Amy:No estoy segura de cómo he llegado al cuarto, pero aquí estoy, sola en la cama que compartíamos, envuelta en una agonía silenciosa. Puedo sentir manos suaves que tocan mi pelo y oír voces que me murmuran palabras en italiano o ruso.Sé que Amanda y Rosa están aquí conmigo. El ama de llaves parece que esté llorando. Yo también quiero llorar, pero no puedo. Siento un dolor tan intenso, tan profundo que llorar sería lo más fácil. Creía que sabía lo que era sentir el corazón despedazado. Cuando por error di por muerto a Alexis aquella vez, estaba destrozada, destruida. Y luego, esos meses sin él fueron los peores de mi vida. Creía que sabía lo que era sufrir la pérdida de alguien, lo que sería no volver a ver su sonrisa o sentir el calor de sus abrazos. Pero ahora me doy cuenta de verdad de que existen grados de agonía. El dolor, en un principio es desolador, pero llega hasta destrozar el alma. Cuando lo había dado por perdido otras veces, él era parte de mi mundo. Ahora, sin em
Amy:—¿Qué? —Lo miro sin poder creer lo que dice—. ¡Pero Alexis está herido! Está en un hospital y yo soy su mujer. —Sí, lo entiendo —no le cambia la expresión de la cara, me mira con sus ojos fríos—. Mucho me temo que el señor, literalmente, me mataría si pongo su vida en riesgo. —¿Me estás diciendo que no puedo ir a ver a mi marido que acaba de tener un accidente de avión? —Elevo la voz cuando la cólera se apodera súbitamente de mí—. ¿Qué se supone que tengo que hacer: quedarme aquí sentada mientras mi marido está herido a medio mundo de distancia? A Marco no parece haberle impresionado mi enfado. —Haré lo posible para ofrecerle llamadas de teléfono seguras y quizás conexión de vídeo —dice de forma calmada—. También la mantendré informada sobre cualquier novedad que haya sobre su estado de salud. Pero aparte de eso, de momento, me temo que no puedo hacer nada. Ahora mismo estoy trabajando en mejorar el dispositivo de seguridad del hospital donde lo han llevadoy al resto, así qu
Alexis:Con el yeso gigante en el brazo, es casi imposible ponerme la ropa que me ha traído la enfermera.Los pantalones suben sin problema, pero he tenido que romper la manga para poder pasarlo porella. El dolor de las costillas me está matando. Mi cuerpo no necesita más que quedarse tumbado en la cama y descansar, por lo que cada movimiento requiere un tremendo esfuerzo. Pero insisto, y tras unos intentos, consigo vestirme.Por suerte, andar me resulta fácil. Consigo mantener un paso normal. Al salir de la habitación, veo alos soldados de los que me había hablado Sharipov. Son cinco, todos visten ropa militar y llevan armamento.Conforme salgo al pasillo, comienzan a seguirme en silencio hasta la sala de cuidados intensivos. Suscaras inexpresivas me hacen dudar si realmente están ahí para protegerme o para proteger a otros de mí.No creo que al gobierno pakistaní le haga mucha gracia tener a un traficante de armas en uno de sushospitales civiles.Luca no está ahí, así que primero v
Amy:No me doy cuenta de que estoy gritando hasta que alguien me tapa la boca con fuerza, amortiguando mis gritos histéricos.—Amy, Amy, ¡para! —La voz firme de Marco me saca del torbellino de horror y me devuelve a la realidad—. Cálmate y dime exactamente qué has visto. Cálmate para que puedas hablar con mástranquilidad.Apenas logro asentir; él me suelta y retrocede. Por el rabillo del ojo veo a Rosa y a Amanda a pocos metros de distancia. Amanda se cubre la boca con las manos y vuelve a ser un mar de lágrimas. Rosa parece asustada y angustiada.—No… —Apenas puedo articular palabra por la garganta hinchada—. No he visto nada. Lo acabo de oír. Estábamos hablando y, de repente, he oído disparos y... gritos y luego más disparos. Alexis… —Se me quiebra la voz al mencionarlo—. Supongo que se le ha caído el ordenador porque la pantalla se ha vuelto loca y entonces solo he podido ver la pared. Pero sí he oído los disparos, los gritos, más disparos...No soy consciente de que estoy solloza
Amy:Cuando aterrizamos en el pequeño aeropuerto cerca de Moscú, hay una gruesa capa de nieve en el suelo, por lo cual agradezco haber decidido traerme la ropa que traigo. Ya es de noche, el viento está muy frío y me cala los huesos a través del abrigo de invierno. Apenas pienso en el malestar porque solo le doy vueltas a lo que nos espera. No nos espera ningún coche blindado porque no hay nada que delate nuestra llegada. Marco llama a un taxi para mí y subo a la parte trasera sola, mientras él se dirige de regreso al avión. El conductor, un hombre amable de mediana edad, trata de charlar conmigo, probablemente con la esperanza de averiguar quién soy. Estoy segura de que se cree que soy una famosa que llega en un jet privado como ese. Le doy respuestas monosilábicas a todas sus preguntas, y rápidamente entiende que solo quiero que me deje tranquila. El resto del trayecto pasa en silencio mientras miro por la ventana los caminos oscurecidos por la noche. Me late la cabeza por el estr
Amy:A pesar de que estoy agotada, apenas duermo esta noche. Sé que los malos tardarán algún tiempo en reaccionar a que yo esté aquí, pero todavía estoy consumida por el temor y los nervios. Cada vez que me adormezco, tengo pesadillas, solo que en estos sueños no es Katya a quien cortan en pedazos, sino Alexis. Las imágenes sangrientas son tan gráficas que me despierto con náuseas y temblando… y con las sábanas empapadas de sudor. Por último, me doy por vencida: Saco el somnifero que me recomendó Marco y me lo trago, con la esperanza de que me impida seguir teniendo pesadillas sobre lo que puede estar sucediendo en este momento en algún escondite de criminales a miles de kilómetros de distancia.*** —No has dormido bien, ¿cierto? —Mi suegra arruga la frente, preocupada, y sé que no he conseguido ocultarle mi cansancio—. Estás preocupada por él —Pues claro. —Una oleada repentina de rabia me agudiza la voz—. Es mi marido, ¿ recuerda? Ella parpadea, claramente sorprendida y me arre
Alexis:Debo de haber perdido la conciencia otra vez porque me están arrojando más agua fría. Tiemblo, mi cuerpo ha entrado en shock por la agonía intensa. No veo nada por el ojo izquierdo; pero siento un dolo punzante en mi rostro. Se me revuelve la bilis e intento evitar a toda costa vomitarme encima. —¿Por lo visto quieres perder un ojo, no, Visconti? —Majid sonríe, sujeta con el puño firme el cuchillo ensangrentado—. ¿Te gustaría estar tuerto o ciego mientras te cortamos la polla o prefieres verlo? Por supuesto, no es demasiado tarde para detenerlo… solo dinos lo que queremos saber e incluso podríamos dejarte vivir. Está mintiendo. Lo deduzco por el tono presuntuoso de su voz. Piensa que casi me tiene destruido, tan desesperado por detener el dolor que me voy a creer todo lo que diga. —Vete a qué te den por el culo —susurro con las fuerzas que me quedan. «No te eches atrás, nunca te eches atrás». Entrecierra los ojos de rabia y el cuchillo destella en mi cara. Aprieto los ojo
Amy:No sé si me he golpeado la cabeza o solo estaba aturdida por la explosión, pero de lo siguiente que soy consciente es del sonido de los tiros al otro lado de las paredes. La sala está llena de humo y toso mientras, por instinto, intento ponerme de pie. —¡ Amy, agáchate! —Es Alexis; tiene la voz ronca por el humo—. Quédate agachada, nena, ¿me oyes? —¡Sí! —grito. Una felicidad intensa me invade al ver que está vivo y en tan buenas condiciones como para hablar. Sigo agachada en el suelo, miro por detrás de la mesa que ha caído a mi lado y lo veo recostado al otro extremo de la sala, todavía amarrado a la silla de metal. También veo que el humo entra por el conducto de ventilación del techo y que la habitación estávacía, salvo nosotros dos. La batalla, o lo que sea que esté sucediendo, está afuera. Marco y los guardias deben de haber llegado. A punto de llorar de alivio, agarro el AK-47 tirado a mi lado, me agacho y empiezo a arrastrarme por el suelo hacia alexus, conteniendo l