Amy:La semana anterior a su viaje me resulta agridulce. Aún no le he perdonado que me implantaselos localizadores, ni que me obligara a llevar la pulsera con otro rastreador integrado unos días después.Pese a todo, desde que me dijo aquello la otra noche ya me siento muchísimo mejor.Sé que no fue precisamente una declaración de amor incondicional, pero viniendo de un hombre comoél, podría serlo perfectamente. Amanda tiene razón, Alexis no es como los demás , no está en contacto con sus sentimientos y por lo tanto, no puedo esperar que los verbalice. Aunque la forma tremendamente posesiva con la que me trata esabrumadora, también es una muestra de lo que siente por mí.El amor que me profesa es perverso y tóxico en muchos sentidos, pero eso no lo hace menos real. Ypor ello, siento más miedo aún de que le pase algo durante el viaje. Se va acercando la hora de que semarche y noto que la felicidad fruto de su confesión se ve poco a poco sustituida por ansiedad.No quiero qu
Amy:Cuando regresamos a la habitación, Alexis me lleva hasta la cama. Sin embargo, en lugar de quitarme la ropa deinmediato, me coge la cara entre sus manos.—Gracias por esta velada deliciosa, amore—susurra con una mirada cargada de un sentimientodifícil de explicar.Yo le sonrío y acerco las manos a su cintura.—No hay de qué… —Me palpita el corazón, abrumado de felicidad—. Es un placer.Da la sensación de que va a decir algo, pero entonces se acerca y empieza a besarme con una pasión intensa, casi desesperado. Cierro los ojos y dejo que el placer me llene. Sus labios son increíblementesuaves, su lengua roza la mía con maestría y su suculento e intenso sabor me eleva al mismísimo cielo. Altiempo que nos besamos me abraza y me acerca más hacia él. Su erección es firme, me presiona el vientre y se traspasa su calor directo hasta el centro de mi sexo. Me abrazo fuerte a él y relajo las piernascuando él empieza a besarme el lóbulo de la oreja, pasando después al cuello.—Est
Alexis:Despierto antes que ella, como de costumbre. Duerme plácidamente abrazada a mí y con una pierna encima de la mía: su posición preferida. Me aparto de ella con cuidado y, sin hacer ni un solo ruido, me voy directo a la ducha. Intento no pensar en la tentación que ahora mismo yace en mi cama, en su cuerpo delgado y atractivo durmiendo entre las sábanas, la viva imagen de la pureza y la candidez. Es una pena, pero no tengo tiempo para saciar mis ganas de poseerla esta mañana; el avión está listo y me espera en la pista de despegue. Anoche consiguió sorprenderme. Durante toda esta semana había notado un ligero distanciamiento de su parte, casi imperceptible. La otra noche quizás rompiese el muro que la rodeaba, pero consiguió reconstruir una parte. No es que hubiese estado enfurruñada y dándome la espalda, pero sí que es cierto que aún no me había perdonado del todo. Hasta ayer por la noche. Pensaba que podría seguir adelante sin que me perdonase, pero la satisfacción que
Alexis:El vuelo a la India desde Moscú debería de tardar unas seis horas en mi Boeing C-17 (uno de los tres aviones militares que poseo), lo suficientemente grande para llevar a todos mis hombres y el equipamiento para esta misión. Todo el mundo, yo incluido, está equipado con lo último en material de combate. Tenemos chalecos antibalas y resistentes al fuego y vamos completamente armados con rifles de asalto, granadas y explosivos. A lo mejor es un tanto excesivo, pero no me la juego con la vida de mis hombres. Que me guste el peligro no quiere decir que sea un suicida; todos los riesgos que tomo en estos negocios están estudiados al milímetro. El rescate de Amy quizás fuese la operación más peligrosa que he realizado en los últimos años y no lo habría hecho por otra persona. Solo por ella.Me paso la mayor parte del vuelo revisando los detalles de producción de una fábrica nueva en la Ciudadela. Si todo va bien, quizás Velkan desplace la producción de los nanorobots a allí.La
Amy:Dos días sin Alexis.No me puedo creer que haya pasado ya dos días sin él. He hecho mi rutina normal, pero sin élaquí, todo parece diferente. Vacío. Oscuro.Es como si el sol se hubiera escondido detrás de una nube dejando al mundo en penumbra.Es de locos. Completamente de locos. Ya he estado sin él antes. Cuando estuve en la isla sepasaba días de viaje. De hecho, pasó más tiempo fuera de la isla que en ella, y yo me lasapañaba como podía para seguir con mi vida. Pero esta vez tengo que luchar continuamente contra unsentimiento de inquietud, de ansiedad, que se incrementa cada hora que pasa.—No sé qué me pasa —digo a Rosa durante nuestro paseo matutino—. He vivido veinte años sinél y ahora, de repente, ¿ni siquiera puedo aguantar dos días?Me sonríe.—Claro. Sois inseparables, no me sorprende en absoluto. Nunca había visto a una pareja así deenamorada.Suspiro y niego con la cabeza con desazón. A pesar de no parecer sentimental, Rosa tiene un inmensolado ro
Amy:No estoy segura de cómo he llegado al cuarto, pero aquí estoy, sola en la cama que compartíamos, envuelta en una agonía silenciosa. Puedo sentir manos suaves que tocan mi pelo y oír voces que me murmuran palabras en italiano o ruso.Sé que Amanda y Rosa están aquí conmigo. El ama de llaves parece que esté llorando. Yo también quiero llorar, pero no puedo. Siento un dolor tan intenso, tan profundo que llorar sería lo más fácil. Creía que sabía lo que era sentir el corazón despedazado. Cuando por error di por muerto a Alexis aquella vez, estaba destrozada, destruida. Y luego, esos meses sin él fueron los peores de mi vida. Creía que sabía lo que era sufrir la pérdida de alguien, lo que sería no volver a ver su sonrisa o sentir el calor de sus abrazos. Pero ahora me doy cuenta de verdad de que existen grados de agonía. El dolor, en un principio es desolador, pero llega hasta destrozar el alma. Cuando lo había dado por perdido otras veces, él era parte de mi mundo. Ahora, sin em
Amy:—¿Qué? —Lo miro sin poder creer lo que dice—. ¡Pero Alexis está herido! Está en un hospital y yo soy su mujer. —Sí, lo entiendo —no le cambia la expresión de la cara, me mira con sus ojos fríos—. Mucho me temo que el señor, literalmente, me mataría si pongo su vida en riesgo. —¿Me estás diciendo que no puedo ir a ver a mi marido que acaba de tener un accidente de avión? —Elevo la voz cuando la cólera se apodera súbitamente de mí—. ¿Qué se supone que tengo que hacer: quedarme aquí sentada mientras mi marido está herido a medio mundo de distancia? A Marco no parece haberle impresionado mi enfado. —Haré lo posible para ofrecerle llamadas de teléfono seguras y quizás conexión de vídeo —dice de forma calmada—. También la mantendré informada sobre cualquier novedad que haya sobre su estado de salud. Pero aparte de eso, de momento, me temo que no puedo hacer nada. Ahora mismo estoy trabajando en mejorar el dispositivo de seguridad del hospital donde lo han llevadoy al resto, así qu
Alexis:Con el yeso gigante en el brazo, es casi imposible ponerme la ropa que me ha traído la enfermera.Los pantalones suben sin problema, pero he tenido que romper la manga para poder pasarlo porella. El dolor de las costillas me está matando. Mi cuerpo no necesita más que quedarse tumbado en la cama y descansar, por lo que cada movimiento requiere un tremendo esfuerzo. Pero insisto, y tras unos intentos, consigo vestirme.Por suerte, andar me resulta fácil. Consigo mantener un paso normal. Al salir de la habitación, veo alos soldados de los que me había hablado Sharipov. Son cinco, todos visten ropa militar y llevan armamento.Conforme salgo al pasillo, comienzan a seguirme en silencio hasta la sala de cuidados intensivos. Suscaras inexpresivas me hacen dudar si realmente están ahí para protegerme o para proteger a otros de mí.No creo que al gobierno pakistaní le haga mucha gracia tener a un traficante de armas en uno de sushospitales civiles.Luca no está ahí, así que primero v