Emilia recibió el documento que avalaba la disolución de su divorcio y respiró profundo. El proceso no había sido largo, pero desde el inicio ella supo que no estaría tranquila hasta que tuviera el documento definitivo entre sus manos, y al fin lo tenía.Y sí, ahora se sentía menos temerosa, pero no por eso más feliz, y, para ser franca, tampoco se sentía más libre. Era extraño, porque era libre de verdad, así qué, ¿por qué rayos estaba tan sofocada? No lo entendía.Salió del registro civil y respiró profundo, pensando que tal vez todo lo mal que se sentía era por el embarazo, por eso decidió sentarse un poco en esa banca de pasillo que estaba a un lado de la puerta y, desde ese lugar, pudo ver a un par de jóvenes tomados de la mano y dándose besos de vez en cuando. Ellos habían ido a ese lugar a hacer lo opuesto a lo que había hecho Emilia: iban a casarse.—Siento que voy a vomitar de emoción —confesó una linda joven de vestido blanco, sandalias en el mismo color y con un adorno de ca
—¡No me responde! —gritó Alejandro, de verdad desesperado, volviendo a intentar que su llamada al teléfono de su exesposa conectara, y nuevamente la llamada entró al buzón y el hombre, desesperado, golpeó la pared con el puño—. ¡Maldita sea!Armando, que había estado esperando que algunas de las llamadas anteriores que hacía su nieto, conectara, exhaló lento el aire que había estado conteniendo en sus pulmones, sintiendo que se hundía en la desesperación.Esa mañana, aun de madrugada, más bien, a Alejandro lo había despertado una llamada de Emilia, en ella la joven se escuchaba mal, y le había pedido ayuda, luego ella no dijo más y, tras mucho insistir en una palabra más de ella, decidió cortar la llamada en intentar localizarla por su cuenta, sin éxito alguno.» ¡Maldita sea! —repitió el hombre, volviendo a cortar la llamada e intentar de nuevo.Él tenía así casi una hora, y no lograba contactarla, así que, tanto él como su abuelo, estaban por caer en la desesperación total.No sabían
—Es un considerable desprendimiento de placenta —declaró el médico que atendió a Emilia y al ver a la joven fruncir el entrecejo, Alejandro se preocupó.—¿Eso es muy grave? —preguntó el hombre comenzando a sentirse aterrado.—Podría serlo, pero considero que, teniendo en cuenta la condición del feto y de la madre, el reposo nos ayudará a controlarlo —declaró el médico—, puede hacer reposo absoluto en su casa, pero, de preferencia, me gustaría que estuviera algunos días en el hospital, para un mejor monitoreo y poder reaccionar de mejor manera en caso de una emergencia.Alejandro asintió, y Emilia hizo lo mismo cuando él la miró como preguntando por su opinión, entonces el hombre cuestionó si podía ser trasladada a la ciudad, pues, de preferencia, le gustaría que ella estuviera en un lugar donde su abuelo la pudiera visitar.Luego de semejante declaración, ella no pudo negarse a lo que más bien parecía una petición, y se dejó trasladar al hospital que Alejandro eligió, a donde mandó lla
—Ahggg —se quejó Emilia mientras su cabeza se inclinaba al frente, como si quisiera esconderla en su pecho y, cuando la contracción que le erizó la piel completa y le heló el cuerpo pasó, ella dejó caer la cabeza atrás, resoplando el aire que había contenido mientras la contracción pasaba.—¿Estás bien? —preguntó Alejandro, que la seguía viendo sostenerse de cualquier cosa después de dar un par de pasos en esa pequeña habitación en que Emilia aguardaba a que su cuerpo dilatara suficiente para dar inicio con el parto.Le habían hecho montón de estudios los días pasados, y parecía ser que un parto natural no sería más riesgoso de lo normal, así que ella estaba pasando por unas contracciones inducidas en lo que su cuerpo terminaba de mostrarse preparado para dar a luz.—Si vuelves a preguntarme si estoy bien, voy a golpearte —declaró la joven castaña, jadeando y trasudando a pesar de qué escalofríos era lo que más sentía—. Se me nota que no estoy bien, Alejandro, así que no me hagas enoja
Cuando la joven llegó a una casa, en la que en realidad no tenía tan buenos recuerdos, sintió un tremendo impulso de irse de ahí, pero, cuando Alejandro la llevó hasta la habitación que había estado preparando para su hijo, Emilia se conmovió un montón.De alguna manera, esa habitación de bebé, de esas que de pronto se encontraba en comerciales de cunas y accesorios para bebés, le aseguraba que el pequeño Adrián era bienvenido en ese lugar.—Te llevaré a tu habitación —ofreció el joven que cargaba una pañalera y a su hijo, pues la castaña tenía una indicación de mínimo esfuerzo.La sangre que había perdido la mujer había sido por un desgarre que se dio al momento de que la placenta se desprendió, así que necesitaba más reposo que nunca y bastantes cuidados, por eso no podía irse a su casa aún, y por eso Alejandro le prometió que la cuidaría mientras ella lo necesitara, aunque en realidad tenía la intensión de cuidarla el resto de su vida.La puerta contigua era a su habitación, eso le
—Entonces, ¿qué es lo que vas a hacer? —preguntó Alejo, que visitaba a la castaña junto a un par de enfermeras, para saber de su salud y para conocer a su bebé—. Ya se comunicaron contigo, ¿verdad?—Sí —respondió Emilia, viendo como las dos mujeres que acompañaban a su gran amigo enloquecían con ese bebé que era tan guapo como su papá, así que se robaba cuanto corazón lo veía—. Voy a renunciar a la plaza en ese lugar, ellos necesitan una enfermera y yo no puedo irme aún.—¿Te encuentras mal? —preguntó Dalia, una de esas enfermeras que, aunque tenía la mayoría de su atención centrada en ese niño, estaba escuchando la conversación de los otros dos.—No —respondió la de cabello y ojos cafés—, pero siento que, si me voy a ese rincón del mundo con un niño llorón y sin más compañía, me podría poner muy mal. Y, ¿para qué arriesgarme?—Cierto —dijo Alejo, entendiendo la preocupación de esa joven que, a pesar de la felicidad que irradiaba, se notaba visiblemente agotada, aun cuando tenía tanta
—Me voy a volver loca —declaró la joven, que en realidad ya se sentía loca—. Si no consigo un empleo, no me podré ir de aquí, y no puedo conseguir un empleo sin tener que dejar a mi hijo al cuidado de alguien más. Entonces, trabajaré para pagar a quien cuide a mi hijo. Eso me sabe en serio mal.—Si suena mal —aseguró Alejo, que mecía en la cama al pequeño niño, que ahora que era un poco menos pequeño, se mantenía un poco más de tiempo despierto—. ¿Quieres irte a vivir conmigo?—¿Y que mi exmarido me quite a mi hijo? —preguntó Emilia, con los ojos muy abiertos—. Yo no lo creo.—¿Crees que lo haga? —preguntó Alejo, viendo como esa chica no podía apartar los ojos, ni siquiera por un segundo, de su hijo.—No lo sé —respondió la castaña, suspirando—. Te juro que ya no sé qué esperar de él, bueno, sí, daño, eso es lo único que sigo recibiendo de su parte... y por eso me quiero ir de aquí.—¿Por qué lo amas tanto? —preguntó el enfermero, que seguía siendo el paño de lágrimas de su amor no cor
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Armando Darrell a su nieto, que luego de escuchar que la joven se había ido de la sala, salió hasta donde su abuelo había quedado—. ¿Vas a dejar que se vaya? Alejandro, ¿no crees que es tiempo de que entres en razón y hagas lo correcto?Alejandro no dijo nada, solo se dejó caer en uno de los sillones de esa sala y miró a la nada con esa expresión afligida ensombreciéndole el rostro.» Hijo, deberías estar usando esta oportunidad que te da el tenerla cerca para reconquistarla —señaló el mayor—, pero no solo la estás desperdiciando, sino que la estás usando para herirla un poco más. Ella se va a ir porque está incómoda contigo, porque la sigues tratando mal.—Abuelo, es que no lo entiendes —aseguró el hombre, levantándose del sillón como si este fuera lava ardiendo—, necesito mantenerme lejos de ella, o si no me va a romper el corazón cuando se vaya.—¿Y no te rompe el corazón mantenerte lejos de ella? —preguntó Armando y Alejandro se detuvo al fin, pues, ant