— ¿Por qué estas tan callada? —volteé a mirarlo sin saber que decir—. A mí también me duele tener a mi princesa tan lejos, pero es por su bien. Te prometo que pronto volverá con nosotros.
Después de pasar un agradable día con mi hermana menor en donde fuimos de compras, al cine y a comer mientras nos contábamos todo lo nuevo en nuestras vidas, la ansiedad que tenía por saber que había en esa carpeta aumentaba, no fue hasta después que mi padre llegara por mí y estuviera un tiempo con Leandra que pude averiguar por fin que había.
—Papá —susurré, no queriendo tocar el tema de Leandra por ahora—. Tú nunca me mentirías, ¿verdad?
— ¿Por qué la pregunta?
—Responde —insistí.
—Nunca —confirmó seriamente—. ¿Por qué
— ¿Por qué tan impaciente Luciana? —preguntó mi prima Lía.Quité mi vista de la venta del automóvil y la miré, se veía tan vulnerable y hermosa.Recordé que aun no había reído todavía y lo necesitaba.—Tu presencia, es eso, no soporto tu presencia. Debiste quedarte en Colombia y no volver, definitivamente estábamos mejor sin ustedes —ella abrió los ojos sorprendida, segundos después empezaron a llenarse de lágrimas de a poco. Era tan sentimental que me moría. Cuando cayó la primera lagrima empecé a reírme como loca, hace mucho tiempo no lo hacía—. Eres tan fácil de engañar, pero que idiota eres…eres mi prima favorita y te amo tanto como amo mi vida.—No juegues con algo como eso —golpeó mi hombro, casi dejándome una fractura en el.
—El hombre para el que trabajas, el hombre que trabaja para el rey de la mafia quien mató a tu padre...es mi tío y se llama Lenard Licciardi —tragué fuerte—. Necesitas mi ayuda tanto como yo necesito la tuya.La sorpresa era evidente en el rostro de Alessandro. Apretó fuerte su mandíbula y empezó a caminar hasta mí, se detuvo solo cuando nuestros pechos chocaron, su mirada estaba fija en la mía y era la de un depredador asechando a su presa.— ¿Por qué piensas que te creeré? —escupió con enojo.Retrocedí un poco y saqué mi celular, estuve buscando un rato en mi galería hasta que encontré una foto de mi tío y yo. Se la mostré a Alessandro.—Quiero saber los movimientos de mi tío, su trabajo pondrá en riesgo a mi familia y necesito tener las pruebas suficientes para contarle a mi padr
—Antes de terminar la clase de hoy, quiero avisarles que la próxima semana tendrán la oportunidad de asistir un día completo a unas de las clínicas que patrocinan nuestra facultad, todo esto para que se vayan familiarizando.No había terminado de dar la información y ya estaba levantándome para irme. Tenía la conciencia echa una mierda y tenía que comentarlo con alguien más o moriría.¿Dalila? No, era un tema muy fuerte como para dañar su inocencia.¿Leah?—Sí, Leah —salí rápidamente de la facultad, pero un mellizo defectuoso se cruzó en mi camino.¿Por qué justo ahora?Respiré profundo, tratando de guardar la calma y lo miré fijamente.— ¿Qué quieres Luciano? —pregunté, cruzándome de brazos cuando este se acerc&oacut
—No, claro que no —dijeron al lado mío.Antes de que diera el mayor grito de mi vida, sus manos taparon mi boca. Mi corazón estaba latiendo a toda prisa.¿Acaso era estúpido?Me solté de inmediato y lo empujé.— ¿Quieres matarme del susto? —reproché—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? Lárgate.—Dos hombres en un mismo día, me impresionas Luciana Licciardi —me agarró por mis hombros, llevándome hasta la pared.—Empiezo a creer que amas tenerme de esta forma —canturreé.Empecé a morder mis labios para distraerlo.—No cambies de tema —gruñó, llevando su caliente mirada a mis labios.—Pensaste que con la follada que me diste no podría tener sexo durante un par de días, pero como estuve con o
—La viuda L o Fiorella, como muchos la conocen —sonrió abiertamente—. También necesitamos a los mejores francotiradores que tengan, dejo dicho que nada podía salir mal.¿Era mi abuela?— ¿Fiorella Licciardi? —cuestioné entre dientes.—No sé su apellido, lo único que sé es que es el patriarca de los L—cerré mis ojos y suspiré lentamente.Fruncí mi ceño y empecé atar los cabos sueltos. Nuestro apellido era Licciardi, la letra L era nuestro sello. Mi abuelo había muerto hace mucho y mi abuela había quedado al mando de la familia.Patriarca.Fiorella.Lenard en la mafia.— ¿La has visto? ¿Sabes algo más de ella? —pregunté rápidamente, me obligué a calmarme para que no sospechara nada.—No, nunca —neg
— ¿Y por qué estas tan cansada primita? —rodeé mis ojos ante la pregunta de Valentín. De todas las personas en esta sala, tenía que joderme a mí.— ¿No tienes a quien mas joder con tu existencia? —cuestioné, cruzándome de brazos.—No —sonrió, pasando su brazo por mi hombro y besando mi cuello—. Ahora dime.— ¿Sabes lo difícil y complicado que es tener sexo en un auto? —pregunté, completamente seria—. Pues mi cuerpo me está pasando factura…estoy cansada. Renuncio al negocio, fabrica cerrada hasta nuevo aviso.Estábamos toda la familia reunidos en el cumpleaños de mi hermano mayor, Liam. Todo había salido bien hasta ahora, mi hermano estaba feliz y eso era lo importante. Yo por mi parte, estaba recapitulando todo lo sucedido en el día de ayer. Tener que
Mierda. —No pasa nada —aclaré rápidamente.Me bajé del ring, agarré mi bolsa de deporte y me encerré en el primer baño que encontré. Sabía que Luciano había venido detrás, pero justamente ahora no quería a nadie conmigo, ni siquiera a él.—Doble mierda —susurré, al ver la sangre que bajaba por mi pierna.— ¿Qué sucedió Luciana? ¿estás bien? —empezó a forzar la puerta, en cualquier momento la derrumbaría—. ¡Responde!— ¡Estoy bien! —grité, era una buena forma de relajación—. ¡Me llegó la menstruación! ¡¿Acaso quieres ver detalladamente?!—Eh…te espero afuera entonces. No tardes o vendré por ti —y con eso los espantas.Suspiré
— ¿Puedo descansar? —pregunté, rogando para mis adentros que aceptara.Llevábamos más de cuatro horas atendiendo pacientes, bueno él, yo solo era una espectadora que escuchaba cada una de sus explicaciones y preguntaba cuando tenía una duda.Sentía mucha presión en mi parte baja, sabía que debía de sentarme pronto o algo malo pasaría.— ¿Descansar? —cuestionó, terminando de leer el historial clínico del paciente. Pidió unos exámenes a los enfermeros y agarró mi brazo.No dije nada, me dejé llevar.¿A dónde íbamos? Ni idea, pero sabía con antelación que no me gustaría.Entramos a un consultorio, su consultorio.—Ponte aquella bata y sube a la camilla, te revisaré —demandó.