Mía Jones* Estoy acostada viendo hacia la ventana. Ya llevo encerrada aproximadamente un mes y aún no sé nada de Paolo. Seguro ya dejó de buscarme y ahora está con otra mujer. Durante este mes, Izac ha tenido diferentes cambios de humor. Unos días es buena persona y hasta parece que en realidad me ama, o bueno, que ama a Penelope, pero otras veces me golpea hasta casi matarme. Hoy, por fin, se curó la herida que me hizo hace una semana con el borde de una mesa. Toda la semana se la ha pasado pidiendo perdón y comprando flores, pero ya es inútil la verdad, ya me da igual lo que pase conmigo. -Hola, mi preciosa Penelope - Izac entra con una caja en sus manos. -Mira lo que te traje -coloca la caja a mis pies y me mira esperando que lo abra. Así que empiezo a abrir la caja y cuando lo hago veo un hermoso vestido con unos zapatos a juego. -¿Te gusta, mi amor? -Sí, es muy lindo -digo algo desanimada. -Quiero que te lo pongas hoy, tendremos una fiesta donde asistirá gente muy importante
Doctor, ¿cómo se encuentra mi prometida? - con quien habla izac - Señor, le informo que la señorita Jones se encuentra algo delicada y además hay algo que debe saber - ¿qué está pasando? Intento abrir mis ojos, pero no puedo. - ¿Qué pasa, doctor? ¡Dígame! - Ella estaba embarazada, tenía un mes de embarazo - ¿embarazada? ¡No, esto tenía que ser una broma! - ¿Estaba? - Sí, señor, la señorita lo perdió por la caída y por el vidrio que se incrustó. Lo más probable es que ella nunca pueda quedar embarazada, ya que el útero quedó muy dañado y si llegara a quedar, el embarazo sería de alto riesgo. - No puede ser - siento cómo vuelve a mí la oscuridad. - ¡Eres un maldito desgraciado! ¡Mira lo que le hiciste! - es Paolo, ¿pero qué hace aquí? ¡Lo matará! - Largo de aquí, déjame con mi mujer. - ¡Tu mujer! ¡Ella es mía y siempre lo será! - Te mataré si no te vas, Paolo, no estoy de humor. - ¿Por qué? Ah, ya sé por qué, mataste a tu propio hijo y ahora ella quizás nunca vaya a poder qued
Seis años después... -Mia!!! Despierta, llegaremos tarde a la junta - abro mis ojos como platos cuando Matilde menciona la palabra "junta". Me levanto de un salto y me meto en la ducha. En 10 minutos salgo y en 20 estoy lista. Salgo de la habitación y encuentro a mi amiga Matilde desayunando. -No sé qué haría sin ti - digo mientras tomo mi café. -Lo sé, por eso ahora somos socias de nuestra propia marca de ropa. Quiero contarles un poco sobre mi vida en estos últimos 6 años. Me mudé con mi amiga Matilde a París y ambas nos inscribimos en una de las mejores academias de moda de la ciudad, todo porque ganamos un concurso cuyo premio era una beca completa. Esa fue nuestra puerta de entrada. Hace dos años me gradué con mi amiga y decidimos montar nuestra propia marca de ropa. Al principio fue difícil; empezamos con una tienda pequeña y ahora tenemos tres en diferentes lugares de París. Estamos pensando en expandirnos, y precisamente de eso trata la junta de hoy. Si me preguntan por m
Estoy en shock. Matías es el socio que Lia nos recomendó. - ¿Tú eres el socio? - digo algo sorprendida. - No directamente, el socio no pudo asistir hoy, pero me pidió que lo representara. - ¿Desde cuándo te juntas con gente que le gusta el mundo de la moda? - este suelta la carcajada. - Es buen negocio, Mia, más bien háblame de ti. - ¿Qué quieres que te cuente, Matías? - este toma mi mano y nos sentamos en una mesa. - De tu nueva vida aquí en París. - Bueno, pues llegué aquí hace 6 años, comencé a estudiar, me gradué y con mi amiga Matilda, que ya debe estar por llegar, creamos nuestra propia marca de ropa. - Yo sabía que ibas a lograr cada meta y todavía falta más porque pronto te vas a poder expandir por más partes de Europa hasta llegar a todo el mundo. - Lo sé, Matías. ¿Y tú, cómo has estado? - Bien, concentrado en los negocios. - ¿No estás con alguien? - este se ríe y niega. - Estoy destinado a ser un lobo solitario, así como Paolo - cuando menciona su nombre, mi coraz
Estoy como loca tratando de decidir qué ponerme para la cena con Paolo y Matías. Mi amiga, como siempre, ya sabe qué ponerse, pero yo soy una m*****a indecisa que no sabe qué colocarse. -Amiga, ya ponte algo, me estás estresando -le digo. -¡Matilde, ayúdame! -ella entra al cuarto y busca en mi armario qué colocarme hasta que saca un vestido negro con encaje. -Este es perfecto para ti -me lo entrega y yo lo observo. -¿Segura? - digo algo insegura. -Sí, ahora ve y pontelo porque ya casi son las 9 y ese hombre es muy puntual. Vaya, Matilde tiene razón, me queda muy bien. -Amiga, eres una diosa de la moda -Matilde sonríe. -Por eso estudiamos diseño - escuchamos cómo alguien toca el timbre y automáticamente mi corazón se pone a mil. -Yo abro - menos mal que Matilde se ofreció. Cuando abre la puerta, vemos a un señor con un traje negro. -Señoritas, el señor Lombardi las espera en su auto - Ambas tomamos nuestros bolsos y bajamos, pero nos llevamos la sorpresa de que hay dos camione
Un fuerte dolor de cabeza hace que abra los ojos lentamente. Veo a mi alrededor, pero no distingo el lugar hasta que siento como un brazo está rodeando mi cintura. Sin pensarlo, de golpe me paro sintiendo un fuerte mareo y al notar mi desnudez me tapo con una camisa de hombre. Me voy acercando a la persona que está acostada tapada con una almohada y cuando levanto esta, siento como todo se viene abajo. - ¿Qué hice? - ¡Rápidamente tomo mis cosas y salgo del apartamento de Paolo con ganas de llegar a casa y tomarme algo para el dolor de cabeza! Al llegar a casa, lo primero que encuentro es a Matilda desayunando. - ¿Dónde estabas, Mia? - Dejo caer mi bolso y voy directo a tomar unas pastillas. - ¿No me vas a responder? - Amiga, tengo una resaca tremenda, solo quiero darme una ducha y, si quieres, después hablamos. - Ni siquiera dejo que siga, ya que entro a mi habitación y me meto a la ducha, dándome un largo baño. Al salir, busco la ropa para ir a trabajar y luego me maquillo. - Aho
Miedo... miedo es lo que siento al ver a Paolo hecho una furia, fuera de sí. Tapo mi cara, esperando el golpe, pero este nunca llega. Siento cómo el agarre de Paolo desaparece y, cuando levanto la mirada, veo a Paolo con su rostro desfigurado y la mirada perdida. Escucho cómo dice: - ¿Qué hice... qué hice? - lo repite una y otra vez. Así que, con mucho cuidado, me acerco a él. - Paolo... - este no me mira, solo mira un punto fijo. - La voy a perder... no de nuevo - ¿qué está pasando? Parece como si se hubiera desconectado de la realidad. - ¡Paolo, mírame! - tomo su rostro y hago que me mire. - Estoy aquí - veo en su mirada dolor y arrepentimiento, y justo en ese momento pasa algo que nunca esperé ver: una lágrima cae por su mejilla, haciendo que algo dentro de mí se estruje. - Por Dios, Paolo, no llores - limpio su lágrima. - Perdóname... yo... yo no quise hacerte daño, soy un monstruo... perdón - trato de calmarlo, aunque es irónico, ya que yo también estoy muy alterada. - Tra
Izac... Mi cuerpo empieza a temblar y mis manos comienzan a sudar. - ¿Qué pasa, mi amor? ¿Se te comió la lengua los ratones? - se ríe mientras me voltea bruscamente. - ¿Cómo... cómo me encontraste? - Dios, estoy en shock después de tanto tiempo tengo al hombre que tanto me lastimó delante de mí. - Te vi en televisión en el lanzamiento de tu marca, te felicito, mi amor - intenta besarme, pero yo me corro. - ¡Lárgate de aquí! - señalo la ventana. - Me iré, preciosa, pero volveré por ti muy pronto - sale de la habitación y me dejo caer al suelo mientras comienzo a llorar. Tengo que irme de aquí rápido y sacar a Matilde también, no quiero que ella sufra. Lloro durante toda la noche y a la mañana siguiente me levanto con un fuerte dolor de cabeza y al verme al espejo tengo grandes ojeras y los ojos rojos. Me meto a la ducha y luego salgo para cambiarme. - Wow, amiga, luces terrible - exclama mi amiga tomando café. - Gracias, Matilde - tomo mis gafas y las coloco. - ¿No vas a comer?