Grecia observó el rostro de Diego, al mirarlo así en calma, no podía evitar pensar en Guillermo, pensando ¿Cómo podían parecerse tanto sin ser la misma persona? Y ahora estaba segura de que era mucho más que un parecido, había gestos que le recordaban más y más a su difunto marido.
«Estás pensando de más Grecia. Es imposible que puedan parecerse tanto, miras cosas donde no las hay», se dijo, mientras negaba con un ligero movimiento de cabeza.
—No pueden ser la misma persona, eso es imposible —murmuró extendiendo sus dedos sobre la cicatriz que marcaba el rostro de Diego.
El corazón se le estrujó al pensar en el dolor que debió sufrir al hacerse aquella herida, tenía algunas otras cicatrices en su cuerpo, sobre todo en su espalda. No se había atrevido a preguntar cómo se las había hecho pues temí
—Te dejo para que hables a gusto, iré por Guillermo, no demores —dijo Grecia al verlo dudar.Caminó lejos de él, mientras las sospechas iban creciendo en su interior, no sabía nada de Silvia desde el día que abandonó los Cascabeles, tampoco se había preocupado por ella porque Diego había sido suyo y los meses que siguieron al accidente fueron los mejores ¿Estaba equivocándose con su marido? La pregunta asaltó su mente. Realmente no conocía del todo a Diego Mendoza.El hombre había aparecido en la ciudad, en la exportadora y en su vida con un aire de ángel vengador. No fue dulce, ni tierno y mucho menos amable con ella en ninguna ocasión. Se casó con ella para hacerle pagar ¿Por qué? No lo sabía. Pero no podía negar que había visto el odio en sus ojos e iba dirigido a ella. La convirtió en su esposa para lu
Diego se despidió de Grecia después del desayuno, para reunirse con Robledo en la finca San Vicente, de paso mataría dos pájaros en un solo tiro. Aprovecharía para ver a Silvia y saber cómo seguía y hablaría con su asistente acerca de sus sospechas. No le costaba pensar que uno de los hermanos fuera un traidor o incluso los dos. Después de todo él ya había confiado en la persona equivocada en el pasado.Escogió un caballo para llegar a la finca vecina, se sentía más seguro y era mucho más rápido para acortar el camino por las veredas.Desmontó en el patio amarró a su precioso alazán y caminó con paso lento hacia el interior de la vivienda. La casa era pequeña comparada a la casa grande de los cascabeles, pero esta se acomodaba perfectamente para Silvia, estar en una silla de ruedas no era nada fácil, él estuvo
—Camila, ¿Cómo llegaste? —preguntó Grecia al ver a su mejor amiga en la sala de su casa.—Preguntando cómo se llega a Roma, querida —sonrió acercándose a ella y saludándola con un beso en ambas mejillas. —Te he echado tanto de menos, sobre todo a Guillermo, ¿Mi pequeño se ha portado bien? —preguntó mientras lo buscaba con la mirada.—Sí, es una pena que no puedas verlo, salió con Diego —mintió y no sabía qué fue lo que le llevó a decir aquellas palabras, pero ya las había dicho y esperaba de todo corazón que Guillermo no despertara en ese momento y la llamara.—¿De verdad? —preguntó sentándose en el sillón.—Sí, salió hace unos momentos, debiste llamar, debiste…—No, no sé lo que Diego tiene en mi c
Diego entró a su casa y se sentó en el sillón más cercano. Se mesó el cabello, mientras se rompía la cabeza buscando una manera de explicarle la situación a Grecia. Debía advertirle sobre Camila y, sobre todo, debía hablarle claro sobre lo sucedido con Silvia, quizás tenían que mudarse y sería a San Vicente, mientras el peligro pasara o quizás…—¿A qué hora llegaste? —preguntó Grecia caminando hacia él, pero sin acercarse.—Apenas hace unos minutos, ¿Dónde está Guillermo? —preguntó poniéndose de pie, para cerrar la distancia entre ellos; Grecia se alejó al ver sus intenciones causando desazón en el corazón de Diego.—Guillermo está en su habitación, ¿Quieres verlo? —preguntó mirándolo fijamente.Diego sinti
Grecia perdió la noción del tiempo, no supo con exactitud cuánto tiempo estuvo tirada en el suelo de esa casa y cuánto tiempo había llorado, ni siquiera fue consciente del momento en que sus lágrimas se secaron. Se sentía devastada por el engaño de Diego. Ella no podía creer que el lazo que lo unía a Silvia fuera una simple amistad o un simple agradecimiento. De ser así, él no le hubiese ocultado la verdad.—Grecia, Grecia —escuchó la voz de Nancy llamarla, pero no quería girar su rostro, no quería abrir los ojos, solo quería dormir, dejarse llevar por la oscuridad que acariciaba su mundo. Cerrar los ojos y olvidarse de todo y de todos.»Grecia, piensa en tus hijos, no le hará ningún bien al bebé en tu vientre este descuido. Recuerda que todo lo que tu sientes y sufres lo sentirá y sufrirá ella —dijo
Los días fueron pasando y ninguno de los dos había podido superar lo sucedido, mientras Grecia luchaba día a día para poder apartar los recuerdos de los momentos felices con Diego, él vivía añorando cada pequeño detalle de su vida con Grecia, como Guillermo o como Diego, los momentos felices lo atormentaban cada vez que la noche llegaba y nada podía hacer para evitar la añoranza que golpeaba su corazón.Diego tenía una actitud de hierro, un hombre implacable durante el día, pero al anochecer no era más que un hombre destrozado, un hombre sin ganas de vivir.—No podemos dejar que esto continúe de esa manera, debemos hacer algo para ayudar a Diego, se está dejando morir —expuso Silvia con preocupación a Jorge y Robledo. El asistente se había infiltrado en los Cascabeles y se había enterado por Nancy que Grecia no estaba en mejor
Grecia estaba reacia a creer todas aquellas palabras, porque eso significaba que se había equivocado con Diego, que lo había juzgado terriblemente mal. Ella sabía que él había sufrido un accidente, pero jamás preguntó al respecto por temor a remover viejas heridas que no debían ser tocadas. No sabía cómo había sido o cómo había sobrevivido, desconocía esa parte de su vida. «En realidad desconoces toda su vida, no sabes nada de él, ni siquiera sabes si tiene familia o no», pensó.Pero también existía la posibilidad de que todo fuera una trampa, que Silvia estuviera haciendo y diciendo todo aquello para… «¿Para qué? Eso es Grecia, qué sentido tiene para ella mentirte. Eres tú quien debe tomar la batuta de su vida, eres tú quien debe sopesar la verdad y admitir que te equivocaste con Diego»
Diego gruñó al sentir la bala rozar su brazo, había sido descuidado al no prestar atención a las palabras de Jorge; parecía que no aprendía del pasado.—¡Estás bien! —gritó Jorge al verlo sostener su brazo. —Te dije que era una maldit@ trampa —añadió cubriendo el cuerpo de Diego y disparando hacia el segundo nivel que fue de donde el primer disparo salió.—Rodrigo no está aquí, ese hombre no habría fallado, me odia tanto que habría aprovechado esta oportunidad —gruñó Diego con enojo. Se había dejado llevar por la rabia y el deseo de exterminar a su enemigo que había caído nuevamente en una trampa. Se preguntó seriamente cuántos errores tenía que cometer primero antes de atrapar a Rodrigo o sí el hombre siempre estaría un paso por delante de él.