CAPÍTULO 27
—¡No me responde! —gritó Alejandro, de verdad desesperado, volviendo a intentar que su llamada al teléfono de su exesposa conectara, y nuevamente la llamada entró al buzón y el hombre, desesperado, golpeó la pared con el puño—. ¡Maldita sea!

Armando, que había estado esperando que algunas de las llamadas anteriores que hacía su nieto, conectara, exhaló lento el aire que había estado conteniendo en sus pulmones, sintiendo que se hundía en la desesperación.

Esa mañana, aun de madrugada, más bien, a Alejandro lo había despertado una llamada de Emilia, en ella la joven se escuchaba mal, y le había pedido ayuda, luego ella no dijo más y, tras mucho insistir en una palabra más de ella, decidió cortar la llamada en intentar localizarla por su cuenta, sin éxito alguno.

» ¡Maldita sea! —repitió el hombre, volviendo a cortar la llamada e intentar de nuevo.

Él tenía así casi una hora, y no lograba contactarla, así que, tanto él como su abuelo, estaban por caer en la desesperación total.

No sabían
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