Sonreír.
Saludar.
Volver a sonreír.
Elliot tenía ganas de cometer un genocidio en aquella boda. Al menos Kali podía seguir con su mala cara, porque el velo la ocultaba, pero él tenía que fingir ante cincuenta personas que toleraba aquello de alguna manera.
Cuando por fin el cura pronunció el detestable: «Los declaro marido y mujer», Elliot creyó que nada, absolutamente nada podría rebasar el desastre de esa noche… sin embargo estaba equivocado.
Se bebió un golpe el tercer trago de whisky y miró al fondo del vaso, como si allí hubiera alguna respuesta. A su alrededor la gente se movía, bailaba, conversaba, pero él se sentía como si estuviera entumecido.
Cerca del fondo del jardín, Kali volvía a discutir con su padre, y esta vez ¿por qué no? también con su madre. La mujer mayor pareció desesperarse finalmente y la tomó por un brazo, arrastrándola dentro de la casa mientras las hermanas de Kali la empujaban.
¡Aquello era un maldito infierno!
Una de las sirvientes de Sohan se acercó a él y Elliot lo miró con cara de pocos amigos.
—Señor, ya debe prepararse para la prueba, en unos minutos la señora estará lista —susurró mirando al suelo y Elliot respondió con un gruñido.
La vio retirarse, girar sobre sus pasos y acercarse a su hermana Valeria. No supo qué le dijo la mujer, pero vio que Valeria se ponía colorada y negaba furiosamente antes de darle la espalda.
A Elliot le llamó la atención la figura sombría de su hermana. Tomó un par de copas de champaña de un camarero que pasaba, y la siguió hasta el extremo del jardín.
—¿Muñeca, estás bien? —preguntó viendo que su rostro se había ensombrecido.
—¡No puedo esperar a que sea mañana para largarme de aquí! —exclamó Valeria—. No debí haber venido.
Elliot suspiró y le entregó la copa.
—Yo me siento exactamente igual. Acabo de arruinar mi vida, y la verdad esto parece que no tiene fin.
Valeria lo miró interrogante.
—Pues ahora tengo que pasar no sé qué m*****a prueba… esto es asco, esta gente tienen ceremonias hasta para peinarse —gruñó y Valeria bajó su copa de champaña de un solo trago.
—Ya lo sé, vinieron a invitarme. ¡Qué cabr…! —Se aguantó la palabrota antes de ofender más a aquella gente, pero Elliot se sorprendió de verla tan alterada.
—¿A invitarte? ¿A ti? ¿Cómo por qué…?
Valeria suspiró y negó cruzándose de brazos.
—La prueba no es para ti, es para ella —bufó—. ¡Es una cosa obsoleta, denigrante… horrible, que les hacen aquí a las mujeres! Una prueba de virginidad.
Elliot sintió la bilis subirle a la garganta y se bebió su champaña de un tirón.
—¿Y eso qué m****a es? —gruñó.
—Pues… llevan a la novia a la habitación… otras mujer la llevan y… la desnudan, y la revisan para que no tenga nada con qué cortarse y fingir la sangre de la virginidad —dijo Valeria sin mirarlo—. ¡Es tan humillante! Pensé que en las familias con más educación ya no se hacía eso…
—Pero no entiendo, ella… ella ya no es virgen —replicó Elliot.
—No creo que su padre se lo haya dicho a nadie. Debe estar esperando que se las arregle como pueda —escupió Valeria con rabia.
—¿Y qué se supone que pinto yo en todo eso? —preguntó Elliot incómodo.
—Pues se supone que vas a entrar a esa habitación y te vas a acostar con ella mientras esas mujeres esperan afuera… y te oyen… y luego tienes que echar sus sábanas manchadas de sangre afuera, como prueba de que era virgen… ¡Por dios es que no quiero ni imaginarlo!
Valeria estaba muy alterada y Elliot solo atinó a pasar un brazo a su alrededor y abrazarla.
—No pensé que esto fuera a afectarte tanto. Sé que Emma es como tu hermana pero…
—¿Emma? —Valeria se echó atrás con sorpresa—. ¡Esa es una que bien baila! ¡Todo esto es su culpa y va a tener que explicarme muy bien por qué rayos te rechazó…! Pero no es eso, Elliot. La verdad me da pena con Kali.
Elliot se separó de ella con brusquedad.
—¿Me estás jodiendo, verdad? —siseó molesto.
—No… es que no puedo imaginar tener que casarme obligada… tener que acostarme con alguien que no me gusta —dijo Valeria en voz baja y el rostro de Elliot se suavizó al instante—. Pienso en mis hijas… y se me revuelve el estómago solo de pensar que pasen por una humillación como la que esa muchacha está pasando ahora mismo, siendo desnudada y revisada por otras mujeres, como si solo fuera un pedazo de carne que van a poner en tu mesa.
Elliot se mesó los cabellos y respiró profundamente. No había pensado en nada de eso.
—Sé que eres muy infeliz con todo esto… pero sigo siendo mujer, así que entiendo lo que hizo. Yo también habría hecho cualquier cosa para escapar de esto —terminó de decir Valeria y a su hermano se le encogió el corazón.
—Por favor, no la justifiques. Lo único que me da un poco de paz en este momento es poder odiarla —suspiró Elliot.
—Está bien, ódiala, pero prométeme que al menos esta noche, no vas a hacerle las cosas más difíciles…
Elliot estaba a punto de responderle cuando sintió que le tocaban el hombro y uno de los criados se inclinó hacia él.
—Ya es hora, señor.
—¡Maldición! —gruñó Elliot y salió caminando detrás del hombre, mientras todas las miradas se concentraban en él.
¿Qué acaso todo el mundo sabía a lo que iba?
Entraron en la casa y Elliot se quedó mudo al ver a la cantidad de mujeres que había fuera de la habitación nupcial. Una de ellas tenía en las manos el sari negro que la muchacha había llevado ese día y le hizo un gesto para que entrara. ¡Mierda! ¿Toda aquella gente había estado mirando a Kali?
Elliot contuvo la maldición que tenía en la punta de la lengua y se metió a la habitación, pero antes de cerrar la puerta detrás de él, alguien le quitó la copa de champaña que llevaba en la mano.
—Nada cortante —dijo la mujer y luego cerró.
La habitación estaba débilmente iluminada y casi vacía a excepción de la cama, sobre la que se extendía una inmaculada sábana blanca.
Kali estaba frente a la ventana… desnuda. O casi desnuda, porque le habían dejado el velo semitransparente, y este le envolvía el cuerpo hasta rozar el suelo. Elliot sintió la punzada del recuerdo recorrerle la piel, el cuerpo de Kali era perfecto y el suyo lo recordaba, casi... casi lo deseaba de nuevo.
—Dime que vas a lanzarte por esa ventana y me harás el favor de dejarme viudo tan rápido —siseó para espantar ese pensamiento y luego se mordió la lengua. ¿Por qué tenía que ser tan patán? ¡Ah, sí, porque la odiaba y ella había arruinado su vida!
Kali se dio la vuelta despacio y Elliot sintió que el nudo de la corbata lo estaba asfixiando. Su cuerpo se delineaba hermosamente bajo aquel velo negro, pero en el borde superior estaba mojado y pegado a sus mejillas. Al parecer la roca que era aquella mujer había tenido un momento de debilidad y había estado llorando. Aun así, no hizo un solo intento por cubrirse cuando estuvo frente a él.
—Lo he pensado, créeme —siseó ella—. Pensé en qué tan difícil podría ser. En cuánto pesarías estando borracho ¡y si sería capaz de arrastrarte hacia la ventana y lanzarte!
Elliot gruñó dando un paso hacia ella y la muchacha levanto la barbilla desafiante. Ninguno de los dos se había pasado de copas esa noche, no estaban en sus cinco sentidos como para entenderse tampoco, así que pelearse parecía la mejor opción. Pero Elliot recordó las palabras de Valeria y miró al techo, dándole la espalda.
—¿Hasta cuándo van a estar esas brujas allá afuera?
—Hasta que les enseñes una sábana manchada con mi sangre —siseó ella dándole la espalda también.
—¡Pues eso no va a pasar! Primero porque no me voy a acostar contigo, y segundo porque lo que ibas a manchar ya lo manchaste hace tres días, esa m****a no se reconstruye solo por quererlo.
—¡Pues para empezar está más que claro que no vas a poder acostarte conmigo, ni soñándolo! —exclamó ella—. Y para seguir, esta prueba no es tu problema, sino el mío. Y yo me encargaré de poner mi sangre en esa sábana, no te preocupes.
Elliot se giró con brusquedad, como si de repente le diera miedo que hiciera una estupidez.
—Creí que no nos dejaban meter nada cortante aquí… —murmuró.
—Tengo mis recursos —dijo ella y Elliot vio cómo volteaba uno de los anillos que llevaba puestos hacia la palma de su mano.
Se podía pensar que era de oro macizo, pero la parte superior dio una vuelta y se abrió como una pequeña estrella.
Elliot no tuvo tiempo ni siquiera de moverse antes de que Kali apoyara la mano sobre su muslo derecho y la dejara correr sobre la piel bruscamente.
—¡Oye…!
—¡No te me acerques! —gruñó Kali y Elliot pudo ver perfectamente los cinco pequeños surcos que se abrían desde la herida en forma de estrella sobre su piel, como si le hubieran dibujado ahí una estrella fugaz.
Kali caminó hasta la cama, arrancó la sábana con gesto de asco y la presionó contra su muslo, manchándola de sangre. Elliot sentía que el corazón le latía en el pecho a mil kilómetros por hora. Aquella mujer era caprichosa, necia e insoportable, pero que tenía más temple que muchos de los hombres que había conocido, eso sí no podía negarse.
Ella lanzó las sábanas manchadas de sangre frente a sus pies y le dirigió una mirada asesina.
—Y ahora recupera mi sari… Sé que te encanta verme, pero te puedo asegurar que no pasará.
Elliot separó los ojos de su cuerpo en un instante, refunfuñando con fastidio. ¿Qué se creía aquella idiota? ¿Qué él quería acostarse con ella de nuevo?
—¡No me arriesgaría ni a soñarlo, bruja! —le espetó mientras recogía las sábanas del suelo.
Se aflojó la pajarita y se acercó a la puerta. Empujó la sábana manchada contra las manos de una de las mujeres que había allí, y le quitó a otra el sari de Kali.
—¡Ya tienen lo que querían! ¡Ahora largo de aquí! —espetó y las mujeres salieron de aquel corredor como si las hubiera espantado el demonio.
Elliot tiró el sari sobre la cama y miró a Kali directamente a los ojos.
—No puedo permanecer casado contigo, ¿lo sabes, verdad? —siseó.
—Esto también es una imposición para mí, más vale que no lo olvides —contestó ella con rabia.
—Entonces dame el divorcio en cuanto lleguemos a América.
—¡Por supuesto, firmaré siempre que tú lo solicites! —accedió ella y Elliot apretó los puños. Sohan tenía razón, aquello sería una guerra declarada y campal para ver quién pedía el divorcio primero.
—¿Sabes que voy a hacerte la vida miserable, verdad? —la amenazó él.
—¿Sabes que puedo castrarte mientras duermes? —replicó ella y los dos gruñeron como un par de animales heridos.
—Elegiste al hombre equivocado, Kali —dijo él por fin y sonrió. Sonrió con suavidad, como si sus palabras quisieran decir otra cosa y a ella se le erizó hasta el alma—. Yo tenía una prometida, una mujer a la que amo, y por tu culpa no podré volver a acercarme a ella… Así que si creíste que podías utilizar a alguien, elegiste al hombre equivocado… ¡y te juro que te voy a cobrar con creces cada hora de infelicidad que me provoques!
CAPÍTULO 6.Se habría podido pensar que a la familia de Kali le provocaría alguna emoción verla marcharse, pero la verdad era que actuaban como si estuvieran librándose de un problema. A Elliot le molestó mucho aquello, especialmente porque se había convertido en «su» problema.Kali sintió una extraña punzada de dolor mientras se subía en aquel avión. Había pasado toda su vida queriendo escapar de allí, pero la expresión en los rostros de sus padres al verla marcharse no era algo que a ninguna hija la hiciera feliz. Había pasado su vida rodeada de familiares, pero la dura realidad era que jamás se había sentido querida. Y ahora se iba a otro país, bajo la mano de un hombre diametralmente opuesto a su padre, pero con igual habilidad para herir.Se sentó al fondo del avión, alejada de todos, y se hizo un ovillo en
El cabello le rozaba la curva descendente del trasero. No era cuadrado, sino que parecía afinarse, como una condenada flecha apuntando a todo lo que Elliot juraba que no quería.El cristal de la ducha, ahumado por el vapor del agua caliente, apenas si le dejaba ver algo más que la silueta de su cuerpo, pero eso era suficiente para ponerle el corazón a latir como si fuera un caballo desbocado.La sensación de rozar su piel le cosquilleaba en las palmas de las manos, como si el recuerdo regresara, tentador y perfecto. La sensación de haberla besado, de haber estado dentro de ella. Era como si su cerebro se llenara de aquellas imágenes en el momento justo.Él la odiaba, pero su cuerpo era un traidor de mierd@ al que le gustaba recordarle que aquella mujer era una tentación mojada sobre la que quería estar de nuevo.—¡Maldición! —gruñó y vio volver la
Kali se puso el sari más sencillo que tenía y entre ella y Valeria empacaron al menos media docena de trajes para llevarlos al estudio. Valeria la vio hacer ademán de colocarse de nuevo el velo y sonrió.—Ya lo sé, los viejos hábitos son difíciles de eliminar… pero dame tiempo… ya me acostumbraré —suspiró Kali.—En realidad quiero pedirte algo —dijo Valeria pensativa.—Claro, dime.—¿Puedes llevarlo siempre delante de mi hermano? Es que no quiero que te vea… —«Todavía», pensó Valeria.Kali asintió mientras se lo colocaba.—No hay problema, igual no tenía ninguna intención de enseñarle mi rostro. Al parecer siente un placer especial en llamarme fea, y prefiero eso a que encuentre una cosa que sí me lastime.Valeria se puso l&
No había ni uno. No quedaba ni un solo velo con el que Kali pudiera salir de la casa.—¡Elliot! ¿Dónde están mis velos? —preguntó con desesperación mientras le mostraba el cajón vacío.—A esta hora ya deben estar en el camión de la basura, porque los saqué bastante temprano —respondió él y la muchacha abrió los ojos llenos de sorpresa.—No… ¿Por qué hiciste eso? Tú… ¿por qué…? —balbuceó anonadada.—Pues me dijiste que ya no tenías puntos débiles, así que creí que ya no los necesitabas —dijo él encogiéndose de hombros como si no fuera importante.—Pero ¡cómo te atreviste! ¡No es tu derecho tirar nada mío! —le gritó ella con rabia.—&
CAPÍTULO 10.Kali jamás había estado tan nerviosa en su vida. Había redactado el ensayo que le habían pedido, y esperado una hora afuera de la oficina del decano de la facultad de derecho mientras este lo leía, y en el momento en que atravesó la puerta pensó que aquello sería un baño de sangre. Sin embargo, el hombre se limitó a hacerle una sola pregunta: ¿Por qué?—¿Por qué quieres licenciarte en Derechos Humanos? —había preguntado el decano.Kali no esperaba esa pregunta, pero definitivamente tenía mucho que decir. Dos horas después, salió de allí, sonriendo porque el decano le había ofrecido la conversación más amena y honesta que jamás había tenido con un hombre. Y pasara lo que pasara, tanto si la aceptaban como si no, Kali sabía que un día termi
A Kali le temblaron los labios debajo de la pashmina. Los dos estaban perfectamente vestidos, pero aun así podía sentir el calor emanar por entre la ropa. Sentía las caderas de Elliot chocando con las suyas, la dureza de su torso, la rapidez de su respiración y el fuego oscuro que había en sus ojos y tuvo la sensación más extraña que jamás había experimentado.Aquel hombre tenía la fuerza para someterla y aun así, aunque su voz fuera amenazadora y sus ojos feroces, Kali supo que no le tocaría ni un solo pelo si ella no lo permitía. Quizás aquellos colmillos estaban hechos para morder, pero no a ella y no a menos que se lo pidiera.—Ya te arrepentiste la primera vez —susurró más suavemente de lo que esperaba—. ¿De verdad quieres acabar de echarte el lazo al cuello?Elliot frunció el ceño y gru&
Kali miró a Valeria de nuevo. Indecisa era una palabra ligera para describir cómo se sentía. Ciertamente no estaba acostumbrada a mostrarse—Pero… me quieres para fotografiar los trajes o… —intentó preguntar, pero Matthew negó.—Te quiero para todo, los trajes son solo parte de eso —le explicó él—. La verdad es que pocas veces uno tiene la oportunidad de descubrir a una modelo que no haya sido fotografiada antes, así que me atrevo a decir que hablo por la jefa y por mí cuando digo que serías una de las modelos más valiosas de este estudio.El fotógrafo miró a Valeria y ella asintió.—De verdad me gustaría que lo hicieras —dijo Valeria— Sé que no estás precisamente acostumbrada a mostrarte, pero estás dando muchos pasos adelante en tu vida, y este puede ser
—¿Es una broma? ¿Esto es una m@ldita broma, Valeria? —siseó Elliot dirigiéndose hacia su oficina en aquel estudio.Sassy Girl le pertenecía completamente a Valeria, pero él dirigía al equipo legal de la empresa, así que se había asegurado de tener su propia oficina allí aunque no la usara muy a menudo. Empujó la puerta y dio dos vueltas adentro como un león enjaulado.—¿Cada vez que sale de la casa viene aquí? ¿A…? ¿A encontrarse con él…? —señaló a la puerta, apretando los labios, y Valeria la cerró tras ella sin inmutarse.—No, venía aquí a ayudarme con una línea de gala que quiero lanzar en otoño, que conociera a Matt solo fue una casualidad —le explicó Valeria—. Él la vio cuando estábamos arreglando una s