—¿Me puedes explicar qué rayos hacías con Alex Queen? ¡Yo creí que estabas trabajando! —reprendió Mell enojada.
—Pues sí, eso era lo que realmente debió pasar, pero sin querer, nos topamos en la salida de su casa, ni siquiera sabía que allí vivía —respondí en voz baja y mirando hacia un punto fijo—, así fue como nos e
Una intensa claridad atacó mis ojos, intenté abrirlos pero fue una misión imposible. Sentía una pesadez horrenda en mis párpados, como si una fuerza me impidiera abrirlos. No sentía mi cuerpo, de momento solo podía mover un poco los dedos de mis pies dentro de mi zapatillas; pero me sentía inmovilizada casi completamente. ¿Acaso estaba muerta? ¿Acaso ya había partido al cielo? ¿Qué había sucedido?Intenté recordar, pero una punzada intensa atravesó mi cabeza y los recuerdos
La preparación para mi salida del hospital fue toda una odisea, entre recetas de medicamentos, pastillas y órdenes de exámenes, logré salir del consultorio del doctor Smith, que había tomado el turno de la doctora pelinegra y me había hecho nuevamente algunos análisis para estar más seguro de mi diagnóstico por ser mi ginecólogo de cabecera y quien llevaba mi proceso de embarazo.Al salir por la puerta, pude reconocer a Alex y a mi mejor amiga, enfrascados en una ligera discusión al lado de una ventana y al verme acercar a paso rápido, se callaron abruptamente.Fruncí el ceño y giré mi rostro un poco para observarlos dudosa.—¿Sucede algo? —interrogué preocupada y marcando una expresión de desconcierto, no entendía de qué podían estar hablando o discutiendo, si entre mi amiga y yo habíamos llegado a
Luego de la constante insistencia del taxista y de varias miradas de contrariedad, mi amiga cedió el volante del auto del servicio público y, además, tuvo que comprarle una ensalada de mango para poder contentarlo y permitir que pusiera su estación de radio favorita.Alex y yo nos sentamos en la parte trasera del auto y Mell en el puesto delantero, pero con un ojo en la nuca observando el mínimo movimiento que pudiera darse en la parte de atrás.Mi acompañante le pasó la dirección al taxista en una pequeña tarjeta de papel. Eché un ligero vistazo de reojo, pero fue en vano; no logré ver nada. De todas formas, daba igual a donde fuéramos, lo que me importaba era hablar con él y pedirle una explicación.El taxista asintió y encendió el auto, me acomodé un poco y lancé una mirada a mi amiga que me veía detenidamente por el retr
Mi mundo daba vueltas, mi cabeza quería explotar y el miedo se apoderaba de mi ser. Cada instante viendo esas facciones solo acrecentaba la rabia, la furia, la sorpresa y el odio que ya le tenía. Mis manos empezaban a temblar y de mi interior salió un gemido de incredulidad, no era posible.—Hola mi amorcito —saludó con ironía y esbozando una sonrisa para nada agradable al mirarme. Poco a poco sus labios se fueron ensanchando hasta que estuvieron extendidos por completo y en lugar de detenerse, siguió a paso lento, cada vez aproximándose más y cuando estuvo cerca, depositó los platos en la mesa, luego me miró con lujuria e intentó tocar mi rostro, pero pude ser más rápida y me alejé antes de que lo hiciera—. Qué gusto verte.Jamás pensé llegar a odiarlo tanto. Con la misma intensidad que por tantos años lo amé, sent&iacu
Me quedé inmóvil y mi respiración se entrecortó, sentí un leve mareo y un dolor de cabeza empezó a formarse en mis sienes; mi mente y mis oídos no podían dar crédito a lo que estaba pasando. El sentimiento de rabia me estaba matando en vida y el dolor de mi pecho me empezaba a traspasar la piel. Pero lo peor de todo era que... ¡Mell lo sabía!—Pero yo soy hombre... —masculló James excusándose con la peor y más barata de las justificaciones machistas.¡No, ya no podía con todo eso!Esa era la excusa más barata y cobarde que habría podido imaginar.—Con más razón debiste respetarla —argumentó Alex que se mantenía tan desconcertado como yo ante la confesión de mi amiga—. Ella amándote y tú comportándote como un idiota.—Mell…
La escena que presenciábamos había robado un poco nuestra atención, pero eso no había evitado que mis músculos se tensaran y mis piernas sufrieran la debilidad ocasionada por el temor y el miedo de tener que confesar una gran verdad. Los policías salieron llevando a rastras a James hasta subirlo al auto policial. La verdad, yo esperaba que mínimo lo dejaran toda su vida encerrado en la peor celda de todas y que pagara por todas las cosas que había hecho para robar mi felicidad y tranquilidad, entre ellas, ese gran miedo que se había apoderado de mi cuerpo por su maldita pregunta dirigida a Alex y cargada de una gran dosis de veneno.De un momento a otro Alex se separó de mí y quedamos nuevamente a unas cuantas pulgadas de distancia, tragué saliva y bajé mi cabeza para esconder mi mirada. Podía sentir sus ojos recorrer mi expresión y examinar cada movimiento que hac&i
—¿Te parece si vamos a almorzar a algún lugar? —preguntó Alex sin dejar de mover mis manos con las suyas al ritmo de la música.—Pero…—Aceptaste un postre, ¿por qué no también un almuerzo? —replicó e hizo un puchero, para después añadir—: además, ni siquiera el postre nos hemos comido.Suspiré y asentí con la cabeza.—Una calle más abajo hay un restaurante muy bueno, solíamos ir en familia hace un par de años —repuso y su voz se fue apagando.El temor volvió a apoderarse de mí, no podíamos ir a ese lugar, estaba justo a un costado de la panadería de Matt.—Emm… ¿podemos ir a otro lugar? —inquirí nerviosa y modulando mi voz para no sonar intranquila.—¿Qué suce
—Por fin llegamos —musité con voz entrecortada y me sostuve de la puerta porque mis piernas ya estaban débiles—. Pensé que nunca lo lograríamos.—Yo igual, pero era eso o enfrentarnos a la verdad —repuso al instante entre jadeos—. Estuvimos así. —Hizo un gesto con sus dedos índice y pulgar.Asentí y traté de calmarme un poco, ya estábamos lejos de la vista de Alex y de Matt, pero aún me sentía nerviosa por lo que pudo haber sucedido. Respiré largamente y masajeé mi sien con una mano para quitar un poco el dolor de cabeza que me había empezado a acechar.—¿Crees que Alex se lo creyó? —cuestioné en un hilo de voz.Ella me miró y se encogió un poco de hombros.—Quizás, digo, un malestar estomacal le da a cualquiera; pero… &iques