CAPÍTULO LXXXIV

SALVAR UNA AMISTAD

MIRIAM

Nada podía hacer o decir al sentir la mirada de desprecio que Julia tenía sobre mi, esa expresión que sabía estaba destellando de sus hermosos ojos cafés me dolían tanto que eran la causa de mi parálisis mental y física, ¿como podía enfrentarme a ella?, si la declaración dicha por ella misma y su ultimátum me causó un dolor semejante al que sentí cuando me enteré de la desaparición y posible muerte de mi único amor, de verdad que nada podía decir, ¿Como iba a justificar eso que ella me reclamó con vehemencia si era cierto, le fallé, violé su confianza puesta en mi, no tenía manera, y mucho menos fuerzas para negarlo, simplemente por qué era verdad.

—¡Creo que tú silencio dice mucho Miriam Smithers!—, dijo caminando de aquí para allá como un animal enjaulado, verla así me hacía sentir peor de lo que ya estaba, quería abrazarla y explicarle todo, pero ¿Como lo hacía si yo misma me sentía igual que ella, mi sentido poco común me hacía ver qué su actitud era
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