ELIZABETH.NARRADO EN TERCERA PERSONA.Elizabeth caminaba con pasos decididos por el pasillo del hospital. El eco de sus botas resonaba en las paredes blancas, pero su mente estaba lejos de ese lugar. Se encontraba absorta en pensamientos sobre Nick, el policía asignado para vigilarla. Se había propuesto no pensar en él más de lo necesario, pero últimamente, él invadía sus pensamientos con una frecuencia alarmante.Cuando llegó a la habitación de su hermana, una sonrisa reemplazó su expresión seria. Yaela, o Ela como le decía cariñosamente, era su razón de ser. La pequeña de diez años estaba recostada en la cama, rodeada de juguetes y dibujos que intentaban alegrar su estancia en el hospital. Elizabeth se acercó y le dio un beso en la frente.—Hola, Ela. ¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Elizabeth, intentando sonar alegre.—Hola, Lizzy. Mejor, creo. La enfermera dijo que si sigo así, pronto podré ir a casa —respondió Yaela con una sonrisa tímida.Elizabeth se sentó al borde de la cama y
DÍAS DESPUÉS. NICKEstamos en el hospital, Yanela se ha quedado dormida y han sido buenos días, en los que nada le ha pasado, ppr un lado me alegra demasiado ya que empiezo a encariñarme con la pequeña, cosa que no debo hacer. Estos días Elizabeth ha estado callada, no se si asustarme, ya que no se si está planeando algo, pero noto que cuando no me mira su ceño se frunce y suspira negando con la cabeza, espero poder hablar de eso con ella pronto. También he notado que le gustan mucho los crucigramas, las sopas de letras y el sudoku, es excelente en todas y es ahí que entiendo porque si mente es tan ágil. Veo a Elizabeth morder un lápiz, mientras su ceño está fruncido, se ve muy concentrada en lo que está haciendo y ni siquiera mira a otro lugar, por lo que aprovecho y la miro detenidamente. Su piel es blanca pero no tanto, esta se ve suave y tersa, tiene unos pocos bellos cubriéndola, su rostro parece de una muñeca, tiene cejas no tan delgadas, pero eso si, muy definidas, también
NARRADO EN TERCERA PERSONA.Elizabeth observaba a Nick desde el otro extremo de la pequeña oficina de la jefatura. Él estaba dormido, con la cabeza apoyada en su brazo sobre el escritorio. Su respiración era lenta y profunda. Un sentimiento de culpa la invadió por un momento, pero lo desechó rápidamente. No tenía opción, debía ir a ver a la banda y hablar personalmente con Héctor, el Diablo. Debía dejar las cosas claras de una vez por todas.Con cautela, se dirigió al pequeño baño adjunto a la oficina. Sacó de su bolso una peluca roja hasta los hombros, unos lentes de contacto oscuros, y una gorra. Se miró al espejo y apenas se reconoció. Perfecto, pensó. Nadie la reconocería así.Con todo el sigilo del que era capaz, Elizabeth salió de la oficina. La jefatura estaba tranquila a esa hora de la noche, con pocos oficiales presentes y la mayoría ocupados en sus propias tareas. Logró salir del edificio sin que nadie la viera.Una vez en la calle, caminó rápidamente hasta una esquina oscura
NICK.Me desperté con un sobresalto, mis ojos tardaron un segundo en enfocar la habitación. La oficina estaba en silencio, salvo por el suave zumbido del ventilador en el rincón. Elizabeth estaba sentada en el sofá, su postura tensa y su mirada perdida en algún punto indefinido. Algo no estaba bien.—¿Elizabeth? —pregunté, frotándome los ojos—. ¿Dónde has estado? — ¿Qué sucede? — — Nada — responde de inmediatoElla levantó la vista hacia mí, sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. Trató de decir algo, pero se quedó en silencio. En lugar de responder, simplemente rompió a llorar.Al principio, no supe cómo reaccionar. Elizabeth nunca había mostrado este nivel de vulnerabilidad ante mí. Me quedé allí, inmóvil, hasta que su llanto se convirtió en hipidos profundos. Fue entonces cuando me acerqué, movido por una necesidad urgente de consolarla.—Hey, hey... —dije suavemente, sentándome a su lado y abrazándola—. ¿Qué pasa? ¿Qué te sucede?Elizabeth se acurrucó en mis brazos, su cuerpo
ELIZABETH Entré en el hospital con una mezcla de ansiedad y determinación. Sabía que debía ser fuerte por Ela, pero la preocupación constante por su salud siempre me pesaba. Caminé rápidamente por los pasillos, saludando a las enfermeras que ya conocían mi rutina. Cuando llegué a la habitación, encontré a Ela dormitando, su pequeño cuerpo se veía frágil bajo las sábanas. Me acerqué y le acaricié suavemente el cabello. Su respiración era tranquila, y eso me daba un poco de paz. Sin embargo, cuando me giré para sentarme, sentí una presencia conocida. Mi corazón dio un vuelco al ver a Héctor, el Diablo, sentado en una silla en la esquina de la habitación. —¿Qué haces aquí? —murmuré, tratando de no despertar a Ela. Él me miró con esos ojos oscuros que una vez pensé que contenían el mundo. —Vine a verla. Quería asegurarme de que está bien —respondió, su voz baja y sin la usual arrogancia. Decidí no armar un escándalo por el bien de Ela, así que me senté junto a la cama y mantuve la ca
ELIZABETH.DÍA DE LA REDADA.Estaba nerviosa, aunque intentaba no mostrarlo. Desde que me uní a los detectives, a Nick y a Warren, mi vida había dado un giro inesperado. No era solo la oportunidad de redimir mis errores pasados; era también la chance de hacer algo realmente significativo. Esta vez, íbamos tras una banda que se dedicaba a la trata de menores, un crimen que me resultaba abominable. Me preparé mentalmente para lo que sabía que sería una noche difícil.Llegamos al lugar indicado por nuestras investigaciones, un edificio abandonado en las afueras de la ciudad. Los alrededores estaban desolados, solo un par de farolas iluminaban tenuemente la calle. Mi corazón latía con fuerza mientras Nick, Warren y yo nos acercábamos con cautela.—¿Listos? —preguntó Warren, su voz baja pero firme.Asentimos, y con un gesto, nos indicó que avanzáramos. Al entrar, nos encontramos con un panorama desolador. Niños, algunos de apenas tres años, otros de hasta diez, estaban en condiciones deplor
ELIZABETH.SEMANAS DESPUES.Este día decidí venir al orfanato donde está Bruno, el pequeño al que rescatamos en la redada, Nick se da cuenta que al entrar saludo a todos con mucha familiaridad y al preguntarme porque, decido contarle la verdad.—Doy clases de baile a estas hermosuras— ante nosotros aparecen niños de todas las edades, ellos al verme corren hacia mi y me agacho para recibir sus abrazos y besos —¡Un orfanato! — él menciona con asombro —¿Por qué un orfanato?— indaga viéndome, trato de mirar a otro lado porque no estoy lista para contar mi vida —Porque están solos, porque no tienen a nadie, porque su ingenuidad, alegría y forma de ver la vida nos recuerda lo bueno que hay en la vida, porque podemos hacerlos felices solo con simples actos… — mi voz se quiebra — Porque sus corazones son puros y no hay nada mejor que eso— cuando termino de hablar una lágrima recorre mi mejilla y aprovechando que estoy agachada y él no puede verme, la seco despacio —¿Estás llorando Liz?—
ELIZABETH.DIAS DESPUES.Había ido varias veces al orfanato estos días, y para mi sorpresa Nick me había acompañado siempre y en los días que fui a bailar él tambien lo hizo con nosotros, y cuando no estábamos bailando él se metia en la cocina con Catalina y estaba aprendiendo a cocinar esas recetas que segun Nick dice son deliciosisimas. Tambien lo veía muy cerca a mi y más atento, ahora nuestras miradas se quedaban fijamente sin importar el tiempo.Estábamos en la jefatura, revisando algunos informes, cuando Warren entró en la sala de reuniones con una sonrisa más amplia de lo habitual. Se aclaró la garganta y nos miró con entusiasmo.—Tengo una noticia emocionante para todos ustedes —anunció, captando de inmediato nuestra atención—. Hemos sido invitados a una celebración en honor a toda la comisaría por nuestro excelente trabajo estos meses y por atrapar a la organización de trata de menores. El evento será esta noche en un lugar elegante y será televisado, por lo que todos debemos