#50:

Amy:

Me despierto lentamente, sintiendo el cosquilleo de mi cabello en el rostro, después, el calor del sol en el brazo que tengo destapado. Por un momento, mi mente está flotando en ese limbo suave y cómodo entre el sueño y el insomnio, entre el sueño y la realidad.

Mantengo los ojos cerrados, sin querer despertar del todo, porque la sensación es muy agradable.

Ahora me doy cuenta de que huele a tortitas, olor que proviene de la cocina.

Mis labios se curvan y sonrío. Es fin de semana y de seguro mi madre quiere consentirnos cocinando para nosotros. Solo hace tortitas en ocasiones especiales y a veces porque le da por ahí.

El pelo me vuelve a hacer cosquillas y sin ganas muevo el brazo para quitármelo de la cara. Ya estoy más despierta y el calor que sentía se disipa y lo sustituye esa sensación de fatalidad.

«No, por favor, que no sea real. Por favor, que sea una pesadilla».

Abro los ojos.

No es un sueño. Sigue oliendo a tortitas, pero no puede ser mamá quien las esté haciendo.

Esto
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