CAPÍTULO IV

MI DILEMA

MIRIAM

Estar en este estado en el que me encuentro, no es fácil salir de él, es que siempre me pongo así, siempre me pasa cada vez que lo recuerdo, cada vez que siento su olor, o creo escuchar su voz en algún rincón, pero al buscarlo no lo hallo, como extraño a mi Papirrico, a mi Antone, no he sabido nada de él desde aquella fatal noche que nos sacaron de esa m*****a bodega donde tenían a Julia.

Han sido tres terribles años pensando en él, en querer saber que fue de su vida, si pudo sobrevivir o no, eso es lo que más temo, por qué sé qué si hubiera salido con vida aquí estuviera con nosotros, dándonos lata con su palabrería cursis, pero sobretodo brindándonos su apoyo para sacar adelante a mi mujer hermosa, a nuestro bello sobrino que cada día se pone más guapo e inteligente, de paso estuviera a mi lado brindándome su apoyo y amor incondicional.

Por estar pensando en él, en lo triste y vacía que es mi vida sino está conmigo, en este preciso momento me encuentro en ese dilema, el de seguir o no con ella, la verdad no sé qué hacer, no puedo creer que ya casi a mis veinte años, no sepa que hacer con mi vida.

Aunque tengo dos motivos enormes para seguir intentando, para seguir luchando, perder al amor de mi vida me hecho dudar de seguir adelante, no sé, no sé cómo seguir, no se cómo hacerle, la verdad simplemente no quiero hacerlo.

Por eso ahora me encuentro sentada frente al tocador de mi habitación, sosteniendo entre mis manos una cuchilla pensando que es lo mejor que puedo hacer, desaparecer definitivamente de esta vida, para sencillamente dejar de carcomerme si la debo o no debo vivir, cuando estaba a punto de usar esa cuchilla la escuché, escuché esa dulce voz que me trae de vuelta a la realidad.

—Miry, mi Mujer Hermosa ¿te encuentras bien?—, esa voz que trae un poco de calma a mi vida me llama desde afuera de mi habitación dónde el recuerdo no me deja tranquila—, vamos hermosa deja ya de estar encerrada, no lo vale, no vale seguir llorando por lo que no pudo ser, por lo que ya no es—, me decía con ese deje de preocupación que a veces me hace sentir mal por qué por mi forma de llevar las cosas hace que ella sufra, lo que me pone peor en estos momentos, por qué es lo que menos quiero hacer ver sufrir a mi hermana, a mi amiga, ella ya ha sufrido demasiado para que yo le dañe sus ganas de continuar.

—¿Que es lo que quieres que rompa esa puta puerta y te saque arrastras de esta habitación?—, decía entre desesperada e iracunda, no me gusta verla cuando saca su lado cruel, ya que es bastante difícil de manejar su carácter—, ¿no me vas a dejar ayudarte?, por qué sabes que te necesito, sabes que no puedo sola sin ti, sabes que también me duele mi Mujer Hermosa, ¿pero si me rindo, si me dejo vencer ahora, de que habrá valido sobrevivir, de que habrá valido seguir con vida, si también te pierdo a ti?.

Seguía hablando desde el otro lado de la puerta dándole golpe tras golpe como sí se culpara de algo, ella siempre haciéndome entrar en razón con sus palabras que me llegan a lo más profundo.

Debo permanecer fuerte aunque no sepa como, debo tratar de seguir viviendo, aún que tampoco sepa cómo se hace, debo esforzarme por ser aquella mujer en la que mi hermoso Papirrico me quería ver convertida, por lo menos se lo debo, no solamente a él sino también a Julia, trataré de seguir, debo soltar y seguir, creo que es otra forma de vivir ¿no?.

Me levanté, solté la cuchilla que tenía entre mis manos la miré por última vez entonces la guarde en el rincón más alejado de la última gaveta del buró de la cama, limpié mis lágrimas, decidí darle nuevamente la pelea a esta m*****a o a esta desgraciada e infeliz vida, pero sobretodo a esta hermosa vida, por qué con todo lo feo que nos toca vivir, los momentos agradables y felices que vivimos en ella nos hace sentir así que en realidad es hermosa, por eso hay que luchar por qué esos mágicos momentos de felicidad sean más que los desdichados.

—¡Perdóname hermosa, no era mi intención ponerte así!—, le dije cuando abrí la puerta y al hallarla tirada en el suelo casi derrotada, con su mirada perdida me sentí culpable por ser causa de su dolor—, ¡sé que también te duele incluso hasta más que a mí por qué lleva el tú sangre, pero a veces no puedo evitarlo!—, le dije con la voz quebrada al mirar su sufrimiento—, pero saldremos juntas de esto, juntas lo lograremos por ti, por mí, por mi Fabriccio, pero sobre todo por él, por qué sino lo logramos juntas sino llegamos hasta la cima como él hubiera querido, su sacrificio habrá sido en balde.

Alzó su triste mirada hacía mí, y aunque ya le habían reformado gran parte de su rostro, aún tenía pequeñas secuelas que irían desapareciendo con el correr del tiempo uno por uno, según me informó Ángelo.

También me informó que los médicos están contentos con su avance, ya que su rehabilitación ha sido más progresiva de lo que ellos imaginaban, y es cierto por qué a estás alturas ya Julia no necesita de muletillas para caminar, hasta ya empezó su entrenamiento en el bosque, cada día lo hace mejor, a veces me uno a ella para llegar a ser igual de fuerte que ella, aunque al principio del entrenamiento le sacaba ventaja, cada día es ella la que me deja atrás, creo que ella nació para ser la Reina del puto bajo mundo en que nos hallamos, y yo la genio que maneja todo desde atrás de una máquina, somos dinamita pura cómo alguna vez había dicho mi Papirrico, ninguna de las dos somos alguien sin la otra.

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