CAPÍTULO LXXX
SOLUCIONEMOS

MIRIAM

Desde el momento que pude notar lo que en realidad pretendía hacer Álexandre decidí dejar de lado esas palabras que fueron como puñaladas a mi corazón, aun que quería contrarrestar esos insultos por qué me dolían en lo más profundo de mi cabeza, bien sabía que no era cierto, yo por mi parte tenía la certeza que no era así lo que mi Papirrico decía, y también sabía que mi Papirrico las había dicho en un momento de ira ciega que fue provocada por la actitud que creó el imbécil de Álex, por eso mejor me aparté de esa situación, en primer lugar por qué no le iba a permitir al estúpido ese que ganará, y sabía que sí seguía su juego lo iba conseguir, él iba a lograr que esta rencilla entre Antone y yo terminara mucho peor de lo que va, además sé muy bien que para que ese desgraciado logre su cometido es necesario que hayan dos personas en disputa, pues yo tenía claro lo que un antiguo proverbio dice: “Que para tener una pelea se necesitan dos”, por lo tanto yo no iba se
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