Faltaban quince minutos para las once de la mañana cuando Kali y Elliot atravesaron las puertas del despacho Sheffield & Lieberman, y fueron recibidos por Connor y por Jake. A lo mejor era un desafío abierto, pero Kali había elegido un conjunto completamente occidental para vestir ese día. Blazer claro, falda de tubo hasta la rodilla, pantorrillas al aire y zapatos de tacón de trece centímetros, suficiente como para que Sohan pusiera mala cara apenas habían entrado en la sala de juntas. A la derecha de la mesa se sentaron ellos cuatro, y al otro lado estaba Sohan con tres abogados. —Padre, qué placer verte —dijo Kali con tono seco y se frente a frente con él, segura de que eso lo molestaría todavía más. Si algo odiaba Sohan era que lo minimizaran haciéndolo tratar con gente que consideraba inferior, y era evidente que a ella la incluía en esa categoría. Sohan no contestó, como tampoco ninguno de sus abogados, no se molestaron en saludar siquiera, así que Jake fue el primero en hab
—¡Hey! ¿Estás bien? —Kali pasó junto a Elliot, y se sentó sobre sus piernas en el sofá. Pasó un brazo detrás de su cuello y le dio un beso suave en los labios. —¿No debería ser yo el que te preguntara eso? —suspiró Elliot abrazándola con fuerza. —Pues yo estoy bien, preocupada como es normal, pero estoy bien. —¡Dios, eres una guerrera! —Sonrió Elliot—. ¿Qué hice para merecer una mujer como tú? —Aparentemente, solo emborracharte en el bar correcto. —Rio Kali y él puso los ojos en blanco. —Es la primera vez que siento que debo darle gracias al alcohol con sinceridad —se burló. Kali se revolvió en su regazo y pasó una pierna al otro lado de sus muslos, sentándose sobre él. Sintió sus manos subiéndole la falda para que pudiera sentarse mejor y buscó su boca con un gesto tentativo. Hacía semanas que no estaban juntos, y entre el cansancio, el estrés de la nena y todo el asunto con Sohan, Kali necesitaba sus dos minutos de desconexión. Sin embargo aquel beso fue muy corto, porque en
Todas sus alertas se dispararon de una vez. Por suerte o por desgracia, Emma era sobradamente conocida en la mansión, así que a ninguna de las chicas del servicio le había preocupado que viniera de visita. Al final no era como que la familia ventilara sus asuntos frente a ellas. Se quedaron mirándose por algunos segundos antes de que a Emma le saliera la palabra menos significativa de la historia. —Hola… —murmuró porque no encontraba otra forma para comenzar aquella conversación. —¿Me estás jodiendo? —gruñó Kali poniendo el cochecito de Asha junto a ella y adelantándose. —¡Espera, espera! —exclamó Emma poniendo las dos manos frente a ella, como si con eso pudiera detenerla—. ¡Te juro que no vine a pelear! —¡Habla por ti! ¡Porque puedo asegurarte que mis intenciones son muy distintas! —siseó. —¡Mierda, espérate! ¡Vine por algo importante! ¡Vine por Elliot! Kali abrió los ojos y apretó los labios en una línea fina y Emma se apresuró a poner un sofá de por medio porque parecía que
Kali retrocedió, buscando algo con qué cerrar aquella puerta además del seguro, y le hizo un gesto a Emma para que la ayudara a mover uno de los libreros pequeños de aquel despacho. Tomó la cesta de Asha y la llevó al fondo de la habitación, poniéndola sobre el escritorio. Por fortuna la beba todavía seguía dormida, pero sabía que no demoraría mucho en despertarse. Tecleó una contraseña en la computadora que estaba sobre el escritorio y frente a ella aparecieron las doce cámaras de la casa. Quiso lanzar una maldición, quizás tres o cuatro malas palabras que la ayudaran a digerir aquel mal trago, pero por desgracia no podía dejar que la escucharan. En el foco de cada una de las cámaras, tanto interiores como exteriores, había al menos un hombre, y Kali deseaba equivocarse, pero parecían armados. Y en el medio del salón donde ellas habían estado hasta hacía unos minutos, estaba su padre. Lo vio acercarse al cochecito rosa y hacer una mueca de desprecio, y se juró que un día se la bo
Decir qué era lo que estaba haciendo Jake Lierberman a aquella hora de la mañana, en la privacidad de su oficina y con una mujer arrodillada frente a él, sería altamente inapropiado. Baste decir que intentaba sacarse de la cabeza la traición de cierta chica que le había roto el corazón, ese que aseguraba no tener. Sin embargo, en el mismo segundo en que recibió aquella llamada del detective Norton, absolutamente todo lo demás dejó de existir. Durante los últimos seis años Norton había sido un aliado estratégico, un perspicaz aprendiz de Connor y el mejor activo que tenían dentro de la policía; así que obviamente Jake lo había alertado sobre los problemas que temía con respecto a la situación de Kali. Recibir una llamada de su parte en ese momento, era como una confirmación de que algo malo había pasado. —¡Norton! —dijo Jake respondiendo al teléfono mientras se cerraba rápidamente el pantalón—. ¿Qué está pasando? —El 911 recibió una llamada hace diez minutos ¬—se escuchó la voz al
Kali sintió que toda la sangre le subía a la cara en el mismo momento en que vio a Emma sonreírle. —¡Tú…! ¡Maldita infeliz! ¡Te di el beneficio de la duda por cinco segundos! —rugió acercándose a ella, pero Sohan se metió en medio para que no pudiera alcanzarla. —Pues evidentemente, fueron los cinco segundos equivocados —respondió Emma con tanta tranquilidad que a Kali le dieron ganas de sacarle los ojos. —¿¡Dónde está mi hija!? —En ese punto lo único que la tranquilizaba era que no la veía en sus brazos. —¿Y yo como para qué la iba a querer? —Emma se encogió de hombros—. La niña está donde debe estar, que es no molestándome. —¿A quién se la diste? ¿Qué hiciste con ella? —Se asustó Kali, porque estaba segura de que no se la había entregado a Elliot, y en aquel preciso momento la creía capaz de absolutamente todo, incluso de dársela a cualquier desconocido. —¡Ay, ya! ¡Cálmate! ¡Tampoco es que la hubiera dejado en una alcantarilla! —protestó Emma haciendo un gesto de indiferencia—
Era pequeñita, suave, y cada vez que bostezaba a Elliot se le derretían hasta el alma. Le dio un beso en la cabecita y le hizo un mimo antes de devolverla a su cunita. —Pórtate bien, princesa, papi va a traerte a tu mami lo más pronto posible —le aseguró acariciándole uno de los cachetes con la yema del dedo. Tomó la maleta de mano que había dejado en la puerta y le dio un abrazo a su hermana. —Te encargo a Asha —le dijo—. Cuida a mi nena. —Como si fuera mía —murmuró Valeria dándole un beso de despedida. Seis horas horas. Era lo que había tomado que prepararan el jet y solicitaran los permisos para un viaje tan largo. Era el tiempo que Sohan les llevaba de ventaja. —¿Listo? —preguntó Richard cuando lo vio bajar la escalera. Él también tenía lista su maleta y Elliot ni siquiera se molestó en preguntarle si lo acompañaría. Era su hermano, iría con él hasta el fin del mundo. A quien definitivamente no esperaban encontrar en el hangar fue a Jacob Lieberman, pero al parecer se toma
Kali no podía decir que había sido un shock saber que Lilian la había vendido para conseguir un trato, después de todo sabía que era una arpía y no dudaba que fuera capaz de hacerlo solo por la satisfacción de verla sufrir. Tampoco le causaba ninguna sorpresa que su padre la intercambiara por un negocio, ese era el día a día de cualquier mujer en la familia Dhawan, no era nada nuevo para ella. Había crecido en una zona de guerra emocional, su padre siempre había sido su primer enemigo. Lo había vencido una vez, y sabía que lo haría de nuevo, pero al menos había esperado verse camino a Vrindavan sola con él. En cambio, Sohan parecía querer darle un escarmiento que sirviera para el resto de las mujeres de la familia, las que había y las por llegar. Había hecho reunirse a toda la familia, así que su castigo iba a ser prácticamente público. El camino desde Agra hasta Vrindavan duraba poco más de una hora, y la caravana de siete camionetas avanzó a toda velocidad. Los Dhawan habían here