Capítulo 2.

— ¡Lo prometiste! — grita ella con la carita roja por el enojo.

Se cruza de brazos y mira a otro lado. Se ve hermosa con ese vestidito azul. Sus rulitos se ven perfectos y brillantes. Sus piecitos colgaban del sofá y en cambio yo tenía que agacharme un poco para poder quedar a su altura.

— No pude venir amor, estaba ocupado. — y vaya que lo estaba.

En la manada las cosas ni mejoran, pero al menos tampoco empeoran. El cansancio aveces me puede más, pero eso jamás me ha puesto impedimento para venir a verla, solo que ayer, de verdad que estaba muy mal herido porque se me montaron tres encima a atacarme.

La gente allí sigue sin querer perdonarme pese a todo lo que he cambiado. He reconstruido todo y más, la manada se podría decir que está en su mejor apogeo, tal y como mis padres lo dejaron antes de morir. Pero, eso ha implicado de mi tiempo, y ahora por ello tengo a mi pequeña mate enojada por haber faltado a lo sagrado, que es venir y arroparla con el ojo de su padre encima. Anoche hubo una pequeña revuelta en las fronteras de Kyle y tuve que arreglarlo yo. No fue mi problema porque no era mi lugar, pero lo hice por ella. Intento alejar el peligro a toda costa. Por eso tampoco pude venir, estaba tardando en curarme y no podía dejar que me viera así. Se traumaría mi pequeña.

— Los monstruos pudieron comerme, pero tú no estabas ahí para alejarlos. — dice ahora con voz triste, sin mirarme aún.

— Ellos saben que no pueden tocar a mi princesa porque se las verán conmigo... Ándale muñequita, ya no estés enojada, me duele tenerte así. — chillo inconscientemente.

La gente piensa que es mentira que me duele que se enoje conmigo, pero es la realidad cuando eres un hombre lobo que depende emocionalmente de su mate.

— No, no llores. Ya no estoy enojada. — intenta calmarme con su vocecita tierna, que aún no puede pronunciar algunas palabras y se enreda. Aveces me es un poco complicado entenderla.

— ¿De verdad? — tomo sus manitos haciendo cara de perro. Sé que no es justo hacerme la víctima siendo que fui yo quien falló al no venir, pero todo sea porque estemos bien. Ella asiente y yo enseguida la estrujo entre mis brazos. — Gracias, princesa. Te amo. — me separo un poco y beso su frentecita.

— Yo, te amo. — repite y con eso sonrío.

Puede que no sepa lo que dice aún, pero con solo escucharlo ya siento que puedo morir en paz.

— Ya es hora de que duerma, te puedes largar. — y ese es mi amable futuro suegro.

— ¡Papi! — grita ella emocionada mirando a su padre quien suaviza su mirada ante ella.

— Ve a dormir, amor. — escucho el gruñido de Kyle y en mi interior sonrío. Como me encanta joderlo.

— ¡Vamos! — vuelve a gritar jalándome de la mano. Yo la cargo y comienzo a caminar escaleras arriba.

— Dejala ahí, yo la llevaré. — gruñe Kyle impidiéndome el paso.

— Pero papi... Él me acuesta siempre.

— Está bien amor, igual vendré mañana.

— ¿Lo prometes?

— Lo prometo. — digo y beso su cabecita para casi inmediatamente pasarla a los brazos de su padre. — Te amo. — susurro y me alejo enseguida, antes de que Kyle me grite por decirle así a su pequeña.

Cuando salgo de la mansión, me dirijo hacia la parte trasera y espero por lo menos una hora hasta que todas las luces están apagadas, intuyendo de que todo el mundo se ha dormido. Escalo un árbol que se encuentra cerca del balcón de la habitación de los señores Ivanov. Con sigilo, sigo hasta llegar al balcón de la habitación de los tres niños. Fuerzo un poco la puerta y finalmente entro al lugar.

Me acerco rápido a la camita de ella y me acuclillo a su lado. Muevo un poco su cabello para ver su rostro, pero enseguida abre los ojos. Sigue despierta.

— Sabía que vendrías. — susurra.

— Shh, papá no sabe que estoy aquí y así debe ser. — susurro de vuelta mientras con mi mano sobo su mejilla.

— Cárgame. — alza sus bracitos y yo gustoso la tomo y la arrecuesto en mi pecho. Ella enrolla sus piernitas en mi torso y se acomoda en mí.

Empiezo a moverme de un lado a otro de manera suave, arrullándola con paciencia y amor, justo como ella se lo merece. Con un brazo por debajo de sus piernas y la mano de mi otro brazo sobando su espaldita, me veo susurrando una nana para tranquilizarla.

— Como te amo, mi nenita hermosa. — beso su cabecita. Ya se ha dormido pero como detesto el tener que irme. — Cuento los años para poder llevarte conmigo y que tengamos a nuestra propia familia.

Mi mente me traiciona y vuelvo a tener el pensamiento de que algún día, yo tendré a nuestra hija justo así, mimándola hasta que se duerma. Ese pensamiento hace que menos quiera irme.

La alejo un poco de mi para ver su sereno rostro. Se ha quedado dormida en mi pecho, justo como la diosa lo demanda.

Me acerco nuevamente a su camita y allí la acomodo lo mejor posible. Le tapo con la manta hasta el cuello por si hay mosquitos o hace frío. Aún no es una loba al cien por ciento, por lo que es capaz de sentir la temperatura como un humano normal. Deposito un beso en su frente y allí me quedo unos minutos más, disfrutando de su aroma y de su presencia.

— Eres mía, solo mía. — susurro para volver a dejar otro beso y levantarme.

Me acerco a una silla que al parecer tiene la ropa que usaron hoy, la ropa sucia. Busco alguna prenda de ella y encuentro su camisa. La tomo y la guardo en mi bolsillo.

Camino rumbo al ventanal del balcón y me aseguro de que quede bien cerrado. Deberían condenar esto, en cualquier momento alguno de los niños podrían querer asomarse y quizá, caerse.

*— Pero que no lo hayan hecho, ha permitido que la viéramos un rato. — me recuerda mi bestia.

Cierto, está en lo cierto. Pero igual puedo colarme por otro balcón con tal de que este esté seguro.

Luego de haberme asegurado el perímetro bien, siento que me puedo ir un poco más tranquilo. Meto la mano al bolsillo de mi abrigo y tomo la camisita que tomé anteriormente. La acerco a mi nariz y olfateo llevándome con su aroma, la sensación de paz y tranquilidad.

*— Si huele así siendo una niña, no me imagino cuando sea grande. Su olor nos va a volver locos. — ronronea.

Sonrío bobamente ante lo que me dice. Ahorita su aroma tan infantil, tan solo logra tranquilizarme, pero cuando crezca, su aroma cambiará con ella, su esencia. Su olor cambiará dándole el toque sensual que atrae a todo lobo y eso, me matará lentamente.

*— Ya quiero que crezca para poder llevarla a nuestro hogar... — le respondo en un deje primitivo por solo imaginarla a ella gobernando conmigo.

*— No sé tú, pero yo ya estoy harto de dormir en una cama fría y vacía.

Yo también lo estoy, yo también.

◈ ━━━━━━━━ ● ━━━━━━━━ ◈

— ¡Espera, lobito! — grita y ríe mi pequeña intentando alcanzarme. Yo sigo corriendo despacio a la vez que estoy pendiente por si se cae. — ¡Te voy a alcanzar! — medio pronuncia.

— ¡Amor, ve más despacio! — grita su madre a lo lejos mientras vigila a los otros dos niños.

Estamos en un claro del bosque. Rose quiso sacar a pasear a los niños y yo me ofrecí a acompañarla con la intención de pasar tiempo con mi mate.

— ¡Es que ese lobo no quiere que lo toque! — le grita de vuelta y yo me detengo.

¿Que no quiero que me toque? Por mí que se la pase la vida entera haciéndolo, jamás me rehusaría.

Ella me alcanza por fin e intenta guindarse de mi cuello. Yo me siento y agacho mi cabeza un poco para que me pueda tocar. Lo siguiente que hace es dejarme un beso y es como si me hubiera dopado.

Se siente maravilloso, miles de corrientes recorren mi cuerpo haciendo que caiga totalmente acostado al suelo. Ella se agacha conmigo y se arrecuesta en mí. Justo ahora podría pasar lo que sea, que me sentiría igual de invencible. Me siento dueño del mundo entero y más allá.

— Oh, oh, — escucho la voz de su madre, pero yo sigo adormecido por la cercanía de Aurora. — Papá ha llegado por nosotros.

Eso sí me hace levantarme, con cuidado de no espantar a mi pequeña ni hacerla caer, puesto que estaba encima mío.

Al levantarme, en efecto veo la imponente postura de Kyle en su forma de lobo. Me paro erguido mostrando también mi aura de Alpha. Ni crea que va a lucirse, pues yo también puedo hacerlo. Se acerca a mí y sin quitarme la mirada de encima, empuja a la niña cerca de él. La guía hasta dónde está el resto, sube a los niños en su lomo y empieza a caminar con su luna, sin más.

— ¡Adiós, lobito! — grita mi pequeña al girarse para despedirse.

Yo, sin poder evitarlo, aullo al cielo lleno de felicidad.

Sé que he hecho cosas muy malas en toda mi triste existencia, pero cada vez que mi princesa hace este tipo de gestos, tan pendiente de mí, me hace sentir más que perdonado por la vida.

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