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Enamorando a mi esposa C40: Ironías
Cuando Jazmín abrió los ojos, no supo dónde estaba, enderezó su postura, y se quedó perpleja, ¿Qué era ese lugar?

—¡Hola, bella durmiente!

Jazmín lanzó un grito terrible, asustando al hombre, que por poco caía de la silla.

—¿Quién eres tú?

—¿Qué? ¡¿Ya no te acuerdas de mí?! Soy yo, Ruggero, el hijo de la gran duquesa de Alvarado.

—Ah, ya, ¿Qué nos pasó?

—Nos embriagamos, querida, y despotricamos contra nuestros ex, ¡Malditos perros!

Jazmín esbozó una sonrisa, ahora sí que lo recordaba.

—Dime que no llamé a ese insecto.

—No has llamado al insecto, lo juro, te quité el móvil, pero tu hermana mayor ha llamado como mil quinientas veces, me acuerdo de Anne, se casó con el guapísimo… quiero decir, infielísimo Felipe de Anjou.

Jazmín se echó a reír.

—Con ese mismo, las Farré tenemos una mala reputación, amamos a los insectos, debe faltarnos una neurona.

—Quizás la naturaleza les dio una hormona, en vez de neurona.

Jazmín se echó a reír.

—Lo peor es que suena lógico.

—No, eso n
J.D Anderson

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