—¡Elliot! —Andrew intentó que se callara antes de que ofendiera todavía más a Sohan, pero la voz segura de Kali se alzó primero.
—¡Yo no voy a casarme con este, pero ni por una m*****a equivocación! —exclamó girándose hacia su padre.
La verdad era que no quería casarse con nadie, y estaba más que segura de que aquel hombre tampoco quería casarse con ella, pero no supo exactamente qué fue lo que notó cuando Elliot Davies la tomó con fuerza del brazo y la acercó a él.
—¿Entonces para qué demonios te metiste en mi cama anoche? —gruñó Elliot con aspereza, y el reflejo de aquellos ojos grises regresó a él como un flashazo, perdiéndose entre gemidos.
—No te confundas, no todo fue culpa mía, muñeco —siseó ella forcejeando para soltarse de su agarre—. Tú pusiste mucho de tu parte.
Elliot sintió que la sangre se le encendía cuando escuchó aquello.
—¡Yo estaba borracho! —le gritó—. Me hubiera acostado con una m*****a chimpancé si me la hubieran puesto delante, pero tú… ¡Tú me usaste! ¡Planeaste todo esto!
—Sí, eso sí lo hice, pero tú no te resististe ni un poquito —lo desafió ella con los ojos destellantes. Odiaba que no aceptara su parte de responsabilidad. Sí, ella había bailado para él, lo había seducido, pero no le había puesto una m*****a pistola en la cabeza para que se acostara con ella.
—¡Yo no voy a casarme con una loca como tú ni de coña! —exclamó soltándola lejos de él, pero Kali lo miró con sorna, Elliot podía ver la sonrisa bailándole en los ojos.
—¿Y quién te dijo que yo quiero casarme contigo? —le gruñó mirándolo de arriba abajo con desprecio—. ¡Tú no eres precisamente un premio que yo quiera! Solo eres exactamente igual que el resto de los hombres, posesivo, débil y aprovechado… ¡Es cierto que yo lo ofrecí, pero bien que lo tomaste!
Su aliento olía a azahares y Elliot no supo por qué, pero aquello le despertó toda una ola de nuevos recuerdos que lo hicieron estremecerse.
—¡No estaba en mis cinco sentidos!
—Pues el sexto trabajó muy bien él solito —replicó Kali desviando la mirada hacia su entrepierna con una ceja provocativamente arqueada y a Elliot se le subió toda la sangre a la cara.
—¡Yo jamás me habría acostado contigo si hubiera sabido quién eras! —Se llevó las manos a la cabeza y paseó por aquel cuarto con desesperación. Aquello no podía estar pasando. Él amaba a Emma… en ese justo momento la odiaba, pero sabía que las cosas con ella podían arreglarse…—. Yo no me puedo casar contigo, estoy enamorado de otra mujer.
Kali arrugó el ceño y Elliot pudo ver el fastidio en sus ojos.
—Seguro que la amas… como que anoche no dijiste su nombre ni una vez…
—¡Kali! —La voz ronca de Sohan los mandó a callar a todos mientras se acercaba a su hija con gesto amenazante, pero la muchacha no retrocedió ni un solo paso—. ¡Esto ya fue suficiente! ¡No puedo tolerar más vergüenza por este día! Me importa muy poco cómo pasó ni de quién fue la culpa —aseguró girándose hacia Andrew, que como patriarca de su propia familia, tenía toda la responsabilidad sobre ella—, pero la hospitalidad de esta casa ha sido traicionada, la virtud de mi hija ha desaparecido y tu hijo ha traído la vergüenza sobre mi nombre. ¡Y eso no es algo que yo vaya a pasar por alto! ¡Se tienen que casar!
Kali gruñó con rabia. Había crecido odiando aquel ambiente, detestando su propia cultura. Por alguna razón, esas doctrinas que tan bien habían logrado aleccionar a sus hermanas, jamás habían funcionado para ella. Lo único que deseaba era ser libre.
—No lo voy a hacer —dijo con determinación—. ¡No quiero casarme, ni ahora ni nunca, ni con él ni con nadie!
Elliot contuvo la respiración. Quizás simplemente no le gustaban los hombres y aquella era su forma de salirse de la situación… o quizás realmente era tan fea que no quería arriesgarse.
—¡Contigo voy a hablar después! —le rugió Sohan—. Pero primero quiero aclarar algo con los Davies.
Por alguna razón la figura de Sohan Dhawan les pareció imponente en ese momento, como si hubiera crecido cincuenta centímetros. Se podía ver la decepción y la cólera saliendo por cada poro de su piel, en cada gesto de su rostro.
—Escúchame bien, Andrew, porque creo que no han entendido la gravedad de este asunto —dijo con tono amenazante—. Me convenciste de hacer negocios contigo hace dos años y decidí confiar en ti. Te abrí las puertas de este continente, te abrí las puertas de mi empresa, pero también te abrí las puertas de mi casa. Compartí el pan contigo, y te honré como a un invitado noble de mi familia. —Sohan tenía los puños apretados y se notaba que se estaba controlando, y tanto Andrew como Elliot querían que la tierra se los tragara en aquel momento—. Así que lo que pasó anoche no fue solo un hombre teniendo un revolcón con una mujer. ¡Lo que pasó anoche fue tu hijo tomando la virginidad de mi hija y jodiendo toda su m*****a vida de aquí en adelante, aunque ella no sea capaz de verlo así!
—Sohan… —La voz de Andrew estaba cargada de vergüenza
—¡No estamos en Occidente! ¡Esto es la India! —rugió Sohan—. Y esta cultura no perdona a las mujeres impuras. ¡Lo que pasó anoche fue tu familia traicionando mi hospitalidad, deshonrando mi nombre, acarreándome el infortunio y la ruina de saber que tengo una hija manchada a la que deberé desterrar de mi casa y borrar del libro familiar! ¡Eso fue lo que pasó anoche! ¡Así que me importa un comino cómo pasó! ¡Pero van a reparar esto o las consecuencias serán atroces!
Andrew abrió la boca para responder, pero la mano de Elliot sobre su brazo lo detuvo.
—Espero sinceramente que eso no sea una amenaza, señor Sohan. —Su voz grave hizo eco en cada pared a medida que su rostro se ensombrecía. Elliot Davies podía asumir sus consecuencias, pero no toleraba amenazas de nadie.
—No, no lo es —gruño el viejo—. Solo es un hecho. Fuera como fuera traicionaste mi confianza, y si no piensas hacerte responsable de tus actos yo tendré que actuar en consecuencia porque mi honor lo exige. —Elliot respiró intentado contener la rabia que lo embargaba, pero sabía que eso era cierto—. Sé que romper los contratos que tengo con ustedes será sencillo, tenemos una cláusula de “falta a la moral” y esta claramente califica como una. Pero el dinero que ambos perderemos aquí no será nada comparado a la ruina que le provocarás a tu nombre. Si deshonras a mi familia, Asia jamás volverá a abrirte las puertas. Así que piénsalo muy bien, Elliot Davies, y dime si estás dispuesto o no a asumir la responsabilidad por lo que hiciste.
Elliot hizo una mueca de rabia con los dientes apretados y pasó saliva con fuerza.
—Necesito hablar con mi padre —gruñó antes de darse la vuelta y arrastrar a Andrew lejos de allí, al otro extremo del salón.
Quería golpearse la cabeza contra la pared, quería ponerse a gritar por la imbecilidad que había hecho, pero simplemente no podía.
Se sentó en una de las butacas y Richard le acercó un vaso con un trago de algo que ni siquiera miró antes de bebérselo. Hizo una mueca porque estaba fuerte y se quedó allí, mirando el fondo del vaso. Intentó recordar lo que había sucedido la noche anterior, pero solo le llegaban fragmentos aislados. Sin embargo, la sensación era cada vez más clara. Hormigueaba por su cuerpo desde las palmas de sus manos, por toda su columna vertebral hasta erizarle el pelo de la nuca. Recordaba su cuerpo… o algo así… recordaba más la sensación de estar dentro de ella, perdido en ella… y por desgracia no había sido horrible. Todo lo contrario.
—Creo que sí lo hice… —murmuró levantándose y mirando a su padre con vergüenza—. No recuerdo mucho pero algunos flashazos me van llegando y… ¡Joooder, de verdad me tiré a la fea! —gruñó con desesperación.
Su hermana se cubrió la boca con una mano para ahogar la sorpresa y Andrew negó cabizbajo.
—No importa —dijo y todos lo miraron, estupefactos—. No vas a casarte con ella.
A Elliot se le encogió el estómago solo de imaginar lo que estaba pasando por la cabeza de su padre.
—Escucha hijo —dijo Andrew poniéndole una mano en el hombro—. Sé que esto no es tu culpa, sobre todo porque la chica no se ha empeñado en responsabilizarte. Es evidente que solo hizo eso porque no quiere que la casen con nadie, así que ya debía saber las consecuencias que iban a traer sus acciones. Estoy seguro de que está más que dispuesta a asumirlas.
Y por un segundo Elliot no pudo evitar pensar en que aquella muchacha realmente estaba loca. Tenía que estarlo para atreverse a desafiar la ira de su padre y a ser expulsada de su familia con todo el horror que eso conllevaba en esa cultura. Estaba loca… ¡o tenía un par de pelotas más grandes que Mohamed Alí!
—Entonces vamos a buscar la forma de apaciguar a Sohan, a ver cómo conseguimos salir de esto… —empezó a decir su hermano, pero Elliot lo interrumpió.
—Sohan no se va a apaciguar con otra cosa que no sea una boda. Y tampoco creas que será un premio para él casar a su hija con un hombre occidental —bufó—. Solo es la menor de las vergüenzas.
—No importa. Richard tiene razón, no vas a casarte contra tu voluntad —determinó Andrew y Elliot sintió aquella cuchillada de culpa.
—Ya lo escuchaste, Davies Inc. jamás podrá volver a entrar al mercado asiático… —murmuró.
—Eso es lo de menos —respondió Andrew—. Nadie va a obligarte a hacer algo que no quieres.
Elliot cerró los ojos y se mesó los cabellos. Para su padre y su hermano era fácil hablar así, porque no conocían los números de Asia como él. Si Sohan rompía los contratos, si jamás volvían a comerciar en Asia, la compañía tardaría al menos una década en recuperar la pérdida masiva de dinero que eso representaba.
—¡Maldición! —gruñó con impotencia—. Acabo de joderlo todo. Absolutamente todo.
Sintió una mano sobre su brazo y miró a su hermana, que se había acercado a él.
—¿Y qué pasa si lo haces? —le preguntó Valeria y Elliot la miró horrorizado. Valeria era la mejor amiga de Emma, eran casi como hermanas. ¿Cómo podía siquiera insinuarle algo así?
—¿Quieres que me case con la fea? —le gruñó.
—Bueno… piénsalo. Nosotros necesitamos salvar esta situación y ella solo quiere escapar de su familia. Es evidente que apenas se casen se irá a América contigo, que es lo que ella quiere. Y una vez allá pueden m****r todo al demonio y divorciarse… ¿O no?
Elliot sintió que podía respirar un poquito mejor y miró a su padre. ¿Era una posibilidad?
—Supongo que es posible… —murmuró Andrew, inseguro.
Giraron las cabezas hacia el otro extremo de la habitación, donde Sohan y Kali se gritaban, y Elliot respiró hondo antes de abotonarse el saco y dirigir sus pies hacia ellos.
—¡Nunca nadie en esta casa, ni antes ni después de ti, ha causado ni causará tanta vergüenza como tú! —escupía Sohan.
—Pues a mí me tiene sin cuidado. Esta jamás ha sido mi casa, nunca he tenido una familia, y para ti nunca he sido más que otra de tus mercancías…
—¡Eres mi hija! ¡Tu deber…!
—¡Soy un ser humano! ¡Mi deber es ser feliz! —replicó Kali con fiereza—. ¡Y ya no vas a obligarme a hacer nada que no quiera!
—¡Pues escúchame bien! —dijo agarrándole el brazo con violencia y sacudiéndola—. ¡No te estoy dando una m*****a opción! ¡O te casas o te declararé viuda de una m*****a vez, sabes que tengo poder para hacerlo! —rugió—. ¡Yo mismo te raparé la cabeza, te pondré el trapo blanco más sucio de esta casa y te echaré a la calle! ¡A mendigar con las viudas de Vrindavan!
Kali sintió que toda la ira que había contenido durante años estallaba en aquel momento. A ella podía faltarle de todo, pero el coraje le sobraba.
—¡Pues si tengo que irme caminando hasta Europa, descalza y rapada, entonces lo haré! —le gritó.
La mano de Sohan se alzó para golpearla, y Kali cerró los ojos y se tensó por instinto, pero antes de que aquella mano cayera, antes de que pudiera siquiera rozarla, alguien la arrancó violentamente del agarre de su padre.
Sohan clavo sus ojos en Elliot con una expresión que variaba entre la sorpresa y la indignación. Su mano se había cerrado con fuerza sobre su muñeca, impidiéndole golpear a Kali, y había puesto a la muchacha detrás en él en un solo movimiento.—No. —Lo escuchó decir con aspereza—. No me pida que respete su cultura si usted no va a respetar la mía. Y en la mía no se golpea a las mujeres.Sohan se liberó de su agarre con un gesto exasperado, pero no replicó.—¿Ya tomaste una decisión?La mandíbula de Elliot se tensó en una línea perfecta y poderosa y tragó en seco antes de responder.—Le ofrezco una disculpa por lo que sucedió anoche. Estoy dispuesto a asumir la responsabilidad por mis actos —dijo mientras su familia contenía la respiraci&oacu
Sonreír.Saludar.Volver a sonreír.Elliot tenía ganas de cometer un genocidio en aquella boda. Al menos Kali podía seguir con su mala cara, porque el velo la ocultaba, pero él tenía que fingir ante cincuenta personas que toleraba aquello de alguna manera.Cuando por fin el cura pronunció el detestable: «Los declaro marido y mujer», Elliot creyó que nada, absolutamente nada podría rebasar el desastre de esa noche… sin embargo estaba equivocado.Se bebió un golpe el tercer trago de whisky y miró al fondo del vaso, como si allí hubiera alguna respuesta. A su alrededor la gente se movía, bailaba, conversaba, pero él se sentía como si estuviera entumecido.Cerca del fondo del jardín, Kali volvía a discutir con su padre, y esta vez ¿por qué no? también con su madre. La mujer mayor pareci&oa
CAPÍTULO 6.Se habría podido pensar que a la familia de Kali le provocaría alguna emoción verla marcharse, pero la verdad era que actuaban como si estuvieran librándose de un problema. A Elliot le molestó mucho aquello, especialmente porque se había convertido en «su» problema.Kali sintió una extraña punzada de dolor mientras se subía en aquel avión. Había pasado toda su vida queriendo escapar de allí, pero la expresión en los rostros de sus padres al verla marcharse no era algo que a ninguna hija la hiciera feliz. Había pasado su vida rodeada de familiares, pero la dura realidad era que jamás se había sentido querida. Y ahora se iba a otro país, bajo la mano de un hombre diametralmente opuesto a su padre, pero con igual habilidad para herir.Se sentó al fondo del avión, alejada de todos, y se hizo un ovillo en
El cabello le rozaba la curva descendente del trasero. No era cuadrado, sino que parecía afinarse, como una condenada flecha apuntando a todo lo que Elliot juraba que no quería.El cristal de la ducha, ahumado por el vapor del agua caliente, apenas si le dejaba ver algo más que la silueta de su cuerpo, pero eso era suficiente para ponerle el corazón a latir como si fuera un caballo desbocado.La sensación de rozar su piel le cosquilleaba en las palmas de las manos, como si el recuerdo regresara, tentador y perfecto. La sensación de haberla besado, de haber estado dentro de ella. Era como si su cerebro se llenara de aquellas imágenes en el momento justo.Él la odiaba, pero su cuerpo era un traidor de mierd@ al que le gustaba recordarle que aquella mujer era una tentación mojada sobre la que quería estar de nuevo.—¡Maldición! —gruñó y vio volver la
Kali se puso el sari más sencillo que tenía y entre ella y Valeria empacaron al menos media docena de trajes para llevarlos al estudio. Valeria la vio hacer ademán de colocarse de nuevo el velo y sonrió.—Ya lo sé, los viejos hábitos son difíciles de eliminar… pero dame tiempo… ya me acostumbraré —suspiró Kali.—En realidad quiero pedirte algo —dijo Valeria pensativa.—Claro, dime.—¿Puedes llevarlo siempre delante de mi hermano? Es que no quiero que te vea… —«Todavía», pensó Valeria.Kali asintió mientras se lo colocaba.—No hay problema, igual no tenía ninguna intención de enseñarle mi rostro. Al parecer siente un placer especial en llamarme fea, y prefiero eso a que encuentre una cosa que sí me lastime.Valeria se puso l&
No había ni uno. No quedaba ni un solo velo con el que Kali pudiera salir de la casa.—¡Elliot! ¿Dónde están mis velos? —preguntó con desesperación mientras le mostraba el cajón vacío.—A esta hora ya deben estar en el camión de la basura, porque los saqué bastante temprano —respondió él y la muchacha abrió los ojos llenos de sorpresa.—No… ¿Por qué hiciste eso? Tú… ¿por qué…? —balbuceó anonadada.—Pues me dijiste que ya no tenías puntos débiles, así que creí que ya no los necesitabas —dijo él encogiéndose de hombros como si no fuera importante.—Pero ¡cómo te atreviste! ¡No es tu derecho tirar nada mío! —le gritó ella con rabia.—&
CAPÍTULO 10.Kali jamás había estado tan nerviosa en su vida. Había redactado el ensayo que le habían pedido, y esperado una hora afuera de la oficina del decano de la facultad de derecho mientras este lo leía, y en el momento en que atravesó la puerta pensó que aquello sería un baño de sangre. Sin embargo, el hombre se limitó a hacerle una sola pregunta: ¿Por qué?—¿Por qué quieres licenciarte en Derechos Humanos? —había preguntado el decano.Kali no esperaba esa pregunta, pero definitivamente tenía mucho que decir. Dos horas después, salió de allí, sonriendo porque el decano le había ofrecido la conversación más amena y honesta que jamás había tenido con un hombre. Y pasara lo que pasara, tanto si la aceptaban como si no, Kali sabía que un día termi
A Kali le temblaron los labios debajo de la pashmina. Los dos estaban perfectamente vestidos, pero aun así podía sentir el calor emanar por entre la ropa. Sentía las caderas de Elliot chocando con las suyas, la dureza de su torso, la rapidez de su respiración y el fuego oscuro que había en sus ojos y tuvo la sensación más extraña que jamás había experimentado.Aquel hombre tenía la fuerza para someterla y aun así, aunque su voz fuera amenazadora y sus ojos feroces, Kali supo que no le tocaría ni un solo pelo si ella no lo permitía. Quizás aquellos colmillos estaban hechos para morder, pero no a ella y no a menos que se lo pidiera.—Ya te arrepentiste la primera vez —susurró más suavemente de lo que esperaba—. ¿De verdad quieres acabar de echarte el lazo al cuello?Elliot frunció el ceño y gru&