Kali hubiera deseado tener una cámara para grabar la cara de su padre cuando Elliot le dijo aquello. Variaba entre la estupefacción y la ofensa, y la combinación era tan agradable de ver la que la muchacha solo sonrió con satisfacción. Elliot se acercó a ella y pasó una mano sobre su vientre con semblante preocupado. —Ya anda alborotada la guerrillera esta. —Se rio embobado antes de ponerse serio de nuevo—. Nena, estoy completamente seguro de que puedes con esto, pero si no te molesta, tu padre y yo necesitamos cruzar algunas palabras… y no me gustaría que mi hija me escuche diciendo obscenidades antes de nacer. Kali levantó una ceja porque sabía que él era muy capaz, y asintió conforme. —No te preocupes, todo lo que tenía que decirle ya se lo dije —siseó mientras Valeria llegaba junto a ella. —Bien, esto solo tomará unos minutos. —Elliot le dio un beso en la cabeza y se giró hacia Sohan—. Sígueme, por favor. El hombre apretó los puños y lo siguió hacia el despacho, mientras el
—¡No grites! ¡No grites! ¡Cálmate! —¡Elliot! ¡El único que está gritando eres tú! —le dijo Kali muerta de risa antes de volver a apretar su mano con otra contracción. El hospital solo quedaba a quince minutos pero aun así Elliot los sintió eternos. Estaba nervioso, estaba asustado, pero más que todo, estaba enojado. —¡Yo sabía que ese infeliz iba a causar problemas! —gruñó con frustración—. No acabó de salir por la puerta y ya te había hecho enojar tanto que te pusiste de parto. —Es que nuestra hija también quiso salir a pegarle. —Trató de bromear Kali, mientras soportaba otra contracción—. Escucha, esto no es culpa de Sohan, la nena ya está en tiempo de nacer, solo me adelanté una semana, nada más… —Quiso tranquilizarlo—. Además ya estamos en casa, con la familia, nada puede salir mal. Lydia, que estaba al otro lado de Kali en el asiento trasero de la camioneta, puso los ojos en blanco. —Linda, vas a ser una madre excelente, pero a este zangaletón no lo tienes que calmar, de es
Quizás para otro hubiera sido un shock escuchar esas palabras de la boca de Sohan Dhawan, pero ya Elliot se había preparado para todo. Estaba consciente de que podía enterarse, pero si era honesto no esperaba que se enterara tan rápido, después de todo su divorcio con Kali era algo que solo se sabía en su familia, y estaba bastante seguro de que ninguno de ellos había corrido a decirle a Sohan lo que estaba pasando. —¿Sabes qué he hecho en las dos últimas semanas, además de ocuparme de mi hija —fue la respuesta de Elliot—, a la que, por cierto, ni siquiera te has dignado a conocer? He estado rompiéndome la cabeza pensando qué diablos haces aquí todavía. Porque no creo que sea por tu nieta. Sohan hizo una mueca de desprecio que a Elliot no le pasó desapercibida y que estaba seguro de que le haría pagar caro. —La niña no me interesa, no es problema mío —replicó el hombre. —Tienes razón, no es tu problema, ni Kali tampoco —aseguró Elliot—, porque según tu cultura la mujer le pertenec
Elliot había estado enojado muchas veces en su vida, pero aquello que sentía no era enojo, era frustración, era miedo, era impotencia y rabia, porque aquel era su momento, el momento de disfrutar de su familia, de la mujer que amaba y de la hija que había nacido de los dos; y odiaba que alguien amenazara eso. Así que cuando Emma abrió la puerta de su departamento, lo que pasó a su lado y entró sin siquiera pedir permiso, parecía más un desastre natural que un hombre. Elliot la vio ponerse pálida, cerrar la puerta y girarse hacia él, que llevaba la acusación retratada en el rostro. —Elliot… ¿qué estás haciendo aquí? —¿Cómo pudiste hacer algo como eso? —siseó él, tan bajo que a la mujer se le erizó la piel. Emma retrocedió y juntó las manos. —No voy a cometer el mismo error de nuevo… —murmuró mientras sus ojos se humedecían—. ¿De qué estás hablando? —¡Del padre de Kali! —gritó Elliot, furioso—. ¡De llamar al padre de Kali y decirle que nos habíamos divorciado! ¡De eso hablo! Em
Faltaban quince minutos para las once de la mañana cuando Kali y Elliot atravesaron las puertas del despacho Sheffield & Lieberman, y fueron recibidos por Connor y por Jake. A lo mejor era un desafío abierto, pero Kali había elegido un conjunto completamente occidental para vestir ese día. Blazer claro, falda de tubo hasta la rodilla, pantorrillas al aire y zapatos de tacón de trece centímetros, suficiente como para que Sohan pusiera mala cara apenas habían entrado en la sala de juntas. A la derecha de la mesa se sentaron ellos cuatro, y al otro lado estaba Sohan con tres abogados. —Padre, qué placer verte —dijo Kali con tono seco y se frente a frente con él, segura de que eso lo molestaría todavía más. Si algo odiaba Sohan era que lo minimizaran haciéndolo tratar con gente que consideraba inferior, y era evidente que a ella la incluía en esa categoría. Sohan no contestó, como tampoco ninguno de sus abogados, no se molestaron en saludar siquiera, así que Jake fue el primero en hab
—¡Hey! ¿Estás bien? —Kali pasó junto a Elliot, y se sentó sobre sus piernas en el sofá. Pasó un brazo detrás de su cuello y le dio un beso suave en los labios. —¿No debería ser yo el que te preguntara eso? —suspiró Elliot abrazándola con fuerza. —Pues yo estoy bien, preocupada como es normal, pero estoy bien. —¡Dios, eres una guerrera! —Sonrió Elliot—. ¿Qué hice para merecer una mujer como tú? —Aparentemente, solo emborracharte en el bar correcto. —Rio Kali y él puso los ojos en blanco. —Es la primera vez que siento que debo darle gracias al alcohol con sinceridad —se burló. Kali se revolvió en su regazo y pasó una pierna al otro lado de sus muslos, sentándose sobre él. Sintió sus manos subiéndole la falda para que pudiera sentarse mejor y buscó su boca con un gesto tentativo. Hacía semanas que no estaban juntos, y entre el cansancio, el estrés de la nena y todo el asunto con Sohan, Kali necesitaba sus dos minutos de desconexión. Sin embargo aquel beso fue muy corto, porque en
Todas sus alertas se dispararon de una vez. Por suerte o por desgracia, Emma era sobradamente conocida en la mansión, así que a ninguna de las chicas del servicio le había preocupado que viniera de visita. Al final no era como que la familia ventilara sus asuntos frente a ellas. Se quedaron mirándose por algunos segundos antes de que a Emma le saliera la palabra menos significativa de la historia. —Hola… —murmuró porque no encontraba otra forma para comenzar aquella conversación. —¿Me estás jodiendo? —gruñó Kali poniendo el cochecito de Asha junto a ella y adelantándose. —¡Espera, espera! —exclamó Emma poniendo las dos manos frente a ella, como si con eso pudiera detenerla—. ¡Te juro que no vine a pelear! —¡Habla por ti! ¡Porque puedo asegurarte que mis intenciones son muy distintas! —siseó. —¡Mierda, espérate! ¡Vine por algo importante! ¡Vine por Elliot! Kali abrió los ojos y apretó los labios en una línea fina y Emma se apresuró a poner un sofá de por medio porque parecía que
Kali retrocedió, buscando algo con qué cerrar aquella puerta además del seguro, y le hizo un gesto a Emma para que la ayudara a mover uno de los libreros pequeños de aquel despacho. Tomó la cesta de Asha y la llevó al fondo de la habitación, poniéndola sobre el escritorio. Por fortuna la beba todavía seguía dormida, pero sabía que no demoraría mucho en despertarse. Tecleó una contraseña en la computadora que estaba sobre el escritorio y frente a ella aparecieron las doce cámaras de la casa. Quiso lanzar una maldición, quizás tres o cuatro malas palabras que la ayudaran a digerir aquel mal trago, pero por desgracia no podía dejar que la escucharan. En el foco de cada una de las cámaras, tanto interiores como exteriores, había al menos un hombre, y Kali deseaba equivocarse, pero parecían armados. Y en el medio del salón donde ellas habían estado hasta hacía unos minutos, estaba su padre. Lo vio acercarse al cochecito rosa y hacer una mueca de desprecio, y se juró que un día se la bo