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Mauro Randle caminaba de vuelta casa, estaba medio ebria, iba zigzagueando. Como siempre había perdido todo su dinero. Las calles eran oscuras y ya casi era la media noche. De pronto, escuchó que alguien decía su nombre, se giró atrás, pero no encontró a nadie, cuando volvió la vista le dieron tremendo golpe que lo hizo ver contra el suelo, gateó asustado, alejándose, pero Terry lo miró con ojos severos —¿Así que querías matarme, maldito? ¡Fallaste! No vuelvas a intentarlo. Terry sacó una pistola y la apunto contra ese hombre. Mauro comenzó a chillar, arrodillado en el suelo, suplicando que no lo matara —¡No me mates, por favor, no lo hagas! —exclamó —¿Ya no me recuerdas? —Eres… —Mauro abrió bien los ojos para mirarlo y luego lanzó un grito—. ¡Terry! El novio de Lana… —¡Intentaste matarme! —apuntó directamente a su frente—. Ahora no tendré piedad de ti. —¡No me mates! Haré lo que sea. —¿Dónde está Lana? —exclamó con rabia —¿Lana? Por favor, deja a mi hermana en paz, ella va
—Los dejo solos, para que puedan hablar y aclararlo todo —Mauro salió tan rápido como pudo y le dirigió una mirada cómplice a Terry. Lana tenía ojos tan grandes, mirando a ese hombre de arriba abajo, creyó que era su pasado, que jamás se volverían a ver a la cara, ella lloró creyendo en su traición, pero eso no fue cierto, él era inocente, ahora lo sabía todo, y era él, y no tenía duda, sintió que algo en su corazón pesaba tanto como el cemento. —¡Lana! —exclamó Terry y se abalanzó a ella, abrazándola con fuerzas Lana se quedó inmóvil, ni siquiera pudo responder a ese abrazo, solo pensando, ¿De verdad era él? Se alejó casi de inmediato mirándolo —Terry, ¡Estás vivo! Yo creí que… —Sé lo que creíste… ¡Lo peor de mí! Pero, no es tu culpa, cariño, ellos te mintieron, primero enlodaron mi nombre, hasta que me repudiaste, luego te han dicho sobre una muerte falsa —él acunó su rostro, los ojos de Lana estaban confundidos, al borde de llanto—. Sin embargo, ahora y por siempre, Lana Randl
Terry encontró a Mauro, y juntos caminaron alejándose —Dame mi dinero —dijo Mauro Terry sacó un fajo de billetes y se lo dio, Mauro estaba por irse, pero Terry lo tomó del cuello, de nuevo arrinconándolo contra la pared, tenía la mirada amenazante y rabiosa. —Escucha, tengo más dinero, te daré mucho, pero debes estar de mi parte, si tu hermanita no se va hoy conmigo, iremos por ella después, ¿Has entendido? Mauro asintió. —Ya te lo dije que sí, haré lo que sea por dinero. Terry lo soltó. —Quiero deshacerme del perro de Aaron Greene, dices que es un ciego, será algo simple. —¿Simple? ¿Acaso no te dije que es dueño de medio pueblo? Ese tipo tiene miles de personas que lo cuidan y lo ayudan, el pueblo lo ama, y dudo mucho que puedas quitarle a Lana. Terry le dio un fuerte puñetazo —¡Cállate! Lana es mía, incluso si ella no lo quiere, es mía, por las buenas o por las malas. Mauro se quedó en el suelo, mientras lo vio irse, y lo miraba como si fuera solo un loco. Pero, luego vio
—Pero, ¡¿Qué has dicho?! —exclamó rabioso, él la tomó con más fuerza, sus ojos eran tan agudos, tan grandes y severos, que Lana tuvo un temor hacia él, que nunca antes sintió—. ¿Te das cuenta de que estás jugando con mi honra? ¿Aún te paras frente a mí, con tal descaro? Ella intentó liberarse —¡Tú eres malo y cruel! ¿Cómo has podido dañar a inocentes? Aaron la soltó, estaba temblando de rabia, y sintió que debía contenerse —¿Cómo puedes tratarme así? ¡A mí, que te he dado todo mi amor, he hecho todo por ti! —¡Sí! Hasta intentar matar a un hombre, ¿No es verdad? ¿Hasta dónde llega tu capricho, hasta donde llega la voluntad de un hombre que lo tiene todo? —exclamó con los ojos llorosos —Sal de aquí —dijo con la voz rota—. Vete a tu habitación, no quiero verte —ella le miró incrédula —¿Qué? —¡Sal de aquí, no quiero verte! —gritó tan fuerte, como si fuera el Aaron de antes, como cuando eran esposos. Ella salió despavorida, subió a su habitación, sintió que las lágrimas rodaron por
—Siempre yo, Lana, solo yo… —dijo Aaron lanzando la máscara al suelo, luego estrechó su cintura, acercándola a él, su mirada era severa y también triste, ella intentó manotear, alejarlo de ella, pero ese simple gesto hizo que él se encendiera más. —¡Suéltame, Aaron! He dicho que no te quiero cerca de mí… —¡Cállate, tonta, necia! Mira mis ojos. Su voz tan severa le dio un escalofrío, ella lo miró fijamente, su mirada tan azul, tan profunda, sintió que no tenía control de su cuerpo, él se acercó a sus labios, peligroso y posesivo —¡Aléjate! —¿De verdad crees que soy el monstruo que te han pintado? ¿Acaso no me conoces, Lana Randle? Ella sintió que se estremecía, miró su rostro, se sintió tan débil, lágrimas surcaron por su rostro —Yo… Yo… —titubeó —Mírame, soy tu hombre, ¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿Acaso no me conoces? ¿No me he desgarrado mi pecho ante ti, solo para que conozcas mi corazón? Él la soltó, parecía desesperado caminando por la habitación, luego se detuvo. —Si
—¡No te acerques! —exclamó apuntándolo —¿Vas a matarme, Larissa? Vamos, atrévete, si eres tan valiente, tú no tienes las agallas —espetó Braulio burlón, atormentándola, y alterándola, estaba seguro de que Larissa no sería capaz de hacer un acto tan cruel Larissa sentía que su mano temblaba, él tenía razón, ella no era tan fuerte, ni tan valiente, tampoco tenía una sangre tan fría, bajó la mirada, pero cuando él quiso acercarse volvió a apuntarlo —¡He dicho que no te acerques, o te aseguro que se me escapará un balazo! —gritó Algo vio el hombre en sus ojos, que temió que fuera capaz y se contuvo, de pronto Damiana entró tras él —¡¿Qué es lo que pasa aquí?! Larissa, ¡Te has vuelto loca! Baja esa m*****a arma. —¡¿Qué hacen aquí?! —exclamó—. ¡Digan que hacen aquí o los mataré a los dos! —sentenció Damiana la miró irresoluta —¿Serás capaz de disparar a tu propia hermana? —preguntó con mofa Larissa disparó a la ventana, haciendo los vidrios crujir, hizo que ellos pegaran tal susto,
Alex abrió los ojos, y Larissa estaba ahí, a su lado, ella dormía, él acarició su oscuro cabello, y ella despertó, levantó la mirada, encontró sus ojos y sonrió con dulzura. —¡Alex! Dios mío, temí que te pasara algo malo, dime, ¿Estás bien? —exclamó con esperanza, al verlo mejor Él sonrió, no podía dejar de ver su bello rostro adormilado —Sí, estoy mejor, solo fue un roce. —Tuviste fiebre, pero no es lo peor. Él miró la pistola sobre su mano, ella durmió con esa arma, de puro temor —¿Qué pasa? —exclamó quitándosela —¡Braulio está aquí! Tomó la mansión y las tierras, es como si fuera un maniaco, tiene a los trabajadores secuestrados, les ha hecho trabajar toda la noche, dice que Aaron fue secuestrado por los Robín, y que lo han matado —Larissa sollozó Alex la abrazó, pero lanzó un quejido de dolor, ella fue por el botiquín, para limpiar su herida, él aún no era tan fuerte. Ella limpió su herida, pudo observar su fuerte pecho, sintió que sus mejillas enrojecían, limpió bien, y v
Larissa abrazó a Lana, ella se sentía tan mal, estaba recostada, pensando en como había llegado hasta ese lugar —¿Qué me pasó? —dijo Lana con la voz débil —Te desmayaste, pero estarás mejor —dijo Larissa sosteniendo su mano. Lana respiró profundo, el doctor llegó y comenzó a revisarla, le extrajo una muestra de sangre —¿Ya tuviste tu periodo? —preguntó el doctor Ella se quedó en blanco, sabía que no se había cuidado al tener relaciones sexuales, y sabía que era el segundo mes que no le venía su periodo —Creo que estoy embarazada, doctor —dijo—. Podría hacerme el análisis, pero, podría no decirle nada de esto al señor Greene. El doctor la miró confuso —Es que, él es el dueño del hospital, si yo me niego a darle información. Lana bajó la mirada, y asintió, sabía que Aaron se daría cuenta de todos modos —Bien. —Más tarde tendré los resultados. El doctor revisó su presión arterial, descubriendo que estaba elevada —Debe controlar su presión arterial, sabe lo que debe o no comer