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CAPÍTULO 4: LA ELEGIDA ES… GAIA

CAPÍTULO 4: LA ELEGIDA ES… GAIA

Gaia

Gastón abre las puertas del salón del trono. Un lugar en el que solo he estado unas pocas veces. Mi padre, el Rey Emyr Silverrose III de Miridian se encuentra sentado en su gran silla de oro con la mirada perdida. Por primera vez en mucho tiempo le noto realmente preocupado. ¿Será que tal vez se dio cuenta de que cometió un error al dejar morir a mi madre?

Al menos espero una disculpa de su parte. O tal vez me ha llamado aquí porque sabe que es mi cumpleaños dieciocho.

Parisa y yo avanzamos ante él, quien al vernos deja su pose pensativa para mirarnos directamente.

—Padre —saluda Parisa con una leve reverencia.

—Hija mía —le dice él abriendo los brazos. Enseguida Parisa sube los escalones del trono y corre a abrazarlo.

Esa es una muestra de cariño que nunca ha tenido conmigo.

—¿A qué se debe tu llamado, padre?  —pregunta mientras yo me mantengo en silencio frente a ambos.

—Como sabrás hija mía, hace poco hemos concretado un acuerdo para salvar al pueblo de Miridian. El Rey Nikolai Moonfang está buscando esposa y he logrado convencer a su mensajero de que sea una princesa de este reino la elegida.

Parisa da una vuelta y su sonrisa se ensancha. Siempre ha sido su sueño casarse con un príncipe o rey rico para ser la dueña de sus propias tierras. Aquí, aunque haya heredado el apellido de su padre, no podrá gobernar por sí sola a menos que se case, pero es más probable que Emyr tenga un hijo varón con alguna concubina para heredarle el trono. Las mujeres no gobiernan.

—¡Sí! ¡Es maravilloso! ¿Cuándo será la boda, padre?

—Será dentro de tres semanas, pero la elegida deberá irse antes porque la gente de este reino realiza una especie de… preparación antes.

Mi hermana no se da cuenta, pero yo sí. Él no dijo su nombre, dijo “la elegida”, ¿qué quiso decir con eso?

—Está bien, no me importa. Prepara los caballos ahora mismo y me iré —dice entusiasmada.

En ese momento el Rey posa su mirada en mí. Pensé que me llamaría por mi cumpleaños o la muerte de mi madre, pero tengo la impresión de que se trata de algo más.

—En realidad… no serás tú quien vaya, Parisa.

—¿Qué? —pregunta con un hilo de voz, de nuevo, deja de sonreír y voltea a mirarme con la misma incredulidad que debo estar reflejando yo.

—Los requisitos para casarse con el Rey de Stormwolf son solo dos: joven y virgen. Ambos sabemos que tú no encajas con uno de ellos.

Parisa abre la boca hasta el límite y a mí me cuesta muchísimo no reírme en ese mismo momento. Todo el palacio sabe el incidente del año pasado, cuando atraparon a la princesa en pleno acto indecoroso con un soldado que ahora se encuentra tres metros bajo tierra.

—¡Padre! ¡Eso es mentira! ¡Todo fue un invento de los asquerosos sirvientes!

—Parisa, la gente de Stormwolf se dará cuenta aun si tratamos de mentir, me lo aseguraron.

—Pero… no pensarás enviar a… ¡esa! —Me apunta con el dedo con los ojos desorbitados.

El Rey se pone de pie y baja las escaleras hasta quedar frente a mí.

—¡No! ¡No puedes enviar a la bastarda! Padre, por favor —suplica Parisa.

—¡Silencio! Esto no es una consulta Parisa, el reino necesita el oro que Stormwolf nos dará para el invierno, de otro modo mucha gente morirá.

Estoy a punto de abrir la boca para negarme rotundamente, pero, tal vez esta sea mi oportunidad para escapar de este infierno, ¿qué tan malo podría ser casarme con un Rey rico de tierras lejanas?

—Acepto, Rey Emyr —hablo, provocando que ambos volteen a verme—. Sigo siendo pura, Rey Emyr, puedo servirle al reino si es necesario —digo haciendo una reverencia.

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