Celine avanzaba con pasos ligeros y cautelosos, a través de un callejón húmedo y oscuro. Estaba envuelta en un abrigo grueso, con gafas de sol que ocultaban su rostro y un sombrero que proyectaba una sombra sobre sus facciones tensas. Se detuvo justo antes de llegar al final del callejón y miró hacia ambos lados, asegurándose de que no había ojos curiosos siguiéndola. Solo después de convencerse de que estaba sola, se adentró en la oscuridad.El hombre que la esperaba recargado contra una pared sucia con las manos metidas en los bolsillos, la vio acercarse, sonrió con la actitud de alguien acostumbrado a los juegos sucios. Su cabello despeinado y la chaqueta de cuero gastada eran los mismos que ella recordaba de hace años, cuando su vida era un desastre controlado, cuando el exceso y la inconsciencia gobernaban cada una de sus decisiones.—Celine, preciosa —saludó el hombre con una sonrisa ladeada antes de rodearla con sus brazos y besarla sin previo aviso, con una intensidad posesiva
De regreso a su casa, cruzó el umbral, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en su pecho con la fuerza de una tormenta. Cerró la puerta con un golpe seco. El sonido resonó en la estancia vacía, un eco de su frustración. Caminó con pasos rígidos hasta el centro de la sala, donde se quedó de pie, temblando de indignación, mientras trataba de controlar la ola de emociones que amenazaba con consumirla.Tomó su teléfono con dedos crispados y marcó el número de Theo, presionando el dispositivo contra su oído con fuerza, como si con eso pudiera asegurarse de que él la escuchara bien, de que no tuviera escapatoria.El tono de llamada repicó una vez. Luego dos. Luego tres. Cada segundo que pasaba sin que él contestara hacía que su rabia aumentara. Justo cuando estuvo a punto de colgar y volver a llamar, la voz de Theo sonó al otro lado de la línea.—¿Qué pasa? —preguntó con tono neutro, carente de interés, como si su llamada fuera un inconveniente menor en su agenda.—¿Cuándo vienes a visitarme
La decadencia tenía un nombre. Y ese nombre era Theo.Llevaba días sumergido en un abismo de alcohol y autodestrucción, hundiéndose cada vez más en el agujero negro de su propia miseria. La luz tenue del departamento apenas iluminaba las botellas vacías esparcidas por el suelo, los ceniceros completamente llenos de colillas y las cortinas corridas que bloqueaban cualquier indicio del mundo exterior. El aire estaba cargado de una mezcla nauseabunda de whisky rancio y humo de cigarrillo, impregnando cada centímetro de su piel, de su ropa, de su conciencia.Pero lo peor no era el estado deplorable de su hogar. Lo peor era la ausencia.La ausencia de aquella voz suave que, en tiempos mejores, solía susurrarle palabras de consuelo cuando la culpa y el alcohol lo ahogaban. La ausencia de las manos cálidas que lo ayudaban a incorporarse cuando terminaba desplomado sobre el sofá, demasiado borracho para moverse. La ausencia de esos ojos que lo miraban con una mezcla de reproche y ternura mien
El sonido de la puerta al cerrarse tras ella se sintió como un eco en su pecho. Valeska apoyó la espalda contra la madera, cerró los ojos por un momento y exhaló largamente. La conversación con Theo la había dejado agotada, no tanto por lo que él dijo, sino por la imagen que había proyectado.Nunca imaginó verlo así, nunca pensó que aquel hombre, que siempre se mostró tan altivo y orgulloso, llegaría al punto de arrodillarse ante ella, rogándole con la voz quebrada que le diera una oportunidad. Y, sin embargo, ahí estaba su imagen, se mantenía en su mente, como un recordatorio de lo que había sido y de lo que jamás volvería a ser.Caminó con lentitud hasta la sala, donde encontró a Lisandro sentado en el sofá, con la camisa medio desabrochada y una copa de vino en la mano. Al verla entrar, dejó el vaso sobre la mesa y se incorporó de inmediato. Sus ojos se entrecerraron con preocupación al notar su expresión tensa.—¿Qué pasó? —preguntó sin rodeos, avanzó hasta quedar frente a ella. S
La puerta se cerró lentamente detrás de Valeska mientras ella permanecía de pie en el umbral, sin poder apartar la vista de la figura desaliñada que tenía frente a ella. Theo se veía irreconocible. Su ropa estaba arrugada, parecía que había tomado lo primero que encontró antes de salir corriendo de su casa. Su cabello, siempre cuidadosamente arreglado, caía desordenado sobre su frente, y había una sombra de cansancio en sus ojos, como si llevara días sin dormir… o como si estuviera al borde del colapso.Pero lo peor no era su aspecto. Era la manera en la que se movía, la forma en la que sus dedos se crispaban ligeramente alrededor de las bolsas que sostenía, como si estuviera haciendo un esfuerzo consciente por mantener el control. Sus hombros estaban tensos, y su mirada no lograba sostenerse en un solo punto.Valeska frunció el ceño, sintiendo que algo estaba mal. Muy mal.—Toma. —Su voz era ronca, baja, como si le costara hablar.Le extendió varias bolsas de compras, y ella dudó ant
La ceremonia de inauguración era un espectáculo de lujo y poder. La iluminación perfectamente diseñada resaltaba la arquitectura imponente del edificio que Lisandro y su socio habían levantado con meses de esfuerzo y estrategias bien estructuradas.La música suave se deslizaba por el aire, combinándose con el sonido de las conversaciones animadas y las risas contenidas de los asistentes, todos vestidos con su mejor atuendo, irradiando confianza y ambición. Era una noche de celebración, de éxitos, de alianzas y de promesas de futuros aún más prósperos. Y en medio de todo ese ambiente de negocios, inversiones y reconocimientos, Valeska se sentía como una pieza ajena, una figura inesperada dentro de aquel mundo al que Lisandro pertenecía con tanta naturalidad.Desde el momento en que había llegado, todos los ojos se posaron sobre ella con un interés particular, con miradas inquisitivas que no se molestaban en disimular su curiosidad. No tardó en darse cuenta de por qué.A cada paso que d
El ambiente de la inauguración seguía impregnado de ese aire de celebraciones formales, donde la gente hablaba de negocios con sonrisas y elogios estratégicos. Pero para Valeska, la noche se estaba convirtiendo en un terreno minado de emociones, encuentros incómodos y verdades a medias que parecían acecharla desde cada esquina. Y ahora, frente a ella, con esa mirada de desprecio apenas disimulada, se encontraba Halley.La presencia de la mujer siempre le había resultado incómoda, pero esta vez había algo diferente en su postura, en la forma en que su mirada chispeaba con una mezcla de ira y satisfacción perversa. Valeska reconocía ese tipo de resentimiento, uno que se había cocinado a fuego lento durante demasiado tiempo y que, al encontrar la oportunidad adecuada, estallaba sin restricciones.—Vaya, vaya… —la voz de Halley resonó con un tono burlón, su sonrisa ladeada denotó un deleite cruel—. No puedo creer que te atrevas a aparecer en un evento como este, tan campante, como si no h
El aire de la noche era fresco, la leve brisa revolvía el cabello de Valeska mientras salía del edificio con el fin de alcanzar a Theo. Sus pasos eran decididos, pero su mente seguía debatiéndose entre razones y sentimientos.No tenía por qué seguirlo, esa no era su obligación, no tenía por qué entregarle su abrigo de manera personal, pero algo en su interior se resistía a simplemente dejarlo ir así sin más.Theo, al escuchar unos pasos, se giró, su rostro reveló un poco de sorpresa al ver a Valeska. Durante una milésima de segundo, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, como si su presencia le trajera un alivio momentáneo. No obstante, esta se desvaneció con rapidez, dejando ver esa expresión vacilante que la perseguía desde el día en que se habían distanciado.Sin decir nada, Valeska extendió la prenda en dirección de Theo, quien la tomó con un poco de urgencia.—Gracias —dijo con un tono bajo de voz, el suficiente como para delatar su incomodidad.Ella no dijo nada, solo se