La forma en que me mira me pone inmediatamente nerviosa; pese a lo que acabo de revelar, no cambia la expresión de su rostro. Quiero apartar la vista, pero no puedo, me tiene sujeta por la barbilla, lo que me obliga a sostenerle la mirada mientras le desvelo el secreto terrible que me ha estado consumiendo desde que nos rescataron.Su falta de reacción me hace pensar que no comprende del todo lo que le estoy diciendo.—Lo maté,—repito, decidida a hacérselo comprender ya que me ha obligado a hablar del tema—. Maté a Majid a sangre fría. Cuando lo vi entrar en la habitación, supe que quería hacerlo y lo hice. Lo desarmé con un disparo y entonces le volví a disparar en el estómago y el pecho, asegurándome de no darle en el corazón para que viviera un par de minutos más. Podría haberlo matado de inmediato, pero no lo hice. —Aprieto los puños sobre el regazo, sintiendo el dolor de las uñas clavadas mientras confieso—: Lo dejé con vida porque quería mirarlo a la cara cuando se la quitase.S
Amy:Me dejo la camisa puesta y corro hacia la puerta para echar el cerrojo y tener intimidad. Cada paso me recuerda el calor palpitante que siento entre las piernas y el roce de los vaqueros contra mi clítoris sensible aumenta mi excitación. Al volver, Alexis está medio reclinado hacia adelante sobre la cama. Se ha desatado el pijama por la parte delantera y se acaricia la polla erecta. Un fuerte vendaje le cubre las costillas, pero no consigue menoscabar el poder salvaje de su cuerpo musculoso. Hasta herido se las maneja para dominar en la habitación, mantiene el atractivo magnético de siempre. —Buena chica —murmura. Me observa con una mirada de párpados gruesos— Ahora baila para mí, nena. Quiero que te quites los vaqueros lentamente, déjame ver ese culito sexi. Me muerdo el labio, el calor de su mirada me enciende aún más. —Vale —susurro y me pongo de espaldas, me inclino hacia delante y me bajo los pantalones despacio, con un movimiento balanceante de caderas mientras voy de
Alexis:Un chillido ahogado me despierta y me saca a la fuerza de un sueño tranquilo. Abro de golpe los ojos en un subidón de adrenalina y me incorporo para sentarme. El movimiento repentino hace que se resientan las costillas fracturadas. Con la escayola del brazo izquierdo golpeo el monitor cardíaco que está al lado de la cama y la punzada de dolor es tan intensa que la habitación da vueltas a mi alrededor en una espiral nauseabunda. Me late el pulso con fuerza y tardo un momento en comprender qué me ha despertado. Amy. Creo que tiene otra pesadilla. Relajo un poco el cuerpo, que se había puesto en tensión, preparado para el combate. No hay ningún peligro, nadie nos persigue. Estoy tumbado junto a ella en la lujosa cama del hospital, a salvo, con toda la seguridad que la mafya nos puede proporcionar en la clínica del San Pietro. El dolor en las costillas y el brazo ha mejorado y ahora lo tolero mejor. Me muevo con cuidado y coloco la mano derecha sobre su hombro para desperta
Alexis:La tomo del hombro con más fuerza para inclinarme y beso su boca cerrada. Tensa los labios un momento, resistiéndose, pero según le paso la mano por el cuello y le acaricio la nuca, suspira y los relaja, dejándome entrar. La explosión de calor en mi cuerpo es fuerte e inmediata. Su sabor hace que la polla se me ponga dura de manera incontrolable. —Eh… disculpe, señor Visconti… —Una voz de mujer acompañada de un golpe tímido en la puerta hace que me dé cuenta de que las enfermeras están realizando su ronda matutina. ¡Joder! Me entran ganas de no hacerles caso, pero presiento que volverán dentro de un rato, seguramente cuando se la esté metiendo a mi mujer hasta el fondo. De mala gana, la dejo, me giro sobre la espalda, conteniendo el aliento por el dolor, y veo cómo ella salta de la cama y se pone una bata a toda prisa. —¿Quieres que abra la puerta? —me pregunta, y yo asiento, resignado. Las enfermeras me tienen que cambiar los vendajes y asegurarse de que estoy lo sufi
Amy:Estupefacta, observo cómo la figura desnuda de Alexis entra en el baño. Sus heridas hacen que vaya más lento y sus movimientos son más rígidos que de costumbre, aunque aún hay cierta elegancia en su modo de andar. Incluso después de ese sufrimiento horrible, tiene el cuerpo musculoso, duro y atlético. La venda blanca alrededor de las costillas le realza la anchura de los hombros y la tonalidad bronceada de la piel. «No se ha opuesto a que me tome la píldora», pienso. Según voy asumiéndolo, noto que me ceden las piernas del alivio y la tensión producida por la adrenalina desaparece con un zumbido repentino. Estaba casi segura de que iba a negarse; su expresión al hablar era indescifrable, ininteligible… tenía una opacidad peligrosa. Me ha calado a pesar de mis excusas sobre mis estudios y sus heridas; sys ojos resplandecían con una fría luz verde que me contraía el estómago de miedo. Pero no me ha negado la píldora. Al contrario, me ha propuesto que pidiera un nuevo métod
Amy:Avergonzada, envuelvo su mano con mis dedos y le alejo la mano de la cara. —Estoy bien —consigo decir con una voz más o menos calmada—. Lo siento. No sé qué me ha pasado. Me observa, y veo una mezcla de rabia y frustración en su mirada. Nuestros dedos están entrelazados, como si fuera reacio a soltarme. —No estás bien, amore—dice con brusquedad—. Estás de todo menos bien. Tiene razón. No quiero reconocerlo, pero tiene razón. No estoy bien desde que se fue de la finca para capturar a los terroristas. Estoy hecha un lío desde su partida y parece que estoy aún peor ahora que ha vuelto. —Estoy perfectamente —digo, sin querer que piense que soy débil. Fue a él a quien torturaron y parece estar controlado, mientras yo me derrumbo sin ninguna razón. —¿Bien? —Alza las cejas—. En las últimas veinticuatro horas has tenido dos ataques de pánico y una pesadilla. No te encuentras bien. Trago saliva y bajo la mirada hacia mi regazo, donde nuestras manos están unidas con fuerza y po
Amy:Me sujeta por la cadera, retoma el ritmo y me folla con más fuerza y rapidez. Sus sacudidas reverberan dentro de mí, haciendo que mi cuerpo irradie ondas de placer. Sigo aferrándome a las sábanas con las manos. Cada vez chilló más alto mientras la tensión en mi interior se vuelve insoportable, intolerable… Y después me rompo en mil pedazos; mi cuerpo palpita sin cesar alrededor de su enorme erección. Gime y clava los dedos en mi piel mientras me agarra la cadera con más fuerza y siento que explota contra mi trasero con su polla sacudiéndose dentro de mí cuando encuentra su liberación. Cuando ha terminado, sale de mí y retrocede. Temblando por la intensidad del orgasmo me desmorono sobre el costado y giro la cabeza para mirarlo. Está de pie con la cremallera de los vaqueros bajada y su pecho sube y baja debido a su respiración acelerada. Su mirada está llena de deseo constante al observarme, sus ojos fijo en mis muslos, donde su semen gotea lentamente de mi sexo. Me sonroj
Alexis:Cuando aterrizamos ya es de noche.Guío a Amy, que está adormilada, fuera del avión y nos metemos en el coche para irnos a casa.A casa. Es raro pensar en este sitio otra vez como mi casa. Era mi casa cuando era un niño y la odiaba. Lo odiaba todo, desde el calor húmedo hasta el olor acre de la vegetación. Sin embargo, ahora que he crecido, me siento atraído por lugares como este, sitios aislados que me permiten ser quien soy, sin esconderme .Tuvo que venir Amy para darme cuenta de que no odiaba la finca, de que este lugar es perfecto para que vivamos. Ella se acurruca cerca de mí en el asiento trasero del coche,interrumpiendo mis cavilaciones, y bosteza con delicadeza sobre mi hombro. El sonido recuerda tanto a un gato que me río y le paso el brazo derecho alrededor de la cintura para atraerla más hacia mí.—¿Tienes sueño?—Mmm-mmm. —Frota la cara contra mi cuello—. Hueles bien —murmura.Y solo con eso, se me pone dura como reacción a sentir sus labios rozarme la pi