Ignoré las miradas de asombro de algunas de las mujeres presentes en el baño, incluso las risas de un par de adolescentes que se retocaban frente al espejo con un labial algo chillón.—¿Joven? —murmuró una señora a mis espaldas, Fiorella caminaba delante de mi tapándose la boca evitando reír. Giré para atender lo que supuse era el reclamo de mi presencia en el baño femenino. Tomé una bocanada de aire.—Dígame —respondí casual, ella me detallaba meticulosamente con una mano debajo de su mentón.—Este es el baño de damas —se quejó.—Lo sé —respondí con media sonrisa forzada.—¿Y que hace aquí? —a veces me preguntaba y aun lo hago, porque demonios la gente se mete donde no la llaman. Podía comprender su preocupación por mi presencia allí, pero al menos no era un psicópata.—Acompaño a mi mujer embarazada, no quiero perderla de vista —mi ángel travieso ingresó a una de los cubículos sanitarios y fue entonces cuando la escuché reír bajito. La señora frente a mí suavizó el gesto y se marc
Fiorella rió con travesura aplaudiendo y asintió con ánimo, me despojé del saco tendiéndoselo a ella. Me enrollé las mangas de la camisa hasta los codos y me sumé a la jauría de lobos, lo reconozco, los hombres en grupo y con alcohol en sus venas se vuelven cavernícolas.Y sí, ocurrió que yo resulté ser la persona a quien le cayera el liguero de la novia, mierda, fue lo único que dije mentalmente. Yo tenía el liguero, la hermanita de Nicholas, el ramo.Los invitados ya pasados de copas con el ánimo por los cielos pedían a gritos el bendito show de que yo le colocara el liguero a Adaline. Ella, iba a terminar tan roja como una caceta telefónica londinense, pobre chica. Quise huir pero el muy desgraciado de Nick me jaló por el codo para que complaciera al público, de reojo miré a Fiore y ella también incitaba a gritos que lo hiciera con las manos y con el liguero en mi boca rededor. Esa pillína.Después de todo, los gritos de la gente, de la algarabía, no lo hice, porque estaba seguro
Miranda la madre de Fiorella le tendía un vaso de agua al idiota sentado cómodamente en los muebles de la sala, al sentir nuestra presencia, ambos nos observaron neutro. Felipe, bajaba las escaleras con cara de pocos amigos al ver a la indeseable visita, al parecer la única persona que le sonreía con educación en aquella casa era, Miranda.El tal Horacio posó sus ojos en mi mujer poniéndose de pie. Era un tipo que proyectaba elegancia y seguridad sin embargo para mí era una jodida piedra de mierda en el zapato, que en mala hora se tropezó en la vida de Fiorella, no se portó bien con ella, la trató como una cualquiera en la cama, lastimando su cuerpo, ocasionando desconfianza en ella, por eso comprendí la primera vez que estuvimos juntos en Boston su excesiva timidez, ocultando sus pechos de mi, la sentía dispuesta pese a que era nuestra primera vez juntos pero algo la frenaba, era como una batalla entre cuerpo y su mente. Me maldije internamente porque yo tampoco me había comportado c
Aquello parecía un cuento de terror narrado por un maldito demente, mientras que las piezas comenzaban a encajar en mi cabeza con miedo.—Así que fuiste tú, ¿para qué acabar con su vida? ¿Qué te hizo Priscilla? —empleé un tono condescendiente aparentando tranquilidad, aunque por dentro me encontraba aterrado, estaba loco si pensaba que dejaría ir a Fiorella con él después de escuchar de lo que era capaz; la vida de mi mujer e hijo corrían peligro.—Por la sencilla razón de que tuviste sexo con esa mientras mi hermana nos visitaba. Scarlet estaba maravillada contigo, por eso la cité urgente, no podía permitir que ella fuera una blandengue, no podía permitir que arruinara nuestros planes por primera vez y no quería matarla, por los menos no aun, si se porta bien. Nuestras finanzas peligraban y verás, me da una tremenda flojera ser pobre, por eso le presenté un nuevo "amigo" Albert Farley, ese con el que la descubriste en aquel hotel.—Tu forma de buscar dinero es una bajeza. Y matar a P
Mis hermanos y yo desde pequeños eramos muy unidos, por esa razón nuestra madre nos llamaba sus tres mosqueteros, aun lo hace. Tom con sus imparables bromas una que otra algo pesada y yo, ja, por lo general solía solaparlo, mientras que Troy, siempre centrado, trataba de evitar que no hiciéramos travesuras desastrosas y aunque Thomas era el mayor de los tres, era Troy quien por lo general velaba por nuestra seguridad; de niños fuimos tan felices porque no conocíamos el dolor, no éramos adultos y nuestra inocencia no nos permitía ver como es realmente el mundo, luego comenzamos a crecer y cada uno se fue sumergiendo en sus ocupaciones del día a día, chicas, fiestas, estudios y aun así Troy, trataba de mantenernos unidos con alguna salida repentina nada mas entre hermanos, pero luego de que sus deberes en la empresa lo envolvieran por completo y después que iniciaron sus viajes a Tokio terminamos por alejarnos más, aunque debo reconocer que fui yo quien realmente me distancié de ell
—¿Cómo...?—Mi poderoso poder de persuasión —dijo con orgullo —. No imaginas el rostro de Jimmy, cuando fingí que entraba en labor de parto por su culpa al no querer darme información del lugar secreto de la boda.—Pobre Jim —reí pese a mi estado de ánimo. Jimmy, era uno de nuestros pilotos y era quien sabía del lugar que escogí para casarme con mi ángel, era él quien llevaría a la familia hasta allá hasta Bélgica, al esplendoroso y mágico bosque azul.—Tenía mucha curiosidad, lo siento.—No te preocupes, siempre que lo mantengas en secreto hasta que...Fiorella, esté con nosotros.Tenía fe en ello, en que mi mujer regresaría a mi lado, tal vez el miedo me hacía pensar cosas impensables, aun así pelearía con la mismísima muerte si era necesario.—Anda, come.Lo hice, en realidad me sintió bien probar bocado, tenía muchas horas sin comer, en ese momento me sentí mareado y un dolor de cabeza asomaba en mis sienes. Me forcé a comer dos sándwiches, lentamente masticaba y de mi mente no p
—¡No, no, no! No tu, ángel.Fiorella hacia presión sobre su vientre pese a su estado de gravedad, su vientre comenzó a sangrar imparablemente haciendo que sus manos se cubrieran de sangre y entonces comenzó a perder el equilibrio. De nuevo la sostuve y comencé a llorar desesperado, cargado de impotencia. Coloqué una mano sobre las de ellas desesperado haciendo presión también en un vano intento. Ella lloraba desconsolada.—Theo...el bebé.—No hables mi amor, pronto saldremos de aquí, todo estará bien —giré mi rostro en busca de Ernest, él estaba recostado sobre la pared cerca a la ventana con el móvil pegado a su oído, se le veía mal y su pierna no paraba de sangrar —¡Ernest, necesitamos sacarla de aquí ya! —le pedí a gritos.—Enviaron un helicóptero... en diez minutos estarán aquí.Asentí temblando o tal vez era mi amor quien lo hacía, la cargué hasta recostarla en la cama, con una mano volví a presionar la herida y con la otra acariciaba sus mejillas tratando de limpiar sus lágrima
—¿No quieres comer algo? —insistió por tercera vez mi hermano. Negué.—Solo quiero estar con ella.—Bien.***Abrí la puerta con el corazón latiendo aceleradamente, Miranda se encontraba allí leyéndole un libro, sentada cerca a la cama, se levantó y me sonrió para abandonar la habitación. Las manos me temblaban sin parar y apreté estas para tratar de controlarlas. Avancé cuidadosamente paso a paso, me costaba tragar.Mi hermosa mujer estaba tranquila, con esos ojitos marrones cerrados que tanto amaba, sus pestañas se veían más largas que nunca y su cabello estaba recogido de medio lado. Tenía una vía que le suministraba el medicamento gota a gota, le acaricié una de sus mejillas notando que ya había recuperado un poco de color, me acerqué para besar por algunos segundos su frente. Ocupé la silla en la que había estado Miranda y le sostuve su mano derecha.—Hola mi amor. Te necesito tanto...han sido casi cuatro semanas en las que no he podido respirar sin ti, han sido los días más terr