—Espera… ¿cómo que en adopción? —inquirió Mell y levantó una ceja en señal de incredulidad—. Dime que no es cierto.
Asentí con mi cabeza e hice un sonido afirmativo. Luego limpié mis lágrimas con mis manos y la miré.—Ni siquiera yo soy capaz de creer algo así de ella —murmuré y tapé mi rostro con mis manos—. Prometió apoyarme, cambiar, y solo sigue siendo la misma egoísta de siempre. —Es increíble hasta donde llegan los prejuicios —susurró—. Le imploré que no se metiera en tu vida, que te dejara encontrar la felicidad por ti misma, que ya suficiente daño te había hecho James como para que ella siguiera pensando que es el amor de tu vida. Pero intentar decidir por ti en cuanto a tu hijo, ya es pasarse de la raya, esto es mucho más grave, Bella.—¡Darás a ese niño en adopción y es mi última palabra! —exclamó mi madre furiosa, en un grito.—¡Que no lo haré! —grité de forma estrepitosa—. ¡No voy a vender a mi hijo! ¿O es que tu si lo harías? ¿Me habrías vendido o a Angie solo por no ser una madre soltera?Mi madre me miró con sus ojos llenos de mucha rabia y enfado. Se notaba indignada e irritada, era como si mis palabras hubiesen tocado la fibra más arraigada de su cólera, y casi de forma instantánea, su mano rozó mi mejilla con fuerza e ímpetu, pasando sus dedos de forma vigorosa por cada milímetro de mi piel; casi arrastrándola a su paso.La calentura rápidamente se esparció por toda el área de mi mejilla afectada y giré mi cara con lentitud, mis cabellos se pegaban a mi rostro debido a las
El cielo empezó a nublarse, la noche estaba por caer, veía como el sol se ocultaba poco a poco y a su paso dejaba colores realmente hermosos, esas combinaciones que no se pueden explicar, porque no sabes cómo describir su majestuosidad. Me moví para cambiar mi posición, porque ya me sentía cansada. Me acomodé mejor en la banca, debajo de un frondoso árbol que intermitentemente dejaba caer sus hojas y que volaban con el poco viento que corría. Estaba frente a una panadería. El olor a pan caliente me hizo agua la boca, imaginarme comiendo un buen trozo de pan con mantequilla acompañada de una taza de chocolate caliente, hizo rugir la fiera de estómago que llevaba y llevaría por siete u ocho meses más.Saqué mi billetera y conté las pocas monedas y dólares que tenía. En total eran tres dólares con cincuenta centavos, al menos me alcanzaría para comprar algo de pan y una taza de chocolate y calmar un poco el hambre que ya empezaba a fatigarme.No sabía qué sería de
Las calles ya empezaban a parecerme demasiado largas, el hambre comenzaba a convertirse en una fatiga imposible de soportar y el frio penetraba mis poros, haciéndome tiritar y abrazar mi cuerpo para sentir un poco de alivio. Me detuve frente a un callejón solitario y el miedo se apoderó de mi cuerpo al escuchar algunos ruidos extraños, como si alguien tosiera, y luego se unieron unas risas masculinas.Temblorosa y con el miedo en el máximo punto, me di la vuelta y empecé a caminar lo más rápido que podía, para alejarme de aquel lugar y de su peligro inminente. Luego, escuché que las voces empezaban a acercarse más y el eco se desaparecía; como si aquellas personas se acercaran cada vez más a mí; tragué saliva y con toda la fuerza que había quedado en mí, corrí, hasta doblar la esquina y me escondí detrás de un bote gigante de basura.Me agaché agitada y temerosa, sentía el miedo carcomer mis huesos y mi respiración era entrecortada y gélida. Con las manos tembloros
Limpié mi rostro y restregué mis ojos con fuerza. Odiaba ese sentimiento de culpa, de impotencia, de no poder hacer nada para cambiar y remediar esa situación tan deprimente. Pero exhalé con fuerza y enfoqué mi vista en un punto fijo e intenté concentrarme pensando en lo que haría desde ese momento en adelante.Mi vista nublada a causa de las lágrimas, empezó a despejarse poco a poco, hasta que pude observar con más claridad y distinguí algo de color blanco sobre el asfalto, de inmediato recordé a Fernanda.Me agaché con lentitud para levantarlo, lo tomé entre mis dedos y noté que estaba muy bien cerrado. Titubeé un poco y lo observé con rabia, tenía tantas ganas de llorar y tantos sentimientos guardados.Mi amiga se acercó a paso lento y con las manos metidas en sus bolsillos, se detuvo frente a mí y me observó con d
Las clases eran pesadas, a pesar de estar en las primeras semanas, se hacían eternas las horas. Cada vez me sentía más cansada y mareada, a todo era más sensible, al ruido, a olores, a sabores e incluso, a personas. Pero debía continuar mis estudios, porque estaba consciente de que eso era lo único que podría mejorar mi condición de vida y así encontrar un trabajo que me facilitara una mejor situación económica, para poder sacar a mi bebé adelante.Aquella mañana, me sentía con nuevas energías, como si cambiar de ambiente me hubiese asentado bien, como si aquella toxicidad que presenciaba en casa de mis padres, se hubiese esfumado de un momento a otro y Mell y Javi me hubiesen contagiado de su alegría y optimismo.Había tenido una noche de sueños raros, en los que Alex siempre aparecía y por más absurdo que pareciera, siempre tomab
Me sentía sumamente nerviosa. En mi mano tenía los exámenes y en la otra, la tarjeta de control que me habían dado el día que supe que estaba embarazada, al verla me sacaba un suspiro cada vez que leía mi nombre y recordaba el porqué estaba sentada frente a la puerta de ese consultorio.Miré de reojo a mi mejor amiga que estaba más nerviosa que yo, no dejaba de mirarme a cada rato, jugaba con sus dedos y movía sus piernas frenéticamente como si se tratase de ella toda esa situación.A nuestro alrededor había tres parejas, una de ellas con cinco niños a los que veía jugar con algunos juguetitos que habían llevado, de repente empezaron a pelearse. El papá trató de separarlos y uno de los niños quedó llorando por cederle al otro, un carrito rojo.¿Cómo se era un buen padre? O en mi caso ¿una buena madre? No
Podía sentir el sol tenue de la tarde iluminar mi rostro con sus colores rojizos; el susurro del viento en mi oído que soplaba una suave melodía y que fungía como animador de mis pensamientos; el caer alterno de las hojas y el siseo de las ramas al bailar con el suave movimiento que provocaba la brisa. Miré hacia uno de mis lados para encontrarme con un hermoso parque que me recordaba los días en que mis preocupaciones solo eran los raspones de rodillas y los regaños de mamá.Mi celular empezó a sonar, la canción No Vacancy de One Republic se acompasó con el susurro del viento, logrando que me sobresaltara y que diera un brinquito en el lugar donde me encontraba sentada. Rápidamente saqué el celular de mi bolso que llevaba en mi hombro, al echar un vistazo a la pantalla vi que era una llamada de Mell. ¿Es que acaso no podía entender que necesitaba estar s
Luego de tantas cosas acumuladas, con ese acontecimiento mi mundo se terminaba de caer a pedazos. No podía estar pasando, ¡no en ese momento!—Tienes que estar tranquila —pidió Mell, sentándose a mi lado en una de las sillas de la panadería y apretó mi mano con fuerza—. En serio, estar así solo te hace daño, el doctor lo dijo.—¡¿Tranquila?! ¿Cómo voy a estar tranquila? ¿Te das cuenta de lo que está pasando? — grité alterada y llamando la atención de los demás. Todos me miraban asustados, pero no me importó porque mi situación era más grave ahora, que unas cuantas miradas curiosas.—Lo siento mucho, Bella —murmuró Mell y se levantó de su silla, luego se acercó y me abrazó con fuerza—, y no estás sola en esto.Yo aún no podía