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Capitulo 8. Desesperado

Está mujer es odiosa, sabía que tarde o temprano vendría a verme, no se puede negar que es bonita pero su personalidad y su carácter consiguen tapar esa belleza. Ha intentado que nos prometieranos en innumerables ocasiones, a que habrá venido hoy.

Paso a mi despacho y ella me sigue, me siento tras mi mesa y ella se queda de pie poniendo cara de pena.

— ¿Qué se le ofrece a la Condesa de Ségur?— digo con sarcasmo.

— Flavio nos conocemos desde hace años porque insiste en llamarme por mi título estaría bien que me llamaras Sophie— 

— Está bien a qué debo tu presencia Sophie?— 

— Escuche que había regresado de la guerra, tenía ganas de verte, pensaste en mi propuesta?— 

— Ya te dije que no, Sophie te dije que no me casaría si no era por amor...— 

— Pero Flavio yo te amo y si me dejas estoy seguro de que me amaras también, además si unimos nuestros títulos seremos más poderosos que el rey.— 

— No sigas y no vuelvas a decir eso jamás, no quiero que me acusen de traición, ya deja de humillarte, pierdes tu tiempo porque ya estoy casado.— 

— No me lo creo llevo aquí bastante rato y no la he visto aún...— 

— Wilson ve a buscar a Alessandra lleva mucho tiempo en el jardín, y es hora de comer— 

— Señor la he buscado por todo el jardín y no doy con ella...— 

Me levanto de la silla y dejé a Sophie allí, salgo al jardín, voy hasta el arroyo, no hay ni rastro de ella, reúno a todo el servicio y pregunto si la han visto.

— Señor yo la vi llegar a la casa cuando llego la Condesa ella se había echo una diadema de flores y se la vio muy feliz— dice uno de los jardineros.

Me acerco a la casa, donde se habrá métido, desde que está aquí no deja de provocarme dolores de cabeza. Miro hacia el suelo y veo la diadema de flores en un charco de barro. 

La cojo ente mis manos, esto no puede ser seguro que no! Corro hacia el interior de la casa. Me acerco a Sophie la acorraló contra la pared en estos momentos creo que podría sacarle los ojos.

— Sophie dime ¿cómo era la mujer que te molestaba?— digo ardiendo por la ira.

— Qué importa era solo una criada y muy torpe mira q pisar a mi Fufu...— 

La cojo del cuello, olvidó que es una dama en estos momentos no puedo ver solo me ciega la rabia.

— No me hagas perder la paciencia, ¿qué me digas cómo era? No me hagas olvidar que eres una dama...— 

— Nose... Llevaba un vestido de esos que utilizan las criadas verde, su pelo era rojo y creo que sus ojos azules. No se qué quieres que te diga una campesina común como cualquier otra...— 

La suelta de golpe, tengo que buscarla ahora mismo, seguro que piensa que no me importa, se humillará, soy un estúpido ni si quiero mire a quien se refería a Sophie, estaba tan enfadado por su visita que no presté atención. Escucho truenos se avecina tormenta y ella está fuera y sola...

— Wilson llama a mis hombres, los quiero aquí antes de que llegue la tormenta. Que preparen mi caballo salimos ya— 

— Está bien, como desea el señor pero salir con la tormenta no será peligroso?— 

— Ella está sola ahí fuera y yo soy el responsable, no quiero oír ni una sola queja más, he sido claro?— 

— No se a que tanto jaleo por una sirvienta...— dice Sophie con desdén.

— ¡A esa a la que tú llamas sirvienta es mi mujer! te quiero fuera de mi casa y de mi vida ya, agradece que no te hago lo que tú le has hecho a ella y reza para que esté bien porque de lo contrario olvidaré quién eres y te haré desaparecer. No te quiero aquí cuando regrese— digo cegado por la ira.

— Pero Flavio...— 

— Ya me has oído Sophie si te encuentro cuando vuelva no me hago responsable de lo que te pueda pasar...— 

Salgo de la casa, mi caballo está preparado y mis hombres están aquí, doy las órdenes y comenzamos a rastrear toda la propiedad.

Ha caído la noche, no somos capaces de dar con ella, no ha podido llegar muy lejos a pie y con esta tormenta solo se me ocurre que ella se halla pudo resguardar en algún sitio pero ¿dónde? Casi está amaneciendo al menos a dejado de llover mi capa está calada y mi caballo está agotado. 

— Señor deberíamos regresar y volver más tarde, los caballos necesitan descansar— dice uno de mis hombres al cual le dedico una mirada de odio y el retrocede.

Seguimos buscando, pero no damos con ningún rastro, donde demonios estás Alessandra!

— Señor mire allí se ve humo— dice otro de mis hombres.

Ahora lo recuerdo allí hay una pequeña cabaña de caza, bajo de mi caballo y corro hacia allí, paso al interior, en la chimenea aún hay ascuas pero ella no está solo hay ratas, animales asquerosos y rastreros.

Tiene que estar cerca de eso estoy seguro, nos dividimos en varios grupos, dejamos los caballos en la cabaña. A partir de aquí la vegetación es más frondosa, se que hay desnivel así que hay que tener cuidado por donde se pisa.

Escucho un grito, corro en la dirección del grito, no puedo creer lo que veo, es Alessandra está tirada en el suelo ha debido de caer ladera abajo, bajo con cuidado de no caer también, llegó hasta su altura está cubierta de barro, también puedo ver sangre no se de donde procede pero hay bastante.

Miro todo su cuerpo y veo como un hueso le sobresale de la carne, tiene una fractura en el brazo izquierdo, rompo mi camisa y tapo la herida, también le practicó un torniquete no quiero que se desangre. Uno de mis hombres llega a mi altura, le seguramente que corra a buscar al médico, que todo debe estar preparado en casa para cuando llegue, que lo haga como quiera pero que si llego y el no está allí rodarán cabezas. El se marcha a toda prisa.

Levanto a Alessandra y la llevo en brazos, es tan liviana, se ve tan frágil, su pulso es débil pero constante.

— Alessandra no me dejes, lucha no te vayas de mi lado— 

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