—Eres increíble —dijo él, su aliento cálido acariciando su piel. La halagaba, y eso la llenaba de confianza. —Tú también —respondió, abriendo los ojos para mirarlo directamente a los ojos. Alaric se detuvo un instante, su mirada fija en la de ella, como si quisiera asegurarse de que estaba bien.
Aisling sonrió con picardía al despertar antes que Alaric y darse cuenta de que estaba acurrucada encima de él, sus brazos envolviéndola con fuerza. Siempre era él quien madrugaba primero y se quedaba observándola mientras dormía, pero esta vez las tornas habían cambiado. Con un gesto travieso, le
—Un cumplido —dijo con firmeza—. Me gusta que conmigo seas diferente. Que pueda ver este lado tuyo que otros no ven. Quiero que sigas siendo así conmigo. El alemán abrió un ojo, observándola por un momento en silencio. Luego, sin decir nada, la atrajo más cerca, su mentón apoyándose en la cima de
—¿Por qué nunca me dijiste que sabías cocinar? —le preguntó, después de unos minutos de saborear la comida. Él levantó la vista de su plato y encogió ligeramente los hombros. —Nunca preguntaste —respondió simplemente, antes de llevarse otro bocado a la boca. Después de terminar la comida, Aisling
Alaric tomó el cuenco del postre de la mesa y guió a Aisling hacia el juego de sofás en el salón de la suite. Dejó el postre sobre la mesita de centro y se giró hacia ella, cuyos ojos reflejaban confusión, sin entender qué estaba planeando él. —Levanta los brazos —ordenó, esta vez con un tono autor
Mientras él movía sus dedos rápidamente sobre la protuberancia sensible de su clítoris, subiendo y bajando por sus resbalosos labios vaginales, ella apretaba la cabeza de su glande, gimiendo en la boca del otro por la fricción y la lujuria que se encendía entre ellos. La electricidad y el morbo que
—Así, buena chica —la elogió Alaric, sus dedos enredándose en su cabello, guiándola suavemente—. Ahora, envuelve tus labios alrededor. Ella lo hizo, tomando la punta en su boca, sintiendo cómo su tamaño la llenaba lentamente. Apretó los labios alrededor de él, moviéndolos hacia abajo mientras seguí
—Trágalo. La orden de Alaric dejó a Aisling descolocada. Tenía todavía la erección en la boca, recibiendo los últimos disparos de su éxtasis. Sentía que se ahogaba y quería soltar una arcada. —Sé una buena chica para mí, Aisling; la recompensa espera por ti —instó con malicia, sabiendo que había d