Amy:Una semana después de la conversación con Frank, llamo a la pesada puerta metálica y esperoa que me deje entrar. He pasado toda la mañana caminando con Rosa y entrenando en tiro, mientras Alexis se ha encerrado sin mí para hacer algo de papeleo de sus cuentas. Al parecer, hasta los mayores criminales tienen que ocuparse de impuestos y asuntoslegales; parece ser un mal universal del que nadie se libra.Cuando la puerta se abre, me sorprende ver a un hombre alto de pelo rubio sentado frente a Alexis enla gran mesa ovalada. Parece rondar los sesenta años, y creo haberlo visto antes solo que no recuerdo...Ah sí , lo he visto deambular por la finca anteriormente, pero nunca he tenido ocasión de relacionarme con él enpersona. Desde lejos, me recordaba a un depredador elegante y oscuro, impresión que aumenta por elmodo en que me está mirando ahora, sus ojos azules siguen cada uno de mis movimientos con una mezclapeculiar de vigilancia e indiferencia.—Ven, amore —dice Alexis
Alexis:Durantes las siguientes semanas, me dejó adormilar por la aparente tranquilidad hogareña y la casi luna de miel. Aparte de un viaje de un par de días a México, para una negociación con el cártel de Juárez, paso todo el tiempo en la finca con Amy.Se ha tomado en serio nuestras sesiones de entrenamiento y ha mejorado muchísimo. A pesar del estrés añadido, la motita parece estar radiante estos días, le brillan los ojos de entusiasmo y sus movimientos rebosan una energía exultante. Me gusta esta evolución. Me gusta verla feliz y confiada, contenta con su vida junto a mí. Aunque a mi monstruo interior lo excita su dolor y su miedo, su creciente fuerza y resistencia me atraen. No quiero destruirla, solo hacerla mía y me complace ver que nos complementamos en más de un sentido. También insiste en que continúe dándole clases de tiro dos veces a la semana, petición que estoy más que encantado de cumplir, puesto que nos proporciona más tiempo juntos. A medida que avanza el entr
Alexis:—Stromae sabe que estamos vivos —le digo a Amy en la cena, estudiando su reacción con atención—. Lo acabo de saber por uno de los contactos del Medio Oriente. Sus ojos se agrandan por la sorpresa y la consternación. —¿Y qué? ¿Se supone que el creyera que habíamos muerto? —Sí, eso nos daba algo de ventaja. —Hago lo posible por contener la rabia. —Era obvio que lo del almacén era una emboscada. Se suponía que no saldríamos vivimos de allí.—Sí. — Amy frunce el ceño—. el inglés no estaba allí cuando me rescatarte, supuse que estaba fuera, vigilando el edificio o algo… —Eso pensé yo también. Pero no fue así. No estaba en ningún lugar cercano al almacén cuando se produjo la explosión. —¿Cómo lo sabes? —Recuerda que tengo prisioneros a...algunos de sus hombres —A pesar de mis esfuerzos, la ira se filtra en mi voz y puedo ver la tensión correspondiente en elka. Si hay algún tema que pueda enfadar a mi motita, es el de los asesinos de Katya.Justo cuando ella estaba por decir
Amy:Lo miro incrédula, con el latido de mi corazón retumbando en los oídos. Una parte de mí no secree que vaya a hacerme esto en contra de mi voluntad, que me marque como un animal estúpido,privándome de cualquier muestra de intimidad y libertad, mientras el resto de mí grita que soy una idiota,que debería haber sabido que un tigre no se puede domesticar.Las últimas semanas habían sido muy diferentes a cualquier cosa que habíamos tenido antes los dosjuntos. Había empezado a pensar que se estaba abriendo a mí, que me estaba dejando entrar en suvida. A pesar del dominio en la cama y del control que ejerce sobre todos los aspectos de mi vida, habíacomenzado a sentirme menos como un juguete sexual y más como su pareja. Llegué a pensar que nosestábamos empezando a parecer a una pareja normal, que de verdad estaba empezando a preocuparse pormí… A respetarme.Como una tonta, creí en la ilusión de llevar una vida feliz con mi secuestrador, con un hombrecompletamente falto de
Alexis:" Si me quieres, no lo hagas…Te odio".Mientras alzo su cuerpo inconsciente, sus palabras retumban en mi mente, y se repiten una yotra vez como un disco rayado. Sé que no debería dolerme tanto, pero me duele. Con solo un par de frases, selas ha arreglado para hacerme trizas, para hacerse paso a través del muro de hielo que rodea mi corazón; el muro que me ha permitido guardar una distancia de todo y de todos excepto de ella.No me odia en realidad. Lo sé. Me quiere. Ella me ama o, al menos, creo que sí. Cuando todo estotermine, volveremos a la vida que hemos tenido durante los últimos meses, salvo que yo me sentirémejor, más seguro.Menos temeroso de perderla."Si me quieres, no lo hagas…"Mierda. No sé por qué me importa que haya dicho eso. Sí la quiero, por supuesto. No puedo... Elamor es para aquellos que son fieles y altruistas, para la gente que aún tiene una pizca de corazón.Ese no soy yo. Nunca lo he sido. Lo que siento por ella no es como los sentimientos dul
Alexis:—¿Cómo te sientes? —pregunto, manteniendo mi voz baja y relajada mientras le acaricio con la mano la curva exterior del suave muslo—. ¿Quieres un poco de agua o algo? No dice nada, pero noto cómo mueve ligeramente la cabeza y lo interpreto como un sí. —Está bien. —Agarro la botella de agua, buscando a tientas en la oscuridad. Me apoyo sobre un codo, enciendo la lámpara junto a la cama para poder ver y le ofrezco la botella. Parpadea un par de veces, entrecerrando los ojos por la luz y coge el agua, sus dedos delgados se curvan alrededor de la botella al sentarse. El movimiento hace que la sábana se caiga, dejando expuesta la parte superior de su cuerpo. Le quité la ropa antes de meterla en la cama, así que ahora está desnuda y solamente su abundante pelo oculta de mi mirada sus pechos bonitos, rosados y puntiagudos. Un deseo familiar se remueve en mi interior, pero no le hago caso; primero quiero asegurarme de que está bien. Dejo que le dé un par de tragos a la botella de
Amy:Despierto más tarde de lo normal, con la sensación de tener la cabeza y la boca llenas de algodón. Por un momento, me esfuerzo para recordar lo que pasó: ¿acaso bebí demasiado? Pero entonces me vienen los recuerdos de anoche y me noto un nudo en la garganta que me inunda de desesperación y confusión. Me hizo el amor anoche. Me hizo el amor.después de drogarme y forzarme a ponerme los rastreadores contra mi voluntad, y yo se lo permití. No, no solo se lo permití, sino que me deleité con su tacto y dejé que el calor abrasador de sus caricias quemara el dolor gélido que había dentro de mí. Hizo que me olvidara durante solo un momento de la enorme herida que había infligido en mi corazón. De todas las cosas horribles que ha hecho, no sé por qué esta es la que más me afecta. En toda la amplia gama de situaciones por las que hemos pasado, parece que implantarme unos rastreadores con la intención de mantenerme a salvo sea lo peor.Se supone que si alguna vez me escapo de la fin
Amy:No voy al despacho esta mañana. En vez de eso, me encierro en la biblioteca y me entretengo viendo videos tontos en tiktok para no pensar en mi marido y en lo mucho que quiero estar sentada a su lado. ¡Arggg! Ni yo misma me entiendo.Sé que solo estar sentada cerca de él me haría sentir mucho mejor, que su mera presencia me ayudaría con mi dolor y mi ira, pero un impulso masoquista me mantiene alejada. No sé qué estoy intentando demostrarme, pero estoy decidida a guardar las distancias durante, al menos, un par de horas. Por supuesto, no puedo evitarlo a la hora de cenar. —Me he quedado esperándote...—comenta, mirándome mientras nos sirven crema de setas como aperitivo —. ¿Por qué nos fuiste? Me encojo de hombros, no haciendo caso de la mirada implorante que Amanda me lanza antes de volver a la cocina. —No me encontraba bien. Alexis frunce el ceño. —¿Estás enferma? —No, pero no me sentía bien. Además, estaba demasiado cansada, creo que a causa del anestésico. —¿Es verda