Kali se puso el sari más sencillo que tenía y entre ella y Valeria empacaron al menos media docena de trajes para llevarlos al estudio. Valeria la vio hacer ademán de colocarse de nuevo el velo y sonrió.
—Ya lo sé, los viejos hábitos son difíciles de eliminar… pero dame tiempo… ya me acostumbraré —suspiró Kali.
—En realidad quiero pedirte algo —dijo Valeria pensativa.
—Claro, dime.
—¿Puedes llevarlo siempre delante de mi hermano? Es que no quiero que te vea… —«Todavía», pensó Valeria.
Kali asintió mientras se lo colocaba.
—No hay problema, igual no tenía ninguna intención de enseñarle mi rostro. Al parecer siente un placer especial en llamarme fea, y prefiero eso a que encuentre una cosa que sí me lastime.
Valeria se puso l&
No había ni uno. No quedaba ni un solo velo con el que Kali pudiera salir de la casa.—¡Elliot! ¿Dónde están mis velos? —preguntó con desesperación mientras le mostraba el cajón vacío.—A esta hora ya deben estar en el camión de la basura, porque los saqué bastante temprano —respondió él y la muchacha abrió los ojos llenos de sorpresa.—No… ¿Por qué hiciste eso? Tú… ¿por qué…? —balbuceó anonadada.—Pues me dijiste que ya no tenías puntos débiles, así que creí que ya no los necesitabas —dijo él encogiéndose de hombros como si no fuera importante.—Pero ¡cómo te atreviste! ¡No es tu derecho tirar nada mío! —le gritó ella con rabia.—&
CAPÍTULO 10.Kali jamás había estado tan nerviosa en su vida. Había redactado el ensayo que le habían pedido, y esperado una hora afuera de la oficina del decano de la facultad de derecho mientras este lo leía, y en el momento en que atravesó la puerta pensó que aquello sería un baño de sangre. Sin embargo, el hombre se limitó a hacerle una sola pregunta: ¿Por qué?—¿Por qué quieres licenciarte en Derechos Humanos? —había preguntado el decano.Kali no esperaba esa pregunta, pero definitivamente tenía mucho que decir. Dos horas después, salió de allí, sonriendo porque el decano le había ofrecido la conversación más amena y honesta que jamás había tenido con un hombre. Y pasara lo que pasara, tanto si la aceptaban como si no, Kali sabía que un día termi
A Kali le temblaron los labios debajo de la pashmina. Los dos estaban perfectamente vestidos, pero aun así podía sentir el calor emanar por entre la ropa. Sentía las caderas de Elliot chocando con las suyas, la dureza de su torso, la rapidez de su respiración y el fuego oscuro que había en sus ojos y tuvo la sensación más extraña que jamás había experimentado.Aquel hombre tenía la fuerza para someterla y aun así, aunque su voz fuera amenazadora y sus ojos feroces, Kali supo que no le tocaría ni un solo pelo si ella no lo permitía. Quizás aquellos colmillos estaban hechos para morder, pero no a ella y no a menos que se lo pidiera.—Ya te arrepentiste la primera vez —susurró más suavemente de lo que esperaba—. ¿De verdad quieres acabar de echarte el lazo al cuello?Elliot frunció el ceño y gru&
Kali miró a Valeria de nuevo. Indecisa era una palabra ligera para describir cómo se sentía. Ciertamente no estaba acostumbrada a mostrarse—Pero… me quieres para fotografiar los trajes o… —intentó preguntar, pero Matthew negó.—Te quiero para todo, los trajes son solo parte de eso —le explicó él—. La verdad es que pocas veces uno tiene la oportunidad de descubrir a una modelo que no haya sido fotografiada antes, así que me atrevo a decir que hablo por la jefa y por mí cuando digo que serías una de las modelos más valiosas de este estudio.El fotógrafo miró a Valeria y ella asintió.—De verdad me gustaría que lo hicieras —dijo Valeria— Sé que no estás precisamente acostumbrada a mostrarte, pero estás dando muchos pasos adelante en tu vida, y este puede ser
—¿Es una broma? ¿Esto es una m@ldita broma, Valeria? —siseó Elliot dirigiéndose hacia su oficina en aquel estudio.Sassy Girl le pertenecía completamente a Valeria, pero él dirigía al equipo legal de la empresa, así que se había asegurado de tener su propia oficina allí aunque no la usara muy a menudo. Empujó la puerta y dio dos vueltas adentro como un león enjaulado.—¿Cada vez que sale de la casa viene aquí? ¿A…? ¿A encontrarse con él…? —señaló a la puerta, apretando los labios, y Valeria la cerró tras ella sin inmutarse.—No, venía aquí a ayudarme con una línea de gala que quiero lanzar en otoño, que conociera a Matt solo fue una casualidad —le explicó Valeria—. Él la vio cuando estábamos arreglando una s
CAPÍTULO 14.Estaba feliz. Era extraño verla así, y a Elliot se le hizo un nudo en el estómago solo de pensar en la forma tan suave en que se reía para el sacafotos calenturiento. Estaba enojado, eso era. Muy enojado porque… bueno, ¡porque le daba la gana!Se sentó al lado de Valeria sin hacer ruido y sus ojos no se apartaron ni por un segundo de las dos personas que tenía enfrente. No podía escuchar lo que hablaba, solo la música, pero era evidente que se lo estaban pasando bien. Matthew Casey la miraba de una forma que le hacía cosquillear a Elliot los nudillos, pero Valeria le dio un golpe suave con el dorso de los dedos sobre el pecho para llamar su atención.—¿Viste como la mira? —murmuró Valeria—. Pareciera que se la quiere comer. Mejor nos vamos antes de que se empiece a probar la lencería.—Ella no se
—¡Dónde está? ¿¡Dónde está!? ¡Demonios! —Kali se llevó las manos a la frente, intentando controlar las lágrimas que se le acumulaban en los ojos. De repente sentía que no era capaz de respirar. ¿Dónde estaba esa carta? ¡Sin ella no podía presentarse para la inscripción! Giró el bolso sobre la cama, sacudiéndolo con fuerza y dejando caer todo sobre ella. Rebuscó una, dos, diez veces en cada bolsillo, dentro de su pequeña cartera de maquillaje, en cada carpeta de documentos que llevaba. Le dio vueltas a la pequeña impresora de su habitación, incluso miró debajo de la cama o en las gavetas por si la hubiera guardado sin darse cuenta. Dios sabía que en los últimos días andaba sin cabeza, pero de ahí a perder una cosa tan importante para ella… Tenía que habérsele caído en otro lado. Salió al salón y encendió la luz. Ya pasaban de las once de la noche y Elliot se había ido a dormir, pero a Kali no le importó hacer ruido moviend
Decir que estaba cayendo un diluvio posiblemente había sido minimizar el hecho. La lluvia era tan fuerte que Elliot iba a cuarenta kilómetros por hora, inclinado hacia adelante en un intento inconsciente por ver mejor mientras los limpiaparabrisas se movían furiosamente sobre el cristal. Un trayecto que antes le habría llevado solo treinta minutos, tuvo que hacerlo en casi una hora y media, y era ya de madrugada cuando entró por la puerta del edificio ante la mirada sorprendida del equipo de seguridad.—¿¡Señor Davies!? ¿Está todo bien, señor? —Se acercó uno de los guardias, que ya llevaba años en aquel puesto y conocía muy bien a Elliot.—Sí, Milton, todo está bien —respondió Elliot alargando la mano y estrechándosela—. Solo olvidé algo importante en el estudio y lo necesito para mañana m