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22. LA ELECTRICIDAD DE UN CONTACTO FUGAZ

Las cosas estaban saliendo mejor de lo que jamás imaginé. Tengo un apellido reconocido, dinero, y mi pueblo no solo ha aceptado los cambios, sino que se muestra entusiasta. Aún no él regresó a la hacienda, pero Alan me mantiene al tanto de todo. Fue gracias a él que supe que la hermana de Marta ha tomado la iniciativa de enseñar a leer a los jóvenes. Sin embargo, su cercanía a Marta, incluso en algo tan intangible como su olor, ha despertado envidias. Las mujeres que han compartido mi cama, especialmente Raquel, la tratan con un desprecio que no puedo justificar.

—Solo les faltan alas —dice Alan de repente, interrumpiendo mis pensamientos. Su tono, inesperadamente suave, revela un cambio en su percepción de los humanos—. Tal vez ese cuento de la religión no sea tan descabellado. Lo del celibato no lo entiendo, pero parece que algunos humanos son, en efecto, buenos.

Sonrío, aliviado por sus palabras.

—Te lo dije. Solo necesitaban una oportunidad. Ahora, ¿qué tienes sobre las obras?

Ala
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