—¡Esposa! Se atraganta Melissa en su sitio y si no fuera por los brazos de Nicolas hubiese caído al agua nuevamente. Pero lo único que hace es tomar aire por la boca como si le diese la peor noticia del mundo. Para su mala suerte, lo es. —¿Qué está ocurriendo aquí? No podemos permitir está clase de actos aquí, señor O’Connell —los guardias de seguridad se enfrentan a John que de una vez apacigua el momento. —Lo sé, lo sé. Lo lamento. Es un pequeño inconveniente, no vuelve a ocurrir. Y toma del brazo a Katherine para hacerla caminar mientras Nicolas le ordena seguirlo, y en sus brazos lleva a nada más que a la enfurecida Melissa O’Connell que se zafa de su agarre cuando la toca. John no deja de caminar junto a Katherine, y en el trayecto las voces cuchichean a su vez mientras el cuerpo debseguridad indica que todo se ha resuelto. Katherine está atrapada en los fuertes brazos de John, y también quiere zafarse pero no lo logra, y consigue un detenimiento. —¿Qué rayos estás haciendo
Los segundos pasan de inmediato, intervalos de instantes que no son sólo desconcertantes sino que para Katherine es la única razón por la cual está paralizada en su sitio. No esperaba los labios de John sobre los suyos y mucho menos que pudiese dirigirse hacia ella de tal manera. No obstante, el arrebato de ambos labios se tocan entre sí con melodioso ritmo y no se detienen en lo que resta de segundos más. Es algo más flameante, vívido en su momento porque el espacio entre ambos se ha quebrado, y no ha sido ella quien lo había roto. Sin embargo el jadeo de su complacencia tiene que detenerse, por distintos factores: por la falta de aire, por la sensación inexplicable que ambos sienten y porque no parece sensato en este momento.John rompe el contacto y Katherine abre los ojos, sonrojada, ofuscada, jadeando ante la sensación prolongada. Ni siquiera sabe qué decir en momentos como estos. La mano de John aún sostienen las suyas sobre su cabeza y distintas emociones se acoplan.Sin emb
Julia hizo un excelente trabajo en asesorar su imagen. No puede creer que grandes virtudes se obtienen cuando los vestidos de seda pasan los cuarenta mil dólares. ¡Sólo en el vestido! Los tacones fueron elegidos por Julia, con su toque de elegancia. Las joyas, que son joyas de la familia de su esposo. Y el maquillaje empleado finamente entre las facciones porque sus ojos resaltan más que nunca. Profundamente grises. —Ya casi es hora. No puedo creer que John no haya venido. Katherine deja de mirar el espejo, y toma la bolsa en su mano. —Debe haber algún inconveniente —dice Katherine de la manera más calmada posible—. ¿Quieres ayudarme en…? —Oh, sí. Déjame yo lo hago —se aproxima Julia. Katherine espera a que esté detrás de ella para colocarle el collar de diamantes sobre su cuello. Frío lo siente, pero el temor de estar llevando tanto dinero en una sola pieza la estremece. Dios mío. —Esta joya es muy especial. Una de las favoritas de John —hace saber Julia—. Hace días que deseaba
No estaba Katherine en posición de objetar, porque al fin y al cabo no es eso lo que busca. No necesariamente. El hombre que la lleva es su esposo, pero sabe que sólo es un seudónimo que no significa más que su puerta hacia sus sueños. Los cuatro millones, tan sólo eso, Katherine. Has estado en peores situaciones. La mano de John sigue estando en la parte baja de su espalda. Y el roce de los dedos se siente a través de su cintura. Se remueve un poco. —Espera a qué estemos frente a tu familia. —No sólo es mi familia. Es la multitud a nuestro alrededor. —Me miran como si fuera un bicho raro —dice Katherine con una impresión tan extenuante—. ¿Nadie sabe que tienes una esposa ahora? —Nos casamos haces dos días. ¿No es eso algo para impresionarse? Y no, nadie lo sabe —John saluda mientras siguen caminando—. Excepto Melissa. Ah, Melissa. Katherine tiene un tic de por sí extenuante cuando oye su nombre. Qué Dios tenga piedad ahora, porque esta noche será la llave para el triu
Los hermanos presentes crean un silencio que no es más austero. Melissa ha hecho su acometida, sonriendo aún con aquella perversidad que dirige hacia John, quien la mira con fijeza y mantiene su objeción ante la pronta expresión de sorpresa de la señora O’Connell.Katherine no puede dejar que Melissa haga esto. Y más cuando le había prometido con palabras que harían todo lo necesario para seguir con lo único que ellos dos saben. Deja el brazo de John y estira su mano con una gran sonrisa haciaa señora O’Connell.—¡Es un placer conocerla al fin! —Katherine toma la mano de la señora O’Connell que la observa con impresión, curiosa de todo esto—. John no deja de hablar de lo maravillosa que es usted. Una y otra vez me ha dicho que está feliz de que sea usted su madre. No esperaba los días para poder conocerla, señora O’Connell. John había querido decirles esto a todos, pero un familiar mío estuvo enfermo y tuvimos que hacer la diligencia por civil, para así dejar que mi familiar asis
Escuchan palabras de aliento y felicitaciones por cualquier parte, y más cuando está nueva sucursal, puede escuchar Katherine, es de las primeras en Las Vegas. Es negocio familiar, pero por palabras de John se da cuenta que él sólo está involucrado en algunas cosas más no es el gerente general, siendo el mayor de todos. —¿Por qué es eso? —le pregunta Katherine una vez encuentran sus asientos. La cena está casi lista y aparte de la familia O’Connell, decenas de conocidos comparten la misma comida. John aparta la silla para que se siente. Una vez juntos los dos, le responde John. —Siempre decidí que preferiría estar más lejos de la joyería no por qué no me gustase, sino porque quiero darles a mis hermanos más oportunidades. Aunque siempre estaré allí para apoyarlos. Katherine sonríe un poco. Le causa incluso ternura que vele por aquellas personas. —¿Y qué es lo que haces? Creí que eras el dueño de la joyería. —Lo soy —John responde al beber su vino. Katherine está un poco
La voz de Melissa es convincente y puede reventar la dureza de sus palabras el mismo espejo frente a ellas.Sin embargo Katherine queda quieta en el sitio y consigue una firme postura. No es tiempo de perder su rectitud porque está en juego su sueño. Y John está de por medio de igual manera. Pese a sentirse injuriada por Melissa, que no descansará hasta demostrar que todo es falso, la observa sin ganas y toma su cartera. —Quiero verte intentándolo. No dice otra cosa más, porque sus pasos van de una vez hacia la puerta del baño. Y siente aire de calma al dejar atrás a Melissa, quien no se queda tampoco en el lugar. Abre la puerta del baño y cuando Katherine da un vistazo hacia el pasillo se encuentra con su esposo. John O’Connell tiene unos gestos interrogantes y parece no estar feliz cuando observa a Melissa detrás de Katherine. —Oh. Aunque sea déjala respirar un momento —es lo que dice Melissa al instante que ve a su hermano—. Hemos coincidido en este lugar, es todo. John
—¿Te deportarán un año a Londres? Katherine se impresiona por lo que acaba de contar John. Las consecuencias de no renovar su visa. —No puedo permitir que eso ocurra —responde su esposo—. Sería arruinar varios negocios y atrasar demasiados proyectos. Es normal que un hombre como él, ambicioso y perfeccionista, piense sobre aquello. ¿Acaso puede culparlo? Tiene un imperio de millones y millones bajo su mano. Katherine parece sonreír ante esto y se apresura en dar una negación. —No es posible que un hombre tan severo, se le haya escurrido esto de las manos. —Podemos ser severos, Katherine. No perfectos: cometemos errores —John vacila en las palabras pero hacen que ambos se miren con atención—. Y los errores cuestan. Para Katherine es el momento perfecto para lanzar una pregunta. Desde el primer momento que me “propuso” matrimonio se generaron varias pero es momento de no huir ante la retractación.—¿Qué es lo que más le asusta a John O’Connell? Aparte de perder sus millo