CAPÍTULO LIII
UNA DISCUSIÓN SIN SENTIDO

Al momento de girar y ver quién había causado ese portazo, el ver qué se trataba de mi Papirrico, tanto Jhon como yo dimos un salto, no por qué estuviéramos haciendo algo malo, sino por la cara y actitud que Antone mostraba, cuando Jhon quiso separarse, se lo impedí por dos razones, la primera era mi diablilla interna que quería verlo celoso, «jejeje», la otra era por qué lo que ante los ojos de Antone parecía eso no era así, «me hizo mal que en sus ojos tuviera esa furia por ende esa desconfianza», quise hablarle para bajar esa neura que delataban sus ojos, en cambio fue su voz la que resonó en la oficina:

—¿Que es lo que diablos está pasando aquí?, ¡Tú por qué lo abrazas de ese modo?—, dijo mirándome con sus ojos saltones de la furia.

Ese grito de enfado y sin razón me hizo mirarlo con esa misma actitud con la que se comportaba, es por eso que evité que Jhon me soltara. En cambio Antone seguía con esa actitud anormal diciendo a Jhon:

—¡Suelta a mi Mujer,
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