos de su corazón de su bebé, mientras no tuviera eso, no quería crearse una falsa ilusión.Cuando saco el teléfono las manos le temblaron, que Adele, quien la había seguido, le quitó el aparato.—Lo que necesita es contárselo al malhumorado de tu marido… quizás ahora todo se solucione.Emily dio saltitos de alegría y abrazó a su amiga con fuerza. La felicidad se
CAPÍTULO SESENTA Y OCHOEmily se dio una ducha rápida. Luego se esparció crema de jazmín y se puso una lencería sexy, junto a un sencillo vestido de tirantes de color rojo corto que se pegaban a sus curvas. Los tacones de pulsera de color nude y un blazer blanco.—¡Wow! —exclamó Adele sosteniendo los hombros de Em y ambas mirándose al espejo—. Si te dice que no, yo me ofrezco como voluntaria.Emily soltó una risa divertida.—No sé qué haría sin ti, Ad.Adele le guiñó un ojo y ambas salieron del departamento. Se montaron en el Lamborghini por la ciudad que estaba iluminada con adornos navideños. Em pasó a dejar a Adele a su casa.—Éxito con el “Grinch” de la navidad —deseó Adele burlona y dándole un beso en la mejilla a Em.—Solo esta estresado —lo excusó Em con una sonrisa de labios cerrados.—Si, claro.Adele negó con la cabeza poniendo los ojos en blanco y cerró la puerta dejando el pequeño regalo sobre el asiento del copiloto. Emily suspiró con fuerza y le dio marcha a su vehículo
CAPÍTULO SESENTA Y NUEVE—Embarazada —repitió Aiden sin poder entenderlo.La borrachera se le espantó tanto, que ahora quedó aturdido por la incertidumbre. Aiden sostuvo de la muñeca a Emily y la levantó del escritorio. Sus rostros estaban a menos de un centímetro de besarse. Ella la boca se le secó y él la miró con un brillo especial a los ojos oscuros buscando si había algo de broma en sus palabras.—¿Estás segura? —cuestionó aun con la duda en su garganta. —Bueno… —Emily dudó mordiéndose los labios y luego suspiró resignada—. Hoy me hice cinco test y salieron positivo. —Ella miró hacia atrás, hacia el reloj de pared que marcaban la una de la madrugada—. Y en unas horas tengo hora con el ginecólogo Thompson.Una lenta, pero perezosa sonrisa se extendió en los labios de Aiden, que, por un breve instante de felicidad, olvidó la rabia, olvidó su ego y olvidó todos los prejuicios.«¿Qué más da como su hijo fue concebido?» Pensó él «Ella está embarazada de mí y lo demás no importa»Aide
CAPÍTULO SETENTALa cena de navidad se realizó en uno de los hoteles más lujos de los Preston.El árbol gigante que estaba en el hall del hotel se iluminó con decena de colores y bolas de distintos tamaños que resaltaban en el verde de sus hojas de aquel pino que simulaba a uno real.Los niños cantaron villancicos navideños de alegría a su alrededor, que fue un espectáculo para emocionarse hasta la médula, que más de un huésped derramó una lagrimilla recordando a los que ya no estaban con nosotros.Muchas tragedias habían ocurrido en el mundo, por eso todos los presentes agradecían un año mas por estar vivos.Marie Cox, Adrián Preston y Alex Preston estaban a la espera del joven matrimonio, impacientes, porque llegaron con una hora de retraso a la cena planeada hace más de un mes.Emily entró al hotel junto a Aiden, con los dedos entrelazados el uno con el otro, muy acaramelados y con la felicidad explotándoles por los poros por aquella noticia que los tenían muy ilusionados hace días
CAPÍTULO SETENTA Y UNOEmily se desplomó en los brazos de Aiden quien la alcanzo a sostener, ante la atenta mirada de todos que veían el espectáculo con horror.Sus ojos verdes se ensancharon y no la pensó dos veces, en llevarla a la clínica de Sídney. Se montó en su bugatti negro y manejó a toda velocidad por las calles de la ciudad que estaban atestadas de vehículos, esquivando a los demás autos, tocando bocinas e incluso transgrediendo el límite de velocidad permitido y pasándose los semáforos rojos.El joven empresario, lo único que pensaba era en llegar a tiempo, para salvar a su esposa e hijo. Necesitaba con todas sus fuerzas que ellos estuvieran bien.Marie, Adrián y Alex venían en al auto de atrás, también con el corazón errático de duda e incertidumbre por el estado de Emily. —¡Ayuda! —gritó desesperado Aiden cuando entró al hospital con su esposa en los brazos cargándola al estilo princesa. Emily se había desmayado y no reaccionaba—. Por favor que alguien me ayude. ¡Necesi