La angustia me devora el alma como un mar agitado que no encuentra calma. ¡Dios, dame fortaleza para guiar a mis hijas! Nunca imaginé enfrentar una situación tan desgarradora.Mi hija Rebeca, siempre tan dulce y sensata, parece ahora una extraña. Que haya roto su compromiso con Iván Felipe para ingresar a un convento me resulta incomprensible. Si al menos me dijera que habló con él y descubrió que no congenian, que imaginó un hombre diferente o que siente que la menosprecia, lo entendería. Pero no, su única explicación es que ha sentido el llamado del Señor.Que el Señor me perdone, pero nunca imaginé a mi niña como monja. Siempre soñó con formar una familia, con hijos y un esposo cariñoso. Una lágrima furtiva se desliza por mi mejilla al pensar en sus sueños truncados, pero también en Martha.Martha creció mirando a Rebeca como un modelo a superar. Parte de esa rivalidad es mi culpa. Si hubiera sido una mujer más fuerte, habría encontrado la manera de criar a ambas juntas. Pero no; c
Anoche fue una de las peores noches de mi vida. Al llegar a casa, encontré a mamá y Martha atendiendo una visita. Era Iván Felipe. Tomé aire, tratando de que la sorpresa no se refleje en mi rostro. Entré a la sala, saludé con una sonrisa que deseaba convincente y me senté con ellos, esforzándome por parecer natural. Iván Felipe es todo lo que siempre soñé y más. Su porte, sus modales, la forma en que se expresa... Todo en él grita nobleza. No solo es un hombre culto, sino que su manera de hablar de las personas y los lugares que ha conocido revelan una bondad genuina. Mientras compartía anécdotas sobre las culturas que ha explorado, sus ojos brillaban de entusiasmo. Había regresado a casa después de años y su nueva asignación era precisamente la defensa de esta región. Esa última parte fue una sorpresa total para mamá y para mí, pues aparentemente Marta ya sabia que él había ingresado al ejército.—Mañana terminan mis vacaciones, así que debo reincorporarme al servicio —dijo con un
Estoy sentada en la iglesia, al lado de mi madre, luciendo mis mejores galas. Todo a mi alrededor es hermoso: las flores desprenden su delicado aroma, llenando el aire con una fragancia embriagadora que realza la solemnidad de este lugar sagrado. Sin embargo, en mi corazón, todo parece pintado de gris.El tiempo parece haberse ralentizado, como si quisiera torturarme, obligándome a grabar este momento con una precisión dolorosa. Martha avanza al compás de la marcha nupcial, su sonrisa satisfecha iluminando su rostro mientras se acerca a Iván Felipe, quien la espera con una mirada llena de dicha y anhelo.Es increíble lo rápido que se desarrolló todo. Solo pasaron tres meses desde que inició el cortejo, pero aun así en pocos minutos serán oficialmente marido y mujer. Cierro los ojos y junto mis manos pidiendo a Dios por la felicidad de ambos. Una vez que termina la ceremonia, me acerco a ellos y los felicito.—Habría preferido que fueras tú —dice mi madrina parada al lado mío.—No diga
Por fin la suerte me sonríe. Iván Felipe, a falta de una descripción más precisa, es el hombre perfecto: rico, atractivo, educado y, lo mejor de todo, fácil de manipular. Una sonrisa bien calculada, una mirada esquiva y el leve roce de mi mano en su brazo han sido suficientes para ganarme poco a poco su corazón. Es de esos hombres correctos e idealistas que buscan en una mujer la suavidad de una flor, la dulzura de la miel y una inocencia que raya en la ingenuidad. Lamentablemente para él, dejó escapar a la mujer que cumplía esos requisitos y me eligió a mí.No puedo negar que a veces extraño a Pablo. Su intensidad y el fuego que llevaba dentro me hacían decir que sí a todo, pero no hay comparación con la vida que tengo ahora frente a mí: la vida soñada.—Estoy recontenta por su boda, niña —dice Topacio, ayudándome a guardar la ropa que llevaré a mi nuevo hogar—. Pero se sentirá muy raro no tenerla más por aquí. Ya me había acostumbrado a lo emocionante de su vida. Antes de su llegada
Las cosas estaban saliendo mejor de lo que jamás imaginé. Tengo un apellido reconocido, dinero, y mi pueblo no solo ha aceptado los cambios, sino que se muestra entusiasta. Aún no él regresó a la hacienda, pero Alan me mantiene al tanto de todo. Fue gracias a él que supe que la hermana de Marta ha tomado la iniciativa de enseñar a leer a los jóvenes. Sin embargo, su cercanía a Marta, incluso en algo tan intangible como su olor, ha despertado envidias. Las mujeres que han compartido mi cama, especialmente Raquel, la tratan con un desprecio que no puedo justificar.—Solo les faltan alas —dice Alan de repente, interrumpiendo mis pensamientos. Su tono, inesperadamente suave, revela un cambio en su percepción de los humanos—. Tal vez ese cuento de la religión no sea tan descabellado. Lo del celibato no lo entiendo, pero parece que algunos humanos son, en efecto, buenos.Sonrío, aliviado por sus palabras.—Te lo dije. Solo necesitaban una oportunidad. Ahora, ¿qué tienes sobre las obras?Ala
—Es una sorpresa verte por aquí. Hace años que no te veía.Mi medio hermano se acerca con una sonrisa confiada y prácticamente resplandece. Su dicha es casi palpable. La chica a mi espalda contiene el aliento mientras que yo me debato entre matarlo o explorar esta extraña sensación. La intensidad de esos ojos colmados de preocupación siguen golpeándome y hace que mi pecho se sienta apretado, no me agrada esa sensación.—Me enteré de tu boda, así que decidí pasar a felicitarte —respondo estirando mi mano para responder al saludo.—Me alegra. Te envié razón con don Noé, pero él tampoco pudo asistir a la boda.¿Cómo puede verse tan despreocupado a mi lado? Es verdad que no sabe que somos hermanos, pero el tiempo que compartimos de niños fue tan corto que me es imposible entender el motivo del aparente cariño que me tiene. Nunca fui afectuoso ni nada parecido con él.—Manda sus excusas. Tiene gripe y por mi parte he llegado hoy mismo de viaje y apenas me enteré de tu boda decidí pasar a f
—Dime que no cometiste una barbaridad —dice don Noé con el ceño fruncido y los ojos llenos de sospecha cuando aparezco nuevamente en su puerta.—Cálmese, me he dejado llevar al antojo de todos —paso por su lado, llego a su minibar y sirvo un par de tragos—. Han pasado cosas, cosas que me tienen ofuscado y malditamente confundido.Su expresión se suaviza un poco, aunque sigue sin bajar la guardia. Rechaza el vaso que le ofrezco, así que lo vacío de un solo trago, dejando que el licor caliente mi garganta y despeje, aunque sea un poco, el nudo en mi pecho.—No tengo idea de qué pasó, pero no sabes cuanto me alegra lo que escucho. Alcancé a imaginarme lo peor —se sienta al frente mío— cuéntame qué pasó.—Está usted hablando con el nuevo capataz de la flamante hacienda Ortega.Por unos segundos solo frunce el ceño como si lo que le acabo de decir fuera difícil de entender.—¿Qué? —balbucea al fin, y yo suelto una risa amarga al ver su expresión de desconcierto.Le relato lo que acaba de p
En esa hacienda, no soy bienvenido por muchos. Ahora entiendo que no solo es la señora Enola quien me desprecia; También el antiguo capataz parece inconforme con mi llegada. Pero eso no me afecta. Conozco bien al viejo amargado al que voy a reemplazar, y debo coincidir con Iván Felipe: no es alguien en quien confiar.—Esta sección de la casa es para el administrador —anuncia con voz áspera el hombre regordete—. El señor Ortega desea que lo acompañe a cenar.—¿A su mesa? —pregunto, desconfiado—. ¿No debería comer en la cocina, como el resto del personal?—Esas fueron sus órdenes. Nunca había sucedido antes —dice con un dejo de rencor.Debe ser frustrante dedicarle años a algo y ver cómo llega otra persona a ocupar tu lugar, y fuera de eso es invitado a la mesa con la familia.—Quiero conocer al personal mañana, temprano. Reúnelos antes de la jornada —ordeno, disfrutando el momento—. Puedes retirarte, Rodrigo.—Como usted diga, patrón —responde, pero su expresión revela algo muy distint