—¿Estás segura de que puedes ir? —preguntó Mell indecisa examinándome con la mirada, atenta a cualquier gesto que le confirmara que estaba imposibilitada para ir a trabajar.
Me detuve frente a ella y fruncí el ceño. Solté una risita floja y la miré.
—Cariño, tengo diarrea, no un infarto de miocardio —repliqué divertida—. Es solo un mal estomacal, no me voy a morir por eso.
—No sé qué demonios es un miocardio —gruñó impaciente y sonreí levemente, ya sabía a qué venía tanto drama—, pero trabajas en una panadería.
—¿Y? —cuestioné de inmediato, para luego girarme y seguir aplicándome la máscara de pestaña.
—¿Cómo que y? —farfulló—. Es de mal gusto, es asqueroso y antihigiénico. Adem&
Mi mente se nubló y mis piernas se debilitaron, una amarga sensación se expandió en mi cuerpo y me quedé inmovilizada y seguramente, pálida, porque su visita me había tomado por sorpresa, y vaya qué sorpresa.—Cielo —dijo con voz temblorosa.Me quedé en silencio, mi mente maquineaba rápido una solución, una respuesta, pero lo que encontraba era una lista de reproches y preguntas. No podía emitir palabra alguna, mi respiración entrecortada me estaba causando un golpe interno en la garganta y no dejaba pasar las palabras.Es que… ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Tirarme a llorar en su hombro por haberme dejado sola? ¿Sonreírle y hacer como si no hubiese pasado nada?Tantas cosas que había tenido que enfrentar sola y sin su apoyo, tantas situaciones difíciles sin ella a mi lado, más de t
Apreté mis puños con fuerza e intenté respirar de forma pausada para controlar la rabia que crecía en mí. Nunca me había caído bien, pero verla acercarse por el pasillo de la casa de mi mejor amiga, contorneando esas caderas con aires de superioridad, solo me provocaba repulsión y unas tremendas ganas de vomitar.Mell reaccionó antes de que yo pudiera seguir en mi ensimismamiento y se adelantó unos pasos, pero interpuse mi brazo frente a su cuerpo para evitar que se le abalanzara encima y le arrancara los cabellos, me provocaba curiosidad el motivo de esa detestable visita, así que intenté calmarla con una mirada tranquilizadora y ella gruño un poco, pero accedió a mi petición de que no arrancara sus ojos.—Hola, Fernanda —saludé con frivolidad y cada palabra cargada de ironía—, qué susto verte.Sus labios se fruncieron
Cuatro días después, me despedí de mi amiga para dirigirme al trabajo otra vez. Después de la visita de Fernanda y de mi madre, había sido muy difícil superar los momentos que había vivido, sin embargo, no podía rendirme y mucho menos dejar mi empleo.Caminé a paso lento por la acera y miré con detalle a mi alrededor, la mañana era algo sombría; las nubes engalanaban el cielo mientras el sol, al parecer, se había tomado un leve descanso; quizás en horas de la tarde, las nubes rompieran en llanto rociándonos con sus lágrimas, pero en aquel momento, solo eran manchas grises en el firmamento.Abrí la puerta de la panadería con lentitud y rápidamente noté la falta de clientes: las mesas estaban vacías y en los escaparates estaban todos los postres en las cantidades exactas que Matt sacaba por día. En otras palabras, no ha
La lluvia comenzó a intensificarse y el sonido abrumador que provocaba, también me atemorizaba, pero lo peor llegó cuando mi jefe miró por la ventana y tras unos segundos intentando tranquilizarse, rompió en llanto al igual que las nubes.Sus sollozos se acrecentaban y el dolor con el que los producía solo me hacían querer abrazarlo, pero necesitaba saber qué sucedía. Miré de forma incrédula hacia la mesa otra vez y mi corazón sufrió un vuelco al confirmar que sí se trataba de un lazo de cabello y un osito de peluche, tragué saliva con dificultad y cerré mis ojos, Matt no podía ser malo, no era un asesino, ¿o sí?Intenté calmarme y pensar con la cabeza fría, si quería saber lo que realmente sucedía, tenía que tranquilizarme primero y no dejarme traicionar por mis emociones.—¿Qu&eacut
—¿Por qué dices eso, Matt? —insistí impaciente.Él negó con su cabeza de forma frenética, como si en su interior se librara una lucha. Aspiró con fuerza y de forma entrecortada. Arrugó su frente y tragó saliva antes de abrirlos y posar su mirada triste y sufrida en mi rostro.—Nunca puedo hacer feliz a quien amo, es como si cargara conmigo una maldición —explicó con voz ahogada—, no hay mayor dolor que querer hacer feliz a alguien y no poder hacerlo.Entrecerré mis ojos y fruncí el ceño, me estaba costando entender todo lo que me decía, era como una serie de trivias o de acertijos sin respuestas. No obstante, me dediqué a mirar cada facción de su rostro sonrojado e hinchado a causa del llanto, y segundos después, agregó en un hilo de voz apenas audible por la intensidad de la lluvia:—Mi d
Los segundos transcurrieron con lentitud y mi corazón latía tan fuerte, que podía escuchar en mis oídos cada bombeo. Mis manos temblaban y tragar saliva era realmente una odisea, porque tenía un nudo horrible en la garganta que no me dejaba articular palabra alguna. La conmoción que recorría cada mililitro de mi sangre era inverosímil. Me encontraba en estado de shock, mi cabeza quería explotar de tanta información y dolor.La lluvia se intensificó y el golpeteo de las gotas sobre el tejado cada vez era más fuerte y torrencial. Matt sollozaba y mantenía su rostro cubierto por sus manos, pero lloraba tanto, que las lágrimas se metían en medio de sus dedos, ocasionando que sus manos estuvieran empapadas.Respiré hondo una y otra vez, buscando en el aire un posible remedio a mi malestar físico y emocional, pero mis intentos fueron en vano. No hab&ia
Su voz resonó aún por encima de la fuerte lluvia e hizo que mis piernas desfallecieran. Me faltaba el aire, así que tosí un poco para poder recuperarlo, aunque mi tos salió temblorosa a causa de lo débil que estaba por la impresión de aquel momento. Estaba más que nerviosa, la guerra estaba por comenzar. Intenté respirar pausadamente, sin embargo, los latidos fuertes y rápidos de mi corazón, me dificultaba mucho poder hacerlo. El latente dolor de cabeza apareció y sentí mi cerebro partirse en dos con una dolorosa cortada, además, las manos me sudaban y mis brazos se hacían pesados. Sabía que podía suceder, sabía que iba a pasar; pero no me sentía preparada para enfrentarlo; mucho menos de esa manera, de esa forma que nos había encontrado, muy comprometedora, por cierto. Lo que menos me imaginé aquella mañana al salir de casa, era que tendría que lidiar con ese momento al que le había estado huyendo hacía semanas. Me había ocultado en sueños y en la realidad,
Matt desapareció por la puerta, dejándonos sumidos en un silencio en el que solo la lluvia tenía protagonismo. Estaba confundida, nerviosa y muy desconcertada; pero también estaba frente a los ojos más hermosos del mundo, que me miraban con mucha dulzura, pero también con curiosidad.Bajé mi cabeza, no me sentía bien, realmente estaba aturdida entre tanta información, primero lo de Matt y después someterme al giro que había dado mis temores. No lo entendía, no lo comprendía del todo y eso ya estaba empezando a generar un dolor terrible en mi cabeza.La tormenta no daba treguas, seguía siendo tan imponente como el sentimiento que abrigaba mi corazón, los truenos resonaban dentro de esas cuatro paredes y las gotas cada vez eran más gruesas y agresivas, y eso solo provocaba que mi cuerpo se erizara al compás de la frialdad que dejaban al caer, me sentía helada y no había nada que pudiera apaciguar ese frío que me embargaba.De pronto sentí un roce en mi mentón y mi