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Narrado por Jaxon: El café está pésimo, pero cumple su función. Me lo tomo sin quejarme mientras Erin organiza sus agujas como si fuera a operar a corazón abierto, y Nico entra desde el fondo con cara de haber peleado con el colchón. Afuera, Brooklyn suena como siempre: bocinas, gente apurada, pasos contra el asfalto, un perro ladrando sin razón. —¿Dormiste algo o estuviste otra vez de vampiro? —pregunta Erin sin siquiera mirarme. —Dormí. —Respondo, aunque sé que no me cree. —Ajá... claro. —Murmura, sarcástica. Nico se deja caer en la silla frente a mí, estirándose como si se estuviera desperezando después de un año hibernando. —Lo que me preocupa no es que no duermas, sino que no tengas vida fuera de acá, Jax. Literalmente. Estás entre este estudio y tu cueva, y nada más. —Y el baño —agrega Erin, alzando las cejas—. Donde todavía se escuchan los gemidos de Blair. Gracias por el show, en serio. —Exageran... —me encojo de hombros, tranquilo—. Solo pasó una vez esta semana. —¡Por favor! —Erin pone los ojos en blanco—. Que alguien te mande una mujer que te ponga en tu lugar, que te domine y que te sacuda la cabeza un poquito. —¿Dominarme a mí? —me río—. Las prefiero sumisas, ya sabes. —Bueno, que te llegue una sumisa, una bruja, un terremoto, lo que sea —responde ella—. Pero que te enamores y dejes esa vida tan desordenada que llevas. —Y que dejes de acostarte con Blair en el baño, ya fue —añade Nico, sin abrir los ojos. —¿No será que están proyectando un poquito sus vidas aburridas sobre mí? —pregunto con una sonrisa burlona. —No. Solo queremos que dejes de hacer ruido —responde Erin. —Y que pares de poner música sexy después de cerrar. Se siente rarísimo. —dice Nico mientras revuelve su café. Me río, porque sé que no tienen ni idea. Y mejor así. Apenas termino el café, la campanita de la puerta suena y levanto la vista. Una chica entra como si el mundo fuera una pasarela solo para ella. Alta, con el cabello rizado hasta la cintura, jeans ajustados y una chaqueta de cuero que parece pintada sobre su cuerpo. Se quita los lentes oscuros como en cámara lenta y sonríe con seguridad. Erin silba bajito, divertida, y Nico levanta una ceja. —¿Cita con Jaxon? —pregunta Erin desde la recepción, ya sabiendo la respuesta. —Sí. Tatuaje pequeño... en la zona trasera. —dice con una sonrisa ladeada, mientras saca su celular para mostrar la referencia. En la pantalla, una mariposa negra con líneas finas y alas abiertas. —¿Zona trasera? —repito con una sonrisa pícara, cruzando los brazos. —Glúteo izquierdo, para ser más específica. —responde sin perder ni un segundo el contacto visual. Tiene actitud. Me gusta. —Perfecto, acompáñame. —le hago una seña y la guío hasta mi cabina, donde ya tengo todo listo. Mientras acomodo los guantes y preparo la plantilla, ella se baja los jeans justo lo necesario y se recuesta de lado, con una naturalidad que delata que no es la primera vez que pisa un estudio. —¿Primera vez en esta zona? —pregunto. —Sí, pero dicen que duele más el orgullo que la piel. —responde divertida. —¿Tienes algún nombre o prefieres que te diga "chica del tatuaje en el glúteo izquierdo"? —le digo mientras me pongo los guantes nuevos, revisando la hoja de diseño sobre la mesa de trabajo. Ella se ríe, con una risa natural que relaja el ambiente. —Me llamo Noa. —Bonito nombre. Soy Jaxon, aunque probablemente ya lo sabías si reservaste conmigo. —Sí, me recomendaron contigo. Dijeron que eras muy bueno... aunque algo serio. —No es seriedad, es concentración —respondo con media sonrisa mientras mojo el papel transfer y lo preparo sobre su piel—. Y bueno, no suelo hablar mucho mientras trabajo, pero hoy hago una excepción. Ella se acomoda sobre la camilla, una pierna ligeramente flexionada para que la zona quede expuesta. Ajusto la luz y presiono con cuidado el papel sobre la piel, asegurándome de que el diseño quede perfectamente centrado. Luego retiro el transfer con calma. —Listo. ¿Quieres verlo en el espejo antes de empezar? Noa asiente, se incorpora un poco y observa el diseño marcado en su piel. Asiente satisfecha. —Me encanta. —Perfecto. Entonces, empezamos. Voy a delinear primero. Va a molestar un poco, pero nada grave. Respirá profundo. Enciendo la máquina y el zumbido llena el estudio. Brooklyn sigue rugiendo allá afuera, pero acá dentro todo se reduce a tinta, aguja y piel. Comienzo por los contornos. Ella apenas se mueve. —¿Este es tu primer tatuaje en esta zona? —pregunto sin apartar la vista de su piel. —Sí. Tengo tres más, pero todos en lugares más... públicos. —Siempre hay una primera vez —comento mientras paso la gasa húmeda con movimientos precisos—. Te estás portando como una campeona. —No pienso gritar... todavía. Sonrío apenas. Cambio la aguja después de terminar el contorno y paso a los detalles interiores, trazando con paciencia la textura de las alas. Me concentro en que cada línea tenga dirección, vida. —¿Por qué una mariposa? —pregunto, rompiendo el silencio. —Porque representa cambio. Libertad. Creo que necesitaba eso... algo que me recuerde que puedo soltar lo viejo. Asiento, sin interrumpir el ritmo de la máquina. —Buena elección. El lugar también lo dice todo. Ella se ríe entre dientes, apoyando la mejilla sobre su brazo. —Digamos que me cansé de jugar seguro. Después de unos 30 minutos, hacemos una pausa. Me quito los guantes, estiro un poco los hombros. —¿Vas bien? ¿Quieres agua? —Sí, por favor. Le paso un vaso y reviso el diseño. Está tomando forma. Faltan las sombras, los últimos detalles. Vuelvo a colocar guantes nuevos, recargo tinta, y seguimos. Durante los siguientes quince minutos, el estudio se llena solo del zumbido constante y las respiraciones medidas. Sus reacciones son mínimas, controladas. Me concentro en los acabados, en el degradado suave de las alas. Finalmente, después de exactamente 45 minutos, me aparto. Apago la máquina, limpio la zona con una gasa empapada, y reviso el trabajo con ojo crítico. —Listo. Ella se reincorpora con cuidado, se sube el pantalón y camina al espejo. Se gira un poco para mirarse desde atrás. —Wow... —susurra—. Está increíble. De verdad. —Gracias. Pero ahora viene la parte importante: cuidarlo bien. Nada de sol, ni ropa ajustada sobre la zona, y lavarlo con agua tibia y jabón neutro. Te voy a anotar todo. —Lo seguiré al pie de la letra. —dice mientras se acomoda la camiseta—. Gracias, Jaxon. En serio. —Un gusto, Noa. Si alguna vez quieres decorar la otra nalga, ya sabes dónde encontrarme. Ella se ríe, me lanza una mirada divertida y se despide. Cuando la puerta se cierra detrás de ella, el estudio vuelve a quedar en silencio. Solo el aroma a tinta fresca y desinfectante queda flotando. Limpio mis herramientas, anoto su cita en el archivo y tomo un sorbo del café que quedó olvidado en la mesa. El estudio está tranquilo, Erin y Nico estaba atendiendo sus clientes. La puerta de mi cabina sigue cerrada, el reloj marca que aún falta media hora para el próximo cliente. Me dejo caer en el sillón del rincón, tomo el celular y desbloqueo sin pensar. I*******m. Historias. Deslizo con el pulgar casi por inercia. Gente del barrio, memes tontos, una que otra foto de perros. Hasta que aparece ella. Lena Harris. Desde que la seguí en mi perfil personal y ella me devolvió el follow, pensé que en algún momento me escribiría. No sé... algo. Un "¿quién eres?" o "¿te conozco de algún lado?" Tal vez un mensaje sarcástico como los que dejaba en los videos. Pero no. Nada. Primero una historia con su hija —una niña de ojos enormes y sonrisa luminosa, abrazando un peluche mientras canta algo inventado—. Me saca una sonrisa. Después, otra historia. Lena sola, en un ascensor, filmándose de medio cuerpo. Vestido ajustado, blazer elegante. Labios pintados y una mirada directa al espejo. Sensual, segura. Una bomba. Reacciono sin pensarlo, el corazón aparece en la esquina y se va directo a sus mensajes. Me quedo mirando la pantalla un segundo más de la cuenta. ¿Qué tiene Lena? No la conozco, pero algo en ella me atrapa. No solo es hermosa. Es... diferente. Tiene esa vibra. Esa actitud que te da curiosidad. Es divertida. Es rápida. Tiene ese tipo de respuestas que no te esperas. Me acuerdo del live. Esa noche, entre tantos comentarios inútiles, apareció el suyo. Sarcástico, directo. Me descolocó. Y desde entonces, no se me va de la cabeza. Como si necesitara saber más. No sé si está casada. No sé si tiene novio. No sé un carajo de su vida, más allá de lo poco que muestra. Pero... ¿y qué? Ella es la que me siguió primero en mi cuenta de anon mask. Abro su chat en I*******m, pero no escribo. ¿Qué le diría? ¿"Hola, vi tus historias"? Muy básico. ¿"Te ves increíble"? Ya lo debe saber. Cierro la app. Apoyo la cabeza contra el respaldo y suspiro. Necesito saber quién carajos es Lena. Qué hace. Cómo habla en persona. Cómo se ríe. Si realmente es tan jodidamente interesante como parece. Pero no sé por dónde empezar. Y lo peor de todo... es que quiero hacerlo. Ya pensaré en cómo acercarme a Lena. Estoy tan metido en su perfil, deslizando con el pulgar como si fuera automático, que casi no noto la llamada entrante. Richard. Su nombre aparece justo cuando iba a reaccionar, a uno de sus post. Suspiro y contesto. —Hola, vagabundo —saluda con su tono de siempre, relajado pero con ese aire de superioridad que nunca se le quita. —Vaya, qué honor... el CEO de Redgrave Industries llamando a un simple mortal como yo. —Idiota. ¿Cómo estás? —Bien. Ya sabes, vida tranquila, cero estrés. Nada como tu agenda de reuniones, trajes caros y relojes de lujo. —Ajá, claro. El mismo de siempre. —Dale, Ric, ¿Qué pasa? Que me llames así de la nada es raro. —¿No puedo querer hablar con mi mejor amigo? —Con lo ocupado que vives, no creo que tengas tiempo ni para extrañar a tu perro. Por cierto, ¿Cómo está Poppy? —¿Solo te importa mi perro? —Obvio. Es el más simpático de los Wexler. —Estoy bien, gracias por preguntar, por si te interesa. —Sí, sí... ¿y ahora sí me vas a decir qué te pasa? —Necesito un consejo. —Uy... no sé si soy la persona adecuada para eso, pero bueno, dale. —Me gusta mi secretaria. —Ok... —Siendo más específico, me la quiero follar. —Wow... bueno, fuiste directo. No andas con rodeos, ¿eh? —¿Nos vemos esta noche? En serio necesito hablarlo. —Dale, en cuanto termine con mi último cliente te paso la dirección de un bar tranquilo. Uno donde no me juzguen por juntarme con un CEO. —Perfecto. Gracias, hermano. Te veo en un rato. Ya estoy llegando a la oficina. Corta sin más. Me quedo mirando el celular un segundo, negando con la cabeza mientras me río solo. —Este tipo... Dejo el teléfono sobre la mesa justo cuando suena el timbre del estudio. Me levanto, respiro hondo y camino hacia la puerta. Fin del descanso. •——————•°•✿•°•——————• El bar está tranquilo. Luz baja, música suave y el sonido tenue de vasos chocando al fondo. Me gusta este lugar porque no hay multitudes ni tipos gritando a todo volumen. Solo gente tomando algo después del trabajo y dejando que el día se les escurra entre los dedos. Estoy sentado en la barra con un whisky en la mano, girando el hielo dentro del vaso mientras espero a Richard. Ya va tarde, como siempre. Pero así es él: aparece cuando quiere, con su traje de miles de dólares y ese aire de tipo que lo tiene todo bajo control. Doy un trago largo y me acomodo en el banco. Richard y yo somos amigos desde hace años. Él es mayor, sí, y uno de los CEOs más conocidos de Nueva York. Tiene fama, dinero, poder. Y una larga lista de mujeres que van y vienen. En eso no se parece tanto a mí. Yo también tengo mis rollos, claro. Pero al menos no las echo de mi cama como si fueran basura al día siguiente. Richard sí. Supongo que piensa que por tener dinero puede actuar así. Y no soy quién para juzgarlo. Pero tampoco le aplaudo. Simplemente somos diferentes. Lo quiero igual, aunque sea una porquería con las mujeres. La puerta se abre y lo veo entrar. Traje azul oscuro, camisa blanca abierta en el cuello, sin corbata. Pelo perfectamente peinado. Camina como si el bar fuera suyo. Como siempre. —¿Esperaste mucho, viejo? —pregunta, dándome una palmada en el hombro antes de sentarse a mi lado. —Lo suficiente para emborracharme con el precio de este whisky —respondo, señalando su vaso que el bartender ya le dejó al frente. —Invito yo —dice con media sonrisa. —Faltaba más, CEO. Nos damos un choque de puños y tomamos un trago al mismo tiempo. Después, hay un par de segundos de silencio. Lo miro de reojo. —Entonces... ¿la secretaria? —pregunto mientras giro el vaso entre mis dedos. —Una maldita locura, bro. Pero no tengo idea de cómo acercarme —Richard suspira, frustrado—. Llevamos años trabajando juntos. A veces me tira indirectas, yo le sigo el juego, le lanzo algún piropo y se sonroja... pero ahí se queda todo. —¿Y qué te detiene? —levanto una ceja. —Es mi chica de confianza, literal. La que me salva el pellejo, la que sabe todo. Si meto la pata, me quedo sin el cerebro que me mantiene en orden. —Entonces mejor ni lo intentes. Si lo único que quieres es acostarte con ella, vas a arruinar todo. Y a ella también. —Por eso te llamé, cabrón. Tú sabes cómo manejar este tipo de cosas sin dejar desastre. —No sé si sentirme halagado o insultado —me río—. Pero bro, soy igual que tú. La diferencia es que yo no saco corriendo a nadie al día siguiente. —Por eso. Tú al menos pareces tener algo de corazón. —Nah, yo solo soy un desastre más elegante. Richard se ríe y le da otro trago a su vaso. —Entonces, ¿Quién es ella? —pregunto—. Ya me diste curiosidad. —Es hermosa. —saca su celular del bolsillo y empieza a buscar algo—. Mira. Me muestra la pantalla. M****a. No. Es Lena. Me quedo viéndola en silencio. Esa sonrisa, ese vestido, el brillo en sus ojos... imposible no reconocerla. —¿Ella es tu secretaria? —pregunto con la voz lo más normal que puedo. —Sí. Está brutal, ¿no? —Sí, claro que sí... Richard es mi mejor amigo, pero Lena no se merece a alguien como él. Es jodidamente guapo, sí. Rico también. Pero trata a las mujeres como si fueran reemplazables, como si no importaran. Y Lena... no es así. Si es como él dice, una mujer excepcional, entonces no pienso ser parte de esta porquería. —¿Cómo se llama? —pregunto, aunque ya lo sé. —Lena. Lena Harris. —Bonito nombre. Lo bueno de todo esto, es que ahora tengo una manera de saber más sobre ella. A través de Richard, por supuesto. Aunque eso me sepa a traición. Me termino el whisky de un trago y dejo el vaso sobre la barra. Esto se va a poner interesante.¡Hola, futuras obsesionadas!Sí, tú. La que no puede resistirse a unas manos tatuadas, una voz profunda que suena a pecado y un pasamontañas que no deja ver nada… pero lo insinúa todo.La que se ha perdido durante horas en TikTok viendo a hombres enmascarados haciendo cosas que no deberían ser legales.La que suspira, guarda el video, lo vuelve a ver, y se pregunta si ese tipo existe de verdad.Spoiler: existe. Y puede que tenga nombre. Puede que incluso te haga perder la cabeza.Yo no me hago responsable de lo que estás a punto de leer. Este libro no es suave. No es seguro. No es un refugio tranquilo. Es una caída libre hacia lo oscuro. Hacia lo que te da curiosidad pero nunca te animaste a explorar del todo.Si buscabas un romance bonito, lleno de flores y promesas eternas… este no es tu libro.Aquí no hay caballeros de armadura brillante.Hay tatuajes, miradas sucias, palabras más sucias aún, y un juego peligroso de poder y deseo.Este libro está hecho para las que no tienen miedo
•------•°•01•°•------•Narrado por Lena:La alarma suena a las cinco de la mañana. Ese sonido infernal que me recuerda que no tengo escapatoria. Bienvenidos a otro episodio de "la vida de Lena Harris: madre, secretaria y víctima del capitalismo".Me arrastro fuera de la cama con la gracia de un zombi en su tercera semana sin café. Me meto al baño, me lavo la cara, los dientes, y me meto en la ducha esperando que el agua caliente derrita mis pecados y mi cansancio. Spoiler: no lo hace.Frente al espejo, me aplico lo que yo llamo "maquillaje de funcionalidad": base para parecer viva, corrector para fingir que duermo, y rímel para que mis pestañas salven lo que mi existencia no puede.Mientras el café se prepara como el elixir sagrado que es, me meto en la cocina a preparar el desayuno de mi hija. Tostadas, jugo, y algo que parezca saludable para que las mamás perfectas de sus compañeros de su clase no me miren raro.A las seis en punto subo las escaleras hasta su cuarto. Abro la puerta
•——————•°•02•°•——————•Narrado por Jaxon:El sonido de la aguja contra la piel es casi terapéutico. Para algunos es un zumbido molesto, para mí, es arte en movimiento. Hoy el estudio huele a café fuerte y tinta negra. Como debe ser.—Respirá hondo —le digo al tipo que tengo frente a mí, recostado en la camilla con los ojos apretados como si estuviera pariendo en lugar de estar tatuándose una brújula en el pecho—. No te voy a mentir, va a doler. Pero el resultado va a hacer que se te olvide todo.Me mira como si quisiera creerme, y eso ya es algo.A diferencia de muchos, yo no odio los lunes. Ni los martes. Ni ningún día, en realidad. Cada uno es distinto. Nunca sé quién va a entrar por esa puerta, qué historia va a querer grabarse en la piel, qué idea loca me van a pedir. Y eso... eso me encanta.Mi estudio es mi santuario. Paredes oscuras, cuadros con ilustraciones mías, luces cálidas, una playlist que mezcla desde Arctic Monkeys hasta The Weeknd. Mientras termino de repasar el cont
•------•°•03•°•------•Narrado por Lena:El aroma a hotcakes ya inunda la cocina. Doraditos, esponjosos, con carita feliz hecha de chispas de chocolate. Me felicito mentalmente por ser una madre responsable, amorosa... y altamente calificada en el arte de alimentar a una niña exigente y a mi yo interior ansiosa de azúcar.Sirvo dos platos y me preparo mi taza de chocolate caliente con el mimo que una merece. Me apoyo en la encimera, abro TikTok por costumbre...Ahí está, me quede dormida después de ese magnifico live de el.@anon_mask me sigue.—¡No puede ser! —susurro, apretando los labios para no gritar como adolescente en concierto.Después de ver tres videos seguidos de @anon_mask —sí, tres, no me juzguen— decidí que no era momento para ver ese tipo de contenido tan temprano. El tercero ya era prácticamente soft porn con música sensual de fondo y yo estaba a nada de necesitar una ducha fría y un exorcismo.Respira, Lena. Tienes una hija, no puedes andar toda cachonda a las ocho de