CAPÍTULO 32
—Me voy a volver loca —declaró la joven, que en realidad ya se sentía loca—. Si no consigo un empleo, no me podré ir de aquí, y no puedo conseguir un empleo sin tener que dejar a mi hijo al cuidado de alguien más. Entonces, trabajaré para pagar a quien cuide a mi hijo. Eso me sabe en serio mal.

—Si suena mal —aseguró Alejo, que mecía en la cama al pequeño niño, que ahora que era un poco menos pequeño, se mantenía un poco más de tiempo despierto—. ¿Quieres irte a vivir conmigo?

—¿Y que mi exmarido me quite a mi hijo? —preguntó Emilia, con los ojos muy abiertos—. Yo no lo creo.

—¿Crees que lo haga? —preguntó Alejo, viendo como esa chica no podía apartar los ojos, ni siquiera por un segundo, de su hijo.

—No lo sé —respondió la castaña, suspirando—. Te juro que ya no sé qué esperar de él, bueno, sí, daño, eso es lo único que sigo recibiendo de su parte... y por eso me quiero ir de aquí.

—¿Por qué lo amas tanto? —preguntó el enfermero, que seguía siendo el paño de lágrimas de su amor no cor
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