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Alex miró a Archi, y fue como si una rabia bullera en su sangre. De pronto, se le fue encima, lanzándolo al suelo, golpeándolo con fuerza, los invitados que vieron, gritaron.Felipe y Aaron corrieron a separarlos.—Pero, ¡Qué m****a! ¿Qué te sucede?Larissa y Lana salieron tan rápido, Larissa se asustó al ver a su marido golpeado.—¡Archi! —exclamó abrazándose a él, y Archi la alejó, caminando lejos de ahí.Alex pudo mirar esos ojos que le reprochaban y le dolían.Felipe y Aaron se miraron.—Vete, nosotros nos vamos a encargar de todo, Alex, ve a casa.—No —sentenció y entró a la iglesia, llegó hasta el altar, miró a todos.—No habrá boda, así que pueden irse, dejen sus habladurías, simplemente, no hay boda y ya, adiós.Alex caminó a la sala interior, el sacerdote se quedó perplejo.Anne fue tras Alex y lo tomó del brazo.—¡¿Qué le hiciste a mi hermana, Alex?!Alex tenía la mirada baja.—Que no lo amo, eso fue lo que hice, bien, ella quería ser la dueña de mi corazón, no puedo, amo a o
Anne retrocedió un par de pasos, mirando sus ojos, Felipe entró y miró a todos lados. —¿Estás sola? —exclamó intrigado, pero parecía que su mirada espiara a todas partes. Anne lo miró confusa, luego de un segundo, lo comprendió. —¿Pues, con quién piensas que estoy? Felipe la miró fijamente, iba a hablar, titubeó. —Ah, ¿Crees que mi amante está conmigo? —exclamó indignada—. Bien, ¿Por qué no buscas en el cuarto de baño? Busca en el clóset, o en el balcón, ¡Busca debajo de la cama! ¡Eres patético! ¿Quién eres para perseguirme y acosarme? Preguntó con las manos en su cintura, estaba furiosa. Felipe temía haberla herido, cuando recordó las palabras de Daniel Higareda, lo dominó la furia. —¡¿Quién soy?! —exclamó indignado—; ¡Soy tu esposo! Anne no esperaba tal respuesta, le miró sorprendida. —¡Eres nada, Felipe! Lo sabes, eso fue nuestro acuerdo, no somos nada, solo un contrato y ya. —¡Pues no! —espetó desafiante—. Ya no quiero eso, eres mi esposa ante Dios, y ante la ley, ¡Estoy
Anne abrió los ojos, miró al otro lado de la cama, él no estaba ahí, pero en aquella mesa que fungía como un pequeño comedor, estaba el desayuno listo. Se levantó desnuda, caminó al cuarto de baño y entonces lo vio, bañándose en la regadera, sonrió al verlo, le gustaba como las gotas de lluvia bañaban su cuerpo. Anne respiró. «¿Qué está pasando conmigo? ¿Estoy rindiéndome? No puedo perdonarlo por eso, solo es sexo y nada más, las personas tienen sexo para bajar el estrés, eso no significa nada» pensó. Felipe salió de la regadera, se sorprendió de verla ahí, pero sus ojos recorrieron su cuerpo con deseo. Anne caminó sin inmutarse o decir nada, y se metió en la regadera. Felipe sonrió al verla, no dijo más. Cuando ella salió, él estaba sirviendo el desayuno. Ella se sentó frente a él, aún tenía el cabello húmedo. —Anne… —Ni creas que esto cambia nada. Felipe se quedó perplejo, no dijo nada, solo miró sus ojos. —Para mí ha cambiado todo, Anne, y no actuaré diferente de ayer, de
Cuando Jazmín abrió los ojos, no supo dónde estaba, enderezó su postura, y se quedó perpleja, ¿Qué era ese lugar? —¡Hola, bella durmiente! Jazmín lanzó un grito terrible, asustando al hombre, que por poco caía de la silla. —¿Quién eres tú? —¿Qué? ¡¿Ya no te acuerdas de mí?! Soy yo, Ruggero, el hijo de la gran duquesa de Alvarado. —Ah, ya, ¿Qué nos pasó? —Nos embriagamos, querida, y despotricamos contra nuestros ex, ¡Malditos perros! Jazmín esbozó una sonrisa, ahora sí que lo recordaba. —Dime que no llamé a ese insecto. —No has llamado al insecto, lo juro, te quité el móvil, pero tu hermana mayor ha llamado como mil quinientas veces, me acuerdo de Anne, se casó con el guapísimo… quiero decir, infielísimo Felipe de Anjou. Jazmín se echó a reír. —Con ese mismo, las Farré tenemos una mala reputación, amamos a los insectos, debe faltarnos una neurona. —Quizás la naturaleza les dio una hormona, en vez de neurona. Jazmín se echó a reír. —Lo peor es que suena lógico. —No, eso n
Anne la miró con rabia, de pronto la empujó a la piscina, al escuchar sus gritos, todos voltearon a ellas. Felipe se acercó a Anne. —¿Qué haces? Ella cargó al niño y lo llevó consigo, la nana estaba ahí, —Prepáralo que nos vamos. —Mami, ¿estás enojada? —No mi amor, no contigo. —¿Con papi? —No. Felipe tomó el brazo de Anne y la apartó. —¿Qué es lo que haces? ¿Por qué lanzaste a Ana al agua? —Porque me dio la gana, y sabes qué, te odio a ti y a toda tu familia. Felipe la miró sorprendido. —¿Ah, me odias? Pero eso no parecía ayer, ¿O lo fingiste? —Así que estabas comprometido solo con algunas mujeres. —¡No! Maldición, era un joven estúpido. —¡No lo eras! —exclamó furiosa—; Ahí tienes a Isabella, tu querida cuñada me dejó claro que la quiere para ti, porque yo no soy la sumisa Anne que lo perdona todo, ve con ella, diviértete. —No seas ridícula. —¡Ridículo, tú! —dijo golpeando su pecho —Ella no me interesa, ¡Solo me interesas tú! —Felipe la acorraló en sus brazos, pero e
Anne sintió su aliento cálido, que la embriagaba. —Anne, te amo, nunca volvería a fallar, pero, no tengo forma de demostrártelo, si no me dejas. Mírame —dijo tomando su barbilla, obligando a que lo viera a los ojos—. ¿Ya no me amas? ¿No hay ni un poquito del amor que alguna vez me tuviste? Él besó sus labios, ella no pudo más, fue frágil, se rindió ante él, sus manos se colgaron a su cuello; el beso fue dulce, lento, y apremió, poco a poco, como si se cocinara a fuego lento. Felipe tomó su cintura, la abrazó, la hizo caminar a la cama, necesitaba hacerla suya, amarla durante toda la noche, como lo hizo antes, pero escucharon el claro llanto de Matías a lo lejos. Se detuvieron justo antes de caer a la cama, se miraron y rieron. —Yo iré —dijo Anne Felipe liberó un suspiro, y Anne fue a la habitación de Matías. Alex estaba frente al terapeuta, habían platicado todo el día, estaban en el jardín. —¿Piensas en Larissa o en Jazmín? —En las dos, pero, ahora pienso en jazmín, me preocu
Cuando Anne volvió a la habitación, encontró a Felipe en la bañera, ella lo miró, sonrió, se desnudó y caminó hacia él, se metió en la tina, y él no pudo evitar mirarla con ojos llenos de deseo, se sentó delante de él, sintiendo sus suaves caricias. —¿Por qué tardaste tanto? —Matías no podía dormir, pero se ha quedado rendido. Felipe besó su cuello, y masajeó su cabello. —Te amo, Anne, te amo tanto, podría faltarme todo en la vida, pero, que nunca me faltes tú y mi bebé, ella se giró a él y acunó su rostro, besó sus labios. —Juré que me vengaría de ti, que te destruiría. Él acarició su mejilla. —Lo has hecho bien, pero por favor, ya no lo hagas, ya no puedo resistirlo más, te necesito, soportaría todo por ti, si me lo pidieras, aunque si me haces feliz, juro que seré bueno. Ella sonrió, se abrazó a su cuerpo. Sintió sus manos fuertes, se sentía en paz, y era raro sentirse de esa manera, lejos de todo el odio que los envolvió. Anne miró sus ojos. —Yo también te amo, Felipe, aú
Daniel llegó a la casa de los Farré, intentó entrar al despacho, pero la voz de Clara lo detuvo.—Daniel, ¿Qué haces aquí, querido?—Hola, Clara, yo he venido a ver como está Alex, supe lo que pasó.—Sí, muy triste. Aunque él ahora está con Pablo.—Que bueno que Pablo fue tan amable.—Estaba por desayunar, ¿Te unes a mí?—Claro —dijoCaminó tras ella y a medio camino se detuvo.—Espera, solo iré un momento al baño.Daniel corrió tan rápido, pero, en realidad, no fue al baño, entró al despacho de Pablo, abrió la puerta y se adentró.Husmeó entre las cosas y entre los cajones, hasta que al fin lo vio.《 Pablo eres un idiota, solo a ti se te ocurre cargar con la chequera de la escuela militar y encima tener cheques en blanco firmadosÉl tomó un cheque y salió tan rápido como pudo.Luego le dijo a Clara que no podría desayunar con ella y se fue.Condujo un viejo auto y pensó en Anne—¿Así que me dejaste por Felipe? Solo fui un juego, me usaste para darle celos, para demostrar que te podía