Alexis:—¿Cómo te sientes? —pregunto, manteniendo mi voz baja y relajada mientras le acaricio con la mano la curva exterior del suave muslo—. ¿Quieres un poco de agua o algo? No dice nada, pero noto cómo mueve ligeramente la cabeza y lo interpreto como un sí. —Está bien. —Agarro la botella de agua, buscando a tientas en la oscuridad. Me apoyo sobre un codo, enciendo la lámpara junto a la cama para poder ver y le ofrezco la botella. Parpadea un par de veces, entrecerrando los ojos por la luz y coge el agua, sus dedos delgados se curvan alrededor de la botella al sentarse. El movimiento hace que la sábana se caiga, dejando expuesta la parte superior de su cuerpo. Le quité la ropa antes de meterla en la cama, así que ahora está desnuda y solamente su abundante pelo oculta de mi mirada sus pechos bonitos, rosados y puntiagudos. Un deseo familiar se remueve en mi interior, pero no le hago caso; primero quiero asegurarme de que está bien. Dejo que le dé un par de tragos a la botella de
Amy:Despierto más tarde de lo normal, con la sensación de tener la cabeza y la boca llenas de algodón. Por un momento, me esfuerzo para recordar lo que pasó: ¿acaso bebí demasiado? Pero entonces me vienen los recuerdos de anoche y me noto un nudo en la garganta que me inunda de desesperación y confusión. Me hizo el amor anoche. Me hizo el amor.después de drogarme y forzarme a ponerme los rastreadores contra mi voluntad, y yo se lo permití. No, no solo se lo permití, sino que me deleité con su tacto y dejé que el calor abrasador de sus caricias quemara el dolor gélido que había dentro de mí. Hizo que me olvidara durante solo un momento de la enorme herida que había infligido en mi corazón. De todas las cosas horribles que ha hecho, no sé por qué esta es la que más me afecta. En toda la amplia gama de situaciones por las que hemos pasado, parece que implantarme unos rastreadores con la intención de mantenerme a salvo sea lo peor.Se supone que si alguna vez me escapo de la fin
Amy:No voy al despacho esta mañana. En vez de eso, me encierro en la biblioteca y me entretengo viendo videos tontos en tiktok para no pensar en mi marido y en lo mucho que quiero estar sentada a su lado. ¡Arggg! Ni yo misma me entiendo.Sé que solo estar sentada cerca de él me haría sentir mucho mejor, que su mera presencia me ayudaría con mi dolor y mi ira, pero un impulso masoquista me mantiene alejada. No sé qué estoy intentando demostrarme, pero estoy decidida a guardar las distancias durante, al menos, un par de horas. Por supuesto, no puedo evitarlo a la hora de cenar. —Me he quedado esperándote...—comenta, mirándome mientras nos sirven crema de setas como aperitivo —. ¿Por qué nos fuiste? Me encojo de hombros, no haciendo caso de la mirada implorante que Amanda me lanza antes de volver a la cocina. —No me encontraba bien. Alexis frunce el ceño. —¿Estás enferma? —No, pero no me sentía bien. Además, estaba demasiado cansada, creo que a causa del anestésico. —¿Es verda
Alexis:En cuanto terminamos de cenar, me la llevo al dormitorio. Le pongo una mano en la espalda mientras subimos las escaleras. Está callada desde que le expliqué mi próxima misión. Aún sigue molesta conmigo y no solo por eso, también por los microchips rastreadores y el viaje. Verla preocupada me conmueve e incluso me resulta adorable, pero no pienso malgastar esta oportunidad de ponerle las manos encima al inglés. Mi motita no entiende el subidón que me da estar en plena acción, sentir la adrenalina por mi cuerpo y oír cómo las balas van por el aire. No entiende cuánto me pone ver la sangre a borbotones de mis enemigos, ni que sus gritos de agonía me llenan de un placer casi tan intenso como el sexo. Por esta razón, entre otras, un loquero que tuve opinaba que podría ser un sociópata… bueno, eso y también la ausencia casi total de remordimientos. Que me tachen de loco nunca me ha molestado demasiado… al menos desde que me quité de la cabeza aquella idea inocente de que, algún
Alexis:—¿Y qué más? —digo, a la vez que le introduzco el juguete aún más. Me sorprende cómo un cuerpo tan frágil norechaza un consolador tan enorme, y ver cómo esa vaina se hunde en su interior me evoca un dolorsumamente erótico.— Y siento que me abre… —Exhala con fuerza y reposa la cabeza en mi hombro—, que se metedentro de mí y me llena.—Sí, delicia, así es. —Ahora mismo el consolador se encuentra lo más hondo posible, solosobresale el extremo. Recompenso su sinceridad acariciándole el clítoris con los dedos y extiendo elfluido de su corrida empapando todos los pliegues de la vagina. Cuando regresan los jadeos y balanceasus caderas, me detengo en seco antes de que se corra y la libero de mi yugo, echándome un poco haciaatrás. Entonces la empujo y le aprieto la cara contra el colchón, al tiempo que le estiro las piernas haciaatrás, quedando tendida de espaldas.Aunque me encantaría seguir jugando con ella, no puedo esperar más cogermela.La privo de mis caricias y
Amy:La semana anterior a su viaje me resulta agridulce. Aún no le he perdonado que me implantaselos localizadores, ni que me obligara a llevar la pulsera con otro rastreador integrado unos días después.Pese a todo, desde que me dijo aquello la otra noche ya me siento muchísimo mejor.Sé que no fue precisamente una declaración de amor incondicional, pero viniendo de un hombre comoél, podría serlo perfectamente. Amanda tiene razón, Alexis no es como los demás , no está en contacto con sus sentimientos y por lo tanto, no puedo esperar que los verbalice. Aunque la forma tremendamente posesiva con la que me trata esabrumadora, también es una muestra de lo que siente por mí.El amor que me profesa es perverso y tóxico en muchos sentidos, pero eso no lo hace menos real. Ypor ello, siento más miedo aún de que le pase algo durante el viaje. Se va acercando la hora de que semarche y noto que la felicidad fruto de su confesión se ve poco a poco sustituida por ansiedad.No quiero qu
Amy:Cuando regresamos a la habitación, Alexis me lleva hasta la cama. Sin embargo, en lugar de quitarme la ropa deinmediato, me coge la cara entre sus manos.—Gracias por esta velada deliciosa, amore—susurra con una mirada cargada de un sentimientodifícil de explicar.Yo le sonrío y acerco las manos a su cintura.—No hay de qué… —Me palpita el corazón, abrumado de felicidad—. Es un placer.Da la sensación de que va a decir algo, pero entonces se acerca y empieza a besarme con una pasión intensa, casi desesperado. Cierro los ojos y dejo que el placer me llene. Sus labios son increíblementesuaves, su lengua roza la mía con maestría y su suculento e intenso sabor me eleva al mismísimo cielo. Altiempo que nos besamos me abraza y me acerca más hacia él. Su erección es firme, me presiona el vientre y se traspasa su calor directo hasta el centro de mi sexo. Me abrazo fuerte a él y relajo las piernascuando él empieza a besarme el lóbulo de la oreja, pasando después al cuello.—Est
Alexis:Despierto antes que ella, como de costumbre. Duerme plácidamente abrazada a mí y con una pierna encima de la mía: su posición preferida. Me aparto de ella con cuidado y, sin hacer ni un solo ruido, me voy directo a la ducha. Intento no pensar en la tentación que ahora mismo yace en mi cama, en su cuerpo delgado y atractivo durmiendo entre las sábanas, la viva imagen de la pureza y la candidez. Es una pena, pero no tengo tiempo para saciar mis ganas de poseerla esta mañana; el avión está listo y me espera en la pista de despegue. Anoche consiguió sorprenderme. Durante toda esta semana había notado un ligero distanciamiento de su parte, casi imperceptible. La otra noche quizás rompiese el muro que la rodeaba, pero consiguió reconstruir una parte. No es que hubiese estado enfurruñada y dándome la espalda, pero sí que es cierto que aún no me había perdonado del todo. Hasta ayer por la noche. Pensaba que podría seguir adelante sin que me perdonase, pero la satisfacción que