Alexis:Para su desgracia, nos lleva casi toda la mañana hacer hablar a Ahmed. Para ser un recluta novato, es sorprendentemente fuerte. Al final se rinde, como es obvio (todos lo hacen) y averiguo el nombre delhombre que actúa como intermediario entre su célula y otra dirigida por un líder superior. También meentero de un plan para hacer explotar un autobús turístico en Moscú, e inculpar a la mafya de ello, información que mi tío Evan en particularencuentra muy útil.Dejamos que John vea el proceso de torturas completo, hasta que Ahmed da su último suspiro. Aunque puede habersido entrenado para soportar el dolor extremo, dudo que esté preparado psicológicamente para ver a sucompañero desmembrado pieza a pieza, sabiendo en todo momento que él va a ser el siguiente. Pocagente es capaz de mantenerse serena en una situación como esta y sé que John no es uno de ellos cuandolo descubro mirando al suelo durante un momento especialmente macabro. Aun así, sé que nos llevará almen
Amy:No sé qué demonio me ha incitado a decir eso y contengo la respiración a la espera de que Alexis se ría de mí y se niegue a hablar. Nunca le ha entusiasmado contarme mucho acerca de sus negocios y, aunque se ha abierto a mí desde su regreso, me da la impresión de que sigue tratando de protegerme contra las partes más desagradables de su mundo. Para mi sorpresa, no se niega ni se burla de mí de ninguna manera. En su lugar, me tiende la mano. —Muy bien, amore —dice con una sonrisa enigmática, siento miedo porque le brillan los ojos—. Si quieres saberlo, acompáñame. Tengo que hacer unas llamadas. Con el corazón acelerado, pongo mi mano sobre la suya con indecisión y dejo que me guíe escaleras abajo. Al caminar hacia el pequeño edificio que le sirve de despacho, no puedo evitar preguntarme si estaré cometiendo un error. ¿Estoy preparada para salir de la zona de confort de la ignorancia y zambullirme de cabeza en la turbia cloaca del imperio de la mafia? A decir verdad, no tengo
Amy:Una semana después de la conversación con Frank, llamo a la pesada puerta metálica y esperoa que me deje entrar. He pasado toda la mañana caminando con Rosa y entrenando en tiro, mientras Alexis se ha encerrado sin mí para hacer algo de papeleo de sus cuentas. Al parecer, hasta los mayores criminales tienen que ocuparse de impuestos y asuntoslegales; parece ser un mal universal del que nadie se libra.Cuando la puerta se abre, me sorprende ver a un hombre alto de pelo rubio sentado frente a Alexis enla gran mesa ovalada. Parece rondar los sesenta años, y creo haberlo visto antes solo que no recuerdo...Ah sí , lo he visto deambular por la finca anteriormente, pero nunca he tenido ocasión de relacionarme con él enpersona. Desde lejos, me recordaba a un depredador elegante y oscuro, impresión que aumenta por elmodo en que me está mirando ahora, sus ojos azules siguen cada uno de mis movimientos con una mezclapeculiar de vigilancia e indiferencia.—Ven, amore —dice Alexis
Alexis:Durantes las siguientes semanas, me dejó adormilar por la aparente tranquilidad hogareña y la casi luna de miel. Aparte de un viaje de un par de días a México, para una negociación con el cártel de Juárez, paso todo el tiempo en la finca con Amy.Se ha tomado en serio nuestras sesiones de entrenamiento y ha mejorado muchísimo. A pesar del estrés añadido, la motita parece estar radiante estos días, le brillan los ojos de entusiasmo y sus movimientos rebosan una energía exultante. Me gusta esta evolución. Me gusta verla feliz y confiada, contenta con su vida junto a mí. Aunque a mi monstruo interior lo excita su dolor y su miedo, su creciente fuerza y resistencia me atraen. No quiero destruirla, solo hacerla mía y me complace ver que nos complementamos en más de un sentido. También insiste en que continúe dándole clases de tiro dos veces a la semana, petición que estoy más que encantado de cumplir, puesto que nos proporciona más tiempo juntos. A medida que avanza el entr
Alexis:—Stromae sabe que estamos vivos —le digo a Amy en la cena, estudiando su reacción con atención—. Lo acabo de saber por uno de los contactos del Medio Oriente. Sus ojos se agrandan por la sorpresa y la consternación. —¿Y qué? ¿Se supone que el creyera que habíamos muerto? —Sí, eso nos daba algo de ventaja. —Hago lo posible por contener la rabia. —Era obvio que lo del almacén era una emboscada. Se suponía que no saldríamos vivimos de allí.—Sí. — Amy frunce el ceño—. el inglés no estaba allí cuando me rescatarte, supuse que estaba fuera, vigilando el edificio o algo… —Eso pensé yo también. Pero no fue así. No estaba en ningún lugar cercano al almacén cuando se produjo la explosión. —¿Cómo lo sabes? —Recuerda que tengo prisioneros a...algunos de sus hombres —A pesar de mis esfuerzos, la ira se filtra en mi voz y puedo ver la tensión correspondiente en elka. Si hay algún tema que pueda enfadar a mi motita, es el de los asesinos de Katya.Justo cuando ella estaba por decir
Amy:Lo miro incrédula, con el latido de mi corazón retumbando en los oídos. Una parte de mí no secree que vaya a hacerme esto en contra de mi voluntad, que me marque como un animal estúpido,privándome de cualquier muestra de intimidad y libertad, mientras el resto de mí grita que soy una idiota,que debería haber sabido que un tigre no se puede domesticar.Las últimas semanas habían sido muy diferentes a cualquier cosa que habíamos tenido antes los dosjuntos. Había empezado a pensar que se estaba abriendo a mí, que me estaba dejando entrar en suvida. A pesar del dominio en la cama y del control que ejerce sobre todos los aspectos de mi vida, habíacomenzado a sentirme menos como un juguete sexual y más como su pareja. Llegué a pensar que nosestábamos empezando a parecer a una pareja normal, que de verdad estaba empezando a preocuparse pormí… A respetarme.Como una tonta, creí en la ilusión de llevar una vida feliz con mi secuestrador, con un hombrecompletamente falto de
Alexis:" Si me quieres, no lo hagas…Te odio".Mientras alzo su cuerpo inconsciente, sus palabras retumban en mi mente, y se repiten una yotra vez como un disco rayado. Sé que no debería dolerme tanto, pero me duele. Con solo un par de frases, selas ha arreglado para hacerme trizas, para hacerse paso a través del muro de hielo que rodea mi corazón; el muro que me ha permitido guardar una distancia de todo y de todos excepto de ella.No me odia en realidad. Lo sé. Me quiere. Ella me ama o, al menos, creo que sí. Cuando todo estotermine, volveremos a la vida que hemos tenido durante los últimos meses, salvo que yo me sentirémejor, más seguro.Menos temeroso de perderla."Si me quieres, no lo hagas…"Mierda. No sé por qué me importa que haya dicho eso. Sí la quiero, por supuesto. No puedo... Elamor es para aquellos que son fieles y altruistas, para la gente que aún tiene una pizca de corazón.Ese no soy yo. Nunca lo he sido. Lo que siento por ella no es como los sentimientos dul
Alexis:—¿Cómo te sientes? —pregunto, manteniendo mi voz baja y relajada mientras le acaricio con la mano la curva exterior del suave muslo—. ¿Quieres un poco de agua o algo? No dice nada, pero noto cómo mueve ligeramente la cabeza y lo interpreto como un sí. —Está bien. —Agarro la botella de agua, buscando a tientas en la oscuridad. Me apoyo sobre un codo, enciendo la lámpara junto a la cama para poder ver y le ofrezco la botella. Parpadea un par de veces, entrecerrando los ojos por la luz y coge el agua, sus dedos delgados se curvan alrededor de la botella al sentarse. El movimiento hace que la sábana se caiga, dejando expuesta la parte superior de su cuerpo. Le quité la ropa antes de meterla en la cama, así que ahora está desnuda y solamente su abundante pelo oculta de mi mirada sus pechos bonitos, rosados y puntiagudos. Un deseo familiar se remueve en mi interior, pero no le hago caso; primero quiero asegurarme de que está bien. Dejo que le dé un par de tragos a la botella de