|Alaric Kaiser| Me aprieta demasiado. Respiro hondo y me apoyo contra su frente para no perder el control y terminar lastimándola. Aisling gime bajito cuando me muevo de nuevo hacia adentro, y veo indicios de una lágrima en el rabillo de su ojo.—Iré despacio —prometo, acariciando su nariz con la mía—. Tranquila.Está tensa, pero también desesperada. Empuja hacia arriba, buscando que entre varios centímetros más, pero la detengo. Está empapada.—Ya está toda... —susurra—. Muévete.Sonrío de lado, besando sus labios con un gesto tierno que la pone roja y tímida.—Apenas he metido la mitad, Liebling.Abre los ojos de par en par y se incorpora para mirar hacia abajo, donde nuestros cuerpos se unen.—Pero creo que puedes con más—añado.Retrocedo y vuelvo a embestirla hasta que encuentro un tope. Me clava las uñas en los hombros y arquea la espalda para acercar aún más su cuerpo al mío.—Oh, Dios.—Estás increíble, mi pequeña. Tienes un coño espectacular. No sabes cuánto lo extrañaba.Me
Alaric Kaiser| Esto es peor que una conferencia de prensa llena de reporteros con preguntas imposibles de esquivar. Peor que tener que esquivar paparazzis en cada esquina. Aquí hay ojos curiosos, murmullos que no cesan, miradas pícaras y risitas mal disimuladas de puro cotilleo.Y aquí estoy yo, con un delantal atado a la cintura, empacando panes y atendiendo a señoras que parecen más interesadas en devorarme con la mirada que en los bollos. Nunca en mi vida imaginé algo así. Por suerte, este pueblo está tan desconectado del mundo que no hay cámaras escondidas ni redes sociales para exponerme. Si alguien lograra capturar esto, sería un buffet para los medios.—¿Es difícil? —pregunta una voz suave mientras unos brazos delicados me rodean por la cintura desde atrás. Al instante, mi cuerpo se relaja.—Este es el precio que debes pagar, señor Kaiser —añade, ronroneando con burla.Resoplo y me giro hacia ella cuando las últimas clientas finalmente se han marchado. Ella apoya su barbilla en
|Aisling Renn| Hoy es el día de nuestro regreso a Berlín. Pensé que sería un día demasiado triste, pues tendría que despedirme de mi nueva familia, pero Alaric me ha dado el mejor regalo de todos: permitir que se vayan con nosotros para comenzar una nueva vida en la ciudad.La casa queda intacta, al igual que la panadería. Una nueva familia, que Alaric encontró no sé dónde, se hará cargo de todo. Ahora él es el dueño, sumando ese pequeño local y la humilde casa a sus numerosos bienes.Mi corazón está tan lleno de felicidad que no sé cómo puede caber más. Lilith y mi Nana podrán abrir un nuevo negocio en la ciudad, Robert tendrá un trabajo estable con un buen sueldo, y Kevin asistirá a una de las mejores escuelas privadas de Berlín. Alaric me prometió que hará todo lo que esté en sus manos para ayudarlos. No sé cómo podré pagarle por todo lo que está haciendo por nosotros.Hemos tomado un tren que nos lleva directo al aeropuerto de Stuttgart, donde abordaremos un avión rumbo a Berlín.
|Dorothea Weber| Volver a casa con el secreto del embarazo de Aisling atorado en mi garganta es lo peor del mundo, pero encontrar a mi tío Tito en la sala de estar, justo donde solía esperar antes, lo mejora todo.Está sentado junto a mi padre, conversando sobre algo que no alcanzo a escuchar. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, y sin pensarlo dos veces, dejo caer el bolso que traía en la mano. Artem se queda atrás mientras yo corro hacia ellos.—¡Tito! —exclamo con alegría. Ambos se giran al escucharme—. ¡Estás aquí!.Me lanzo sobre él, abrazándolo con fuerza. La emoción de verlo nuevamente después de tanto tiempo me inunda. Desde el rescate no había sabido nada de él, y ahora, de repente, está aquí.—¿Dónde has estado? —pregunto, separándome apenas para mirarlo a los ojos, lo único visible bajo la capucha y la mascarilla que lleva puesta—. ¿Por qué no habías venido a verme?.—Hija, cariño —interviene mi padre desde detrás de nosotros—. Acabas de llegar. ¿No vas a saludarme? Dale un
***|Alaric Kaiser| Aisling me ha estado evitando desde ayer. ¿He hecho algo mal? La duda me atormenta cada vez que la veo, cuando sus ojos parecen querer decirme algo, pero luego aparta la mirada y se queda en silencio.Me consume la preocupación. Tal vez aún no me ha perdonado por completo, o quizás las sombras de su pasado la siguen acechando, trayendo recuerdos o pesadillas. Las posibilidades se arremolinan en mi mente. ¿O estará enferma? Desde que llegamos, la he notado más pálida, pasando casi todo el día encerrada en su habitación durmiendo. —¿Le ocurre algo, señor? —la voz de Gerd irrumpe en mi despacho, sacándome del trance. Su tono refleja preocupación—. La noto decaído.—Es Aisling —respondo, pasándome una mano por el rostro, como si intentara despejar la niebla que cubre mis pensamientos—. No sé qué le pasa. Me evita.Gerd coloca unos papeles sobre mi escritorio, los cuales debería revisar, pero ahora mismo me cuesta concentrarme en cualquier cosa. Pensé que las cosas en
|Artem Zaisetv| Me siento como si me hubiera pasado un camión encima. ¿Qué demonios me ocurre? Estoy más cansado que un sicario en lunes, la jaqueca me está taladrando el cráneo y, para colmo, todo me da asco. Ni siquiera el olor del café me gusta hoy, y eso ya es una señal del apocalipsis. Tengo antojos de cosas raras, tan raras que me hace pensar que algo anda muy mal. ¿Me enfermé? Por Dios, mi cuerpo no conoce esa palabra a menos que me metan un tiro.—¿Me estás escuchando? —Alaric me habla de nuevo, y juro que si tuviera hilo y aguja, le cosía la boca ahí mismo. Hoy estoy más amargado que nunca. —¿Estás bien?.—"Bien" mis pelotas —gruño, masajeándome las sienes como si eso fuera a salvarme del infierno que es este día—. Soy un desastre, Alaric. Nada está bien.—Si estás enfermo, me lo hubieras dicho antes.—¡No lo estoy! —le espeto, aunque ni yo me lo creo—. Bueno, no sé. Habla de una maldita vez.—Voy a ser papá —suelta él, y mi ánimo, que ya estaba en el subsuelo, llega al núcl
Me detengo frente a la puerta del consultorio, mirando por el cristal. Kukla está sentada allí, tranquila, con su típica expresión de "aquí no pasa nada". Y me jode porque, claro, no le dijo nada de esto. Estaba convencido de que íbamos a cenar hoy. Pero no, parece que esta es la versión "Ginecología: la cita que no esperabas".La enfermera entra y le hace una señal para que la siga. Aprovecho la ocasión y entro en la sala como buen atrevido. Pero justo cuando me encamino hacia la puerta por donde mi Kukla y mi suegra se escurrieron, aparece la enfermera de antes.—¿Quién es usted? —me lanza una mirada sorprendida—. No puede estar aquí, señor. ¿Quién lo dejó entrar?.—Yo no necesito permiso para estar en ningún lado —gruño, sintiendo el maldito dolor de cabeza retumbando en mi sien—. Muévase, mi esposa está adentro.—¿Su esposa? Lo siento, pero...—A la mierda las formalidades —la empujo a un lado, casi atropellándola con el hombro mientras me cuelo para buscar a mi mujer.— ¡Oiga, q
|Aisling Renn| Me miro en el espejo y, de inmediato, una sonrisa se dibuja en mi rostro. El vestido blanco que llevo puesto cae con suavidad, moldeándose a mi figura. El escote en V me resulta cómodo y realza mis rasgos de forma sutil, mientras las mangas abullonadas le aportan un aire romántico que me encanta. Estoy lista para salir con Alaric. Como toque final, me coloco mi amuleto de la suerte: el collar con la pequeña mariposa negra.—Liebling —la voz de Alaric suena del otro lado de la puerta—. ¿Ya estás lista?.—¡Sí! —respondo con entusiasmo.La puerta se abre y Alaric entra. Sus ojos recorren mi figura de pies a cabeza antes de detenerse en los míos. Sonríe y, con esa seguridad que lo caracteriza, se acerca para rodearme la cintura con sus manos, sin dejar de mirarme con tanta ternura.—Estás preciosa —murmura en un tono íntimo que me hace sonrojar—. Creo que estoy reconsiderando si deberíamos salir. No quiero que nadie más te vea.—Oye, tú tampoco deberías salir con esa pinta