Me encontraba en el aeropuerto de Japón junto a Kevin. Aún no podía creer que hubiese accedido a volver con él a Japón, después de todo lo que me había dicho, después de todo por lo que habíamos pasado. Pero allí estábamos.
Miré hacia él, estaba súper apuesto: llevaba un jeans ajustados, con una camisa blanca metida por dentro del pantalón y un cinturón de piel marrón. Su cabello estaba peinado hacia un lado y llevaba sus lentes de sol sobre sus ojos.
Yo lucía unos jeans sueltos, arremangados, una camiseta gris de manga corta con un feo dibujo de un koala, metida por dentro del pantalón, y sobre mis hombros mi famosa chaqueta de cuero, aquella que solía usar cuando iba en moto. Tenía el cabello recogido en un moño trenzado y sobre mis ojos unas lentes de ver.
La casa de Mika era hermosa, un hermoso lugar en el bosque, rodeado por un cercado hasta los establos.Mika era su hermanastra, al parecer su padre y la señora Misako habían tenido una aventura, y esa parecía ser la razón de que los padres de Kevin ya no estuviesen juntos, ni siquiera pregunté mucho sobre ello, pues sabía que era un tema delicado para él y muy íntimo y no quería parecer indiscreta.Acabábamos de desayunar, era el segundo día que pasábamos en aquel hermoso lugar, y apenas conocía mucho más sobre la situación familiar que mantenían o sobre el entorno que nos rodeaba.Kevin se levantó cuando hubo terminado su plato y miró hacia mí, haciendo que dejase de engullir y me levantase para seguirle.Saldremos a cabalgar un rato – anunció hacia su m
Aquella noche no podía dormir, nada más que hacía dar vueltas en mi cama, en aquella habitación de invitados que Maiko me había preparado.No podía dejar de pensar en él, en todas las cosas que me había contado en el bosque, en todo lo que había confiado en mí y en que por fin parecía haberme abierto su corazón.Me sentía demasiado inquieta, y la razón era obvia: él se había sincerado conmigo como yo nunca lo había hecho con él. Por tanto, me sentía en deuda.Sabía que en algún momento tendría que compartir con él mis miedos del pasado, pero al mismo tiempo temía que me alejase por no ser como él había esperado que fuese.Miré hacia el despertador, harta de dar vueltas y mil vueltas sobre la cama, admirando que eran más d
Estábamos en el templo del señor Miyagui, llovía a cántaros mientras este nos preparaba un poco de té y yo, sentada sobre el suelo, con los pies colgando hacia afuera, miraba hacia la lluvia que caía junto a nosotros, pero estábamos tapados por el techo de aquel lugar, así que no podía mojarnos.Agarró mi mano, mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro, provocando que yo ladease la mía un poco para apoyarla sobre la suya, y cerrase los ojos, escuchando la lluvia caer frente a nosotros. Me sentía en paz en aquel lugar, en aquel momento, con él.El señor Miyagui llegó hasta nosotros, puso la bandeja con los tés sobre la mesa y se marchó de nuevo, sin decir una palabra más, admirando la hermosa estampa que tenía delante, donde aquel que casi había considerado su hijo descansaba tranquilo junto a la mujer que amaba, ella
Aquella mañana nos fuimos de excursión, pues Maiko tenía recados que hacer en el pueblo, y Mika insistía en enseñarme la aldea en la que vivían.Caminaba con ella cogida de la mano, mientras Kevin nos hacía fotos, divertido, al mismo tiempo que la niña me hablaba…Me gustas – comenzó la pequeña, haciendo que mirase hacia ella sin comprender, al mismo tiempo que atravesábamos el bosque hacia el circo. Sonrió hacia mí mientras tiraba de mí hacia la entrada, haciendo que su hermano quedase un poco más alejado de nosotras - ¿me harás un favor? – Preguntó, mientras yo ponía toda mi atención a sus palabras - ¿Cuidarás de mi hermano mayor por mí? Él tiene un carácter muy difícil a veces…Lo sé – admi
Metía la maleta en el maletero del coche de Maiko, al mismo tiempo que Mika tiraba de mi vestido para que le echase cuenta, pues llevaba toda la mañana insistiéndome para que no me fuese.Me agaché junto a ella y la abracé fuerte, mientras la niña lloraba, pues no quería que me fuese. Me separé de ella para limpiarle las lágrimas…Aunque me vaya…- comencé hacia la niña, con lágrimas en los ojos, ya que pensar en su hermano me hacía daño, pues no habíamos vuelto a hablar desde el día anterior, desde que me había rogado que me marchase - … tu hermano estará aquí – aseguré, tragando saliva, intentando que todo fuese bien, que no se me notase lo dolida que estaba en aquel momento – ahora soy yo la que tiene que pedirte un favor: tienes que cuidar de &eacut
Estaba en el hospital, hacía tres días que había llegado y mi padre seguía sin despertar, seguía en aquel sueño perpetuo del que los médicos dudaban si despertaría.Todos estábamos muy afectados, sobre todo mi madre, pues los médicos no paraban de insistir en la opción de desconectarlo. Sabíamos que esa era la opción correcta, pues mi padre siempre había opinado de esa forma, que mejor morir antes de ser un estorbo para su familia, pero el decirle adiós, era algo realmente doloroso para nosotros.Miré hacia la sala de espera, admirando a mi hermana y a mi cuñado, abrazados el uno al otro, intentando reconfortarse, intentando darse ánimos el uno al otro, mi cuñada abrazaba a mi hermano, intentando transmitirle paz, mientras yo miraba hacia la habitación donde mi padre
Mi padre despertó aquella semana, ante la alegría de todos, haciendo que la vida pareciese mucho más preciada y que el tiempo fuese mucho más valioso para todos nosotros.Acababa de llegar del hospital, donde nos habían comunicado que al día siguiente le darían el alta a mi padre. Me disponía a desnudarme para darme una ducha, cuando escuché mi móvil sonar, lo cogí rápidamente, esperando que fuese él, que fuese Kevin, pues llevaba toda la semana intentando localizarle, pero no había manera, siempre tenía el teléfono desconectado.Ana – comenzó una voz al otro lado del teléfono - ¿estás bien? – Preguntaba Han Tae Sang - ¿cómo está tu padre?Ya está bien, despertó el martes, pronto nos dejaran traerlo a casa.¿t&uac
Caminaba por los pasillos del hospital hacia la habitación de mi padre, junto a mi hermana, que no paraba de preguntar e insistir sobre la última llamada que había recibido, esa que había mantenido con el señor Miyagui…Pero no entiendo – comenzaba de nuevo, después de que le hubiese explicado, omitiendo algunos detalles, que el señor Miyagui, me había llamado para saber el estado de nuestro padre - ¿por qué te pusiste a llorar de repente?Me dio una mala noticia – le explicaba, sin dejar de avanzar por aquel largo pasillo, hacia la zona de las habitaciones del tercer piso – una niña muy dulce a la que conocí hace poco, murió.Vaya…- comenzó, sin saber muy bien que responder ante aquello – es realmente injusto cuando un niño peque&nt