24. COMPLEJO

—Dime que no cometiste una barbaridad —dice don Noé con el ceño fruncido y los ojos llenos de sospecha cuando aparezco nuevamente en su puerta.

—Cálmese, me he dejado llevar al antojo de todos —paso por su lado, llego a su minibar y sirvo un par de tragos—. Han pasado cosas, cosas que me tienen ofuscado y malditamente confundido.

Su expresión se suaviza un poco, aunque sigue sin bajar la guardia. Rechaza el vaso que le ofrezco, así que lo vacío de un solo trago, dejando que el licor caliente mi garganta y despeje, aunque sea un poco, el nudo en mi pecho.

—No tengo idea de qué pasó, pero no sabes cuanto me alegra lo que escucho. Alcancé a imaginarme lo peor —se sienta al frente mío— cuéntame qué pasó.

—Está usted hablando con el nuevo capataz de la flamante hacienda Ortega.

Por unos segundos solo frunce el ceño como si lo que le acabo de decir fuera difícil de entender.

—¿Qué? —balbucea al fin, y yo suelto una risa amarga al ver su expresión de desconcierto.

Le relato lo que acaba de p
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