Jaxon Black

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Narrado por Jaxon:

El sonido de la aguja contra la piel es casi terapéutico. Para algunos es un zumbido molesto, para mí, es arte en movimiento. Hoy el estudio huele a café fuerte y tinta negra. Como debe ser.

—Respirá hondo —le digo al tipo que tengo frente a mí, recostado en la camilla con los ojos apretados como si estuviera pariendo en lugar de estar tatuándose una brújula en el pecho—. No te voy a mentir, va a doler. Pero el resultado va a hacer que se te olvide todo.

Me mira como si quisiera creerme, y eso ya es algo.

A diferencia de muchos, yo no odio los lunes. Ni los martes. Ni ningún día, en realidad. Cada uno es distinto. Nunca sé quién va a entrar por esa puerta, qué historia va a querer grabarse en la piel, qué idea loca me van a pedir. Y eso... eso me encanta.

Mi estudio es mi santuario. Paredes oscuras, cuadros con ilustraciones mías, luces cálidas, una playlist que mezcla desde Arctic Monkeys hasta The Weeknd.

Mientras termino de repasar el contorno del tatuaje, noto que mis dedos están manchados de negro. Otra cicatriz de una buena jornada. Sonrío. Esto sí es vivir.

Termino de limpiar la aguja, tiro los guantes al bote y me estiro como si hubiera tatuado durante cinco días seguidos sin dormir. Cruje todo. Lo disfruto. Vivo para esto.

La puerta del estudio se abre con ese tintineo insoportable del que ya debería haberme quejado. No necesito voltear para saber quién es.

—¿Estabas pensando en mí? —pregunta una voz ronca, dulce y con esa carga de "sé que me quieres".

Blair.

—Solo cuando me aburro —respondo sin mirarla.

Ella se acerca, con ese caminar como de pasarela y club nocturno mezclado. Lleva jeans que parecen pintados, una blusa de encaje que claramente no fue diseñada para cubrir y labios rojos que te hacen olvidar tu nombre.

—Entonces piensas en mí bastante seguido.

—¿Tan desesperada estás por atención o solo te gusta confirmar lo obvio?

—Un poco de ambas.

Se apoya en la camilla y yo me sirvo café. Fuerte. Negro. Como mi paciencia antes de las diez de la mañana.

Blair y yo... bueno, lo nuestro no tiene nombre. A veces pasa algo, a veces no. A veces discutimos por quién se robó el encendedor. Pero funcionamos. De alguna forma extraña.

—¿Tienes planes esta noche? —me lanza, juguetona.

—Sí. No comprometerme. Como todos los días. Es mi plan favorito.

—Te estás haciendo viejo, Black.

—Nah. Solo sabio. El drama envejece más que los años.

La puerta se abre de nuevo. Entran Nico, con su energía de golden retriever en modo hiperactivo, y Erin, que parece salida de una película postapocalíptica pero sexy.

—¿Ya empezó la telenovela? —pregunta Nico, dejando caer su mochila.

—Solo la versión extendida de Blair intentando seducirme sin éxito —le digo, dándole un sorbo al café.

—Falso —dice Blair, alzando una ceja—. Yo nunca lo intento. Lo logro.

—Hazme tuyo en el baño, volumen 3, edición limitada —agrega Erin con una carcajada.

—Son insoportables —murmura Blair, aunque sonríe.

—Y tú los amas así. No te hagas.

Este estudio es mi zona. Entre el ruido de las máquinas, los chistes sin filtro, y la libertad de ser quien carajos quiera ser. Cada cliente trae su historia, su locura, su trauma. Y yo solo tengo que marcarles la piel y seguir con mi vida.

—Bueno, chicos, fue un placer como siempre —digo mientras termino de guardar mis cosas y me cuelgo una toalla al hombro—. Pero tengo una cita caliente con el gimnasio. Ya saben, sudor, dolor y músculos que gritan auxilio.

—¿Te estás preparando para tu OnlyFans? —pregunta Erin con una sonrisa burlona.

—Nah, eso lo tengo reservado para cuando me quede sin clientes y sin dignidad. Todavía me queda algo de las dos.

Blair rueda los ojos, y Nico me lanza una botella de agua que atrapo sin mirar.

—¿Nos vemos mañana? —pregunta Nico.

—Si sobrevivo a las sentadillas, sí.

Voy hacia la estación y empiezo a desinfectar todo como si tuviera TOC. No es por obsesión, es porque me gusta el orden dentro del caos.

Cuando termino, me despido con un gesto de la mano y salgo al atardecer de Nueva York. El cielo tiene ese tono entre gris y naranja que hace que todo parezca cinematográfico.

Subo a mi moto —una Ducati negra que amo más que a la mayoría de las personas— y arranco hacia el gimnasio. En la carretera, con el viento en la cara y la ciudad rugiendo a mi alrededor, todo se siente correcto.

Unas dos horas después, con los músculos bombeando y el cuerpo aún vibrando de adrenalina, llego a casa.

Mi departamento no es nada del otro mundo, pero tiene personalidad: ladrillos a la vista, luces cálidas, paredes llenas de arte, una cafetera cara y una heladera medio vacía. Como todo hombre funcionalmente soltero que se respeta.

Dejo las llaves, me saco la camiseta sudada, lanzo la toalla al cesto y prendo las luces. El silencio es cómodo.

Voy directo al baño y me meto a la ducha.

El vapor comienza a llenar el espacio casi de inmediato. Me gusta el agua bien caliente, de esas que parecen arrancarte la piel y, de paso, los pecados. La presión cae fuerte sobre mis hombros, y por un momento, cierro los ojos y dejo que el mundo desaparezca. No pienso en nada. No lo necesito. Hoy fue un buen día...

Salgo con la toalla en la cintura y los pies descalzos contra el piso frío. Camino hacia la cocina con calma, sin apuro, con esa sensación de libertad que da saber que nadie te espera y nadie te jode. La música suena baja desde el parlante, algo de The Weeknd.

Abro el armario, saco un paquete de ramen y lo lanzo a la olla con agua hirviendo. No será gourmet, pero hace el trabajo. Le echo salsa picante porque, si no arde, no sirve.

Con el bol humeante en la mano, me dejo caer en el sofá. El living está medio oscuro, iluminado apenas por la pantalla del televisor y el reflejo tenue de la ciudad que entra por los ventanales.

Abro TikTok. Las notificaciones están explotando otra vez.

Mi último video ya pasó las cien mil vistas. Sonrío.

En la pantalla, yo. Con la máscara puesta. Torso desnudo. Tatuajes al descubierto. La música de fondo baja, grave, sensual. No muestro mucho... pero muestro justo lo necesario.

Solo lo suficiente para volarles la cabeza.

Les diré algo. Aparte de tatuar, me encantan las mujeres. Y el placer de dominarlas. Solo que aún no consigo una que sea totalmente sumisa a mis oscuros pensamientos.

Sin filtros. Sin disculpas.

Hace meses que subo este tipo de contenido: provocador, oscuro, sexual hasta en el silencio. Y ellas... ellas se enloquecen. Me escriben, me sueñan, me desean. Algunas piden cosas que ni yo me animaría a decir en voz alta.

Pero no me quejo.

Blair un día llegó al estudio y, sin siquiera saludar, me dijo:

—Descubrí tu segunda vida, Black.

Levanté la vista desde la mesa de trabajo y la miré con una ceja en alto.

—¿Mi qué?

—Tu cuenta de TikTok, genio. Te reconocí enseguida.

Lo dijo con una sonrisa que mezclaba sorpresa, orgullo y un toque de picardía.

No me avergüenza. No es que lo esconda, solo que tampoco lo ando gritando por ahí. Lo hago por diversión... aunque a estas alturas, parece más una adicción.

Desde entonces, Blair es la que a veces me tira ideas para los próximos videos. Que si una camisa blanca abierta, que si algo con cuero, que si más sombra, menos luz. Ella lo disfruta casi tanto como yo... aunque en la cama sea otra historia.

Follar con Blair está bien. Es como una buena copa de vino: no es algo que necesites todos los días, pero cuando lo tenés a mano, no lo rechazás. Sirve para despejar la mente, descargar tensiones, olvidarte del mundo por un rato.

El problema es que a Blair no le gustan las máscaras, ni los azotes, ni ese tipo de cosas que realmente me prenden. Y, bueno... me aburre.

Termino de comer y dejo el bol en la cocina. Camino al cuarto, acomodo las luces, conecto el aro principal, regulo el tono cálido y coloco el celular en el trípode.

Viernes por la noche. Ya saben lo que toca.

Live time, baby.

No me molesto en vestirme. Hacerlo en toalla las volverá locas. Les encanta imaginar lo que no pueden ver. Lo que tal vez, nunca tendrán.

Enciendo el live. La pantalla brilla. Los mensajes entran de inmediato.

Hola, misterioso.

Maldita sea, estás en toalla otra vez.

¿Te vas a portar mal esta noche?

Sonrío, me acomodo en el sillón con una pierna sobre la otra, y dejo que el personaje tome el control.

La pantalla se llena de corazones. Comentarios por todos lados. Ya perdí la cuenta de cuántas veces me han dicho que les arruiné el criterio con los hombres reales.

Pero entonces aparece ella.

@ItsLenaH: "No puede ser... gracias a Dios mi hija está dormida. Sería un poco raro estar mojada frente a ella, ¿no?"

Me echo a reír en voz alta. La carcajada me sale tan natural que hasta la cámara se tambalea un poco.

—¡Joder! —comento, pasando una mano por el cabello húmedo—. Esa fue, sin duda, la mejor línea de la noche.

Me inclino hacia el celular del live, todavía riendo, pero con la otra mano estiro el brazo hasta el segundo celular que tengo en la mesa. Sí, tengo dos. Uno personal, y otro para mis redes... y mis stalkings express.

Tecleo su usuario rápido, mientras sigo leyendo.

@ItsLenaH: "¿De verdad era necesario salir en toalla? Yo solo entré a ver un rato, y ahora estoy reconsiderando mi estado civil y cambiarlo a pertenezco a @anom_mask."

—A ver, Lena... —digo, mirando a la cámara con esa sonrisa torcida que sé que derrite—. Si te vas a mojar, que sea con estilo, ¿no?

Boom. Encuentro su perfil. Privado. Obvio. Pero la foto de perfil me da justo el golpe bajo. Labios perfectos, sonrisa peligrosa. No sé si es madre, pero sí sé que es sexy como el infierno.

—Lena, oficialmente necesito saber más de ti —murmuro, aún con los ojos puestos en su perfil mientras mantengo la charla en el live.

@BadBaby92: "¿Quién es esa Lena y por qué me cae bien?"

@ItsLenaH: "Solo soy una madre soltera intentando sobrevivir... con el corazón acelerado y ropa interior en crisis."

Suelto otra risa, esa que suena a puro juego sucio.

—Bueno, Lena, ya que estás aquí, te declaro la MVP de la noche. Y para celebrarlo...

Me pongo de pie frente a la cámara y bsjoun poco la toalla para mostrar solo un poco, el tatuaje que asoma desde la pelvis, y esa línea que vuelve locas a todas. Nada explícito, pero lo suficiente para provocar un ataque de taquicardia colectivo.

—¿Eso ayuda o empeora tu situación?

@ItsLenaH: "Ahora tengo que ir al baño como si tuviera 16. Qué vergüenza."

—Nada de vergüenza, preciosa. Este es un espacio seguro para pervertidas funcionales. Y tú... definitivamente estás en el top tres —le guiño un ojo.

Y sí, estoy sonriendo como un idiota.

@ItsLenaH: "¿Top tres? ¿Y quién demonios me ganó? ¿Una influencer sin hijos con las tetas operadas y wifi estable?"

Me da un ataque de risa. Literal.

—Dios, Lena... —suelto entre carcajadas—. No me hagas escupir el agua, mujer. ¿Wifi estable? ¡Estoy llorando!

Los comentarios se disparan. Todas quieren saber quién es Lena. Yo solo quiero seguir leyéndola.

@ItsLenaH: "Solo digo que si alguna vez haces un live cocinando en calzoncillos, voy a necesitar inhalador."

—Anotado. Live temático: "Ramen en boxers y confesiones indecentes" —respondo con una sonrisa maliciosa—. Pero te quiero de moderadora, ¿trato?

@ItsLenaH: "Trato. Pero solo si hay degustación en vivo."

—¡Esta mujer me quiere muerto! —exclamo con fingido drama mientras me llevo una mano al pecho—. Alguien llame al 911, estoy sufriendo una erección emocional.

El chat explota de risas y fueguitos.

Lanzo un suspiro exagerado.

—Bueno, preciosas... hasta aquí el show por hoy. Este hombre necesita dormir o al menos pretender que lo hace. Gracias por acompañarme, por sus mensajes, y a ti, Lena... gracias por hacerme reír como no lo hacía hace rato.

Lanzo un beso a la cámara y cierro el live.

Silencio. Solo se escucha el ventilador del techo y mis pasos mientras camino hasta el armario.

Me pongo un pantalón deportivo y me dejo el torso al aire. Camino directo a la cama, tiro el cuerpo como si pesara cien kilos y dejo escapar un gruñido de satisfacción.

Agarro mi otro celular, el personal. El que no tiene seguidores calientes ni corazoncitos por miles.

Abro I*******m. Tecleo: @ItsLenaH

Ahí estás. Privado, por supuesto. Pero la misma sonrisa peligrosa. Mismo brillo en los ojos. Pura maldad disfrazada de dulzura.

Presiono Seguir.

Y me quedo mirando la pantalla.

—Vamos, Lena... acepta. Quiero ver más de ti. No solo en los comentarios.

Bloqueo el teléfono, lo dejo en la mesa de noche y me acomodo en la cama.

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