Grecia solo respiró tranquila cuando el helicóptero estuvo en el aire. No podía imaginarse lo que hubiera sido de su hijo y de Camila si llegaban a caer en las manos de Rodrigo. No podía siquiera explicar cuál era el motivo de tanto odio en su contra. Ya dudaba seriamente que él necesitara un motivo para sus maldades, él debió nacer con el alma podrida.
—¡Dios, ese hombre está loco! —dijo Camila, para quien no era un secreto todo el daño que Rodrigo le había hecho a Grecia.
—Gracias al cielo, venimos a tiempo —susurró Grecia mientras extendía sus manos para tomar al pequeño Guillermo entre sus brazos y depositar varios besos en la frente y mejillas del bebé.
Guillermo observó a su hijo en brazos de Grecia, moría por acercarse y tomarlos entre sus brazos y jurarles que todo iba a salir bien, pero se abstuvo. Su nueva
Grecia parpadeo varias veces y lo hizo solo para darse cuenta que estaba recostada en el largo sillón de la sala, con los labios de Diego, muy muy cerca de sus propios labios; un escalofrío recorrió su cuerpo involuntariamente al imaginarse esos labios posados sobre los suyos en un beso ardiente y pasional, tuvo que morderse el interior de su mejilla para evitar gemir al recordar lo que aquella boca era capaz de hacer.—¿Q-qué haces? —preguntó interrumpiendo la línea de sus pensamientos al darse cuenta que su cuerpo empezaba a reaccionar a la cercanía del cuerpo masculino y sobre todo al cálido aliento acariciaba sus labios.—¿Despertándote con un beso? —respondió con una ligera sonrisa antes de apartarse de ella. —Me diste un susto de muerte —añadió incorporándose en toda su altura, para evitar caer en la tentación de besa
Grecia se alejó unos cuantos pasos de Diego, se mordió el labio porque aquel beso había despertado el deseo en su cuerpo, hacía meses que no tenían un acercamiento de ese tipo. Ellos habían tenido una noche de pasión antes de que la tragedia se desatara y era muy consciente que los motivos eran totalmente distintos al amor.—Lo siento, no quiero presionarte —le escuchó disculparse y alejarse dos pasos de ella.—No me incomoda, más bien es que… me has hecho sentir cosas que hace tiempo no sentía y me asusté —confesó ella cerrando la distancia de nuevo entre ellos.—¿De verdad? —preguntó él, no quería que ella sintiera que trataba de imponer su presencia; deseaba que las cosas se dieran de manera espontánea.—Estoy siendo sincera —dijo Grecia acariciando la mejilla marcada del hombre.
Grecia se puso el hermoso vestido que Diego le había hecho llegar momentos antes, no sabía cómo o qué había hecho para conseguirlo, pero para ella el gesto fue de lo más hermoso.—Cielos, no volveré a decir nada en contra de ese hombre —dijo Camila arreglando el cabello de Grecia, lo dejaría suelto para que cubriera las cicatrices de su espalda, el vestido dejaba ver el nacimiento de las mismas, pero Grecia quiso utilizarlo de todas maneras.—Te aseguro que Diego ya no es el mismo hombre con quien me casé. Si somos sinceras no puedo juzgarlo. Rodrigo es el peor ser humano que he conocido en mi vida y él solamente creyó que yo no sería distinta —expuso para defender a su esposo frente a su mejor amiga.—No diré nada más Grecia. Solo espero que tú puedas ser feliz y que tu decisión sea la mejor para ti y para Guillermo, lo a
Grecia se movió al sentir el peso de una mano sobre su cintura, no se atrevió a abrir los ojos, pero una ligera sonrisa se extendió por su rostro. Respiró profundamente y el aroma de la loción de Diego la envolvió por completo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que aceptó darle una oportunidad? No recordaba exactamente quizás uno o dos meses, quizás un poco más, lo único que sabía con seguridad es que era completamente feliz a su lado.—Si no dejas de moverte voy a tomarte aquí y ahora —susurró Diego a su oído y Grecia no pudo evitar estremecerse ante la amenaza, porque sabía que él era muy capaz de mantenerla en la cama todo el día.—Estaría más que encantada, pero debo ocuparme de Guillermo, Camila regresa hoy a la ciudad para reunirse con su hermano, le pediré a Nancy que me ayude co
Grecia observó el reloj en la pared de la cocina, se le hizo extraño que Diego no volviera cuando se lo había prometido, él nunca le quedaba mal y de no poder llegar enviaba siempre a uno de los trabajadores a decirle que llegaría un poco más tarde.Empacó un poco de comida para llevárselo al área de trabajo, pensando que quizás él no tuviese tiempo, la cosecha había terminado hacía unos días, pero el café para procesar seguía en el beneficio, mientras los mozos secaban el café para enviarlo a la exportadora y seguidamente enviarlo al extranjero para cumplir con los contratos contraídos por la empresa de Guillermo. Negó con un movimiento de cabeza. No era la empresa de Guillermo sino la de Diego, el hombre había hecho una gestión de primera y había logrado salvar varios contratos y cumplir con ellos, comprando café a
Días después…—No deberías estar aquí —susurró Silvia humedeciendo sus labios con la lengua.—Es exactamente donde tengo que estar. Descansa el doctor pasará a revisar tu estado por la tarde, duerme y recupera tus fuerzas —pidió Diego besando la frente de la mujer.—¿No tienes miedo de que ella se entere? —le preguntó antes de gemir por el dolor que atravesó su cuerpo.—Grecia está en los Cascabeles y está segura allí. Ahora solo debes recuperarte para llevarte conmigo.Diego dibujó una ligera sonrisa en el rostro, estaba cayéndose a pedazos de cansancio y preocupación. Había hablado con Grecia todos los días que llevaba en el hospital y varias veces al día. Pero sabía que no era suficiente y más tarde que temprano tendría que decirle la verdad. No sabía cuánto tiempo más estaría ausente. El doctor no le había dado ninguna explicación al avance del estado de Silvia y eso despertaba sus alarmas y le hacía sospechar que la situación
Grecia observó el rostro de Diego, al mirarlo así en calma, no podía evitar pensar en Guillermo, pensando ¿Cómo podían parecerse tanto sin ser la misma persona? Y ahora estaba segura de que era mucho más que un parecido, había gestos que le recordaban más y más a su difunto marido.«Estás pensando de más Grecia. Es imposible que puedan parecerse tanto, miras cosas donde no las hay», se dijo, mientras negaba con un ligero movimiento de cabeza.—No pueden ser la misma persona, eso es imposible —murmuró extendiendo sus dedos sobre la cicatriz que marcaba el rostro de Diego.El corazón se le estrujó al pensar en el dolor que debió sufrir al hacerse aquella herida, tenía algunas otras cicatrices en su cuerpo, sobre todo en su espalda. No se había atrevido a preguntar cómo se las había hecho pues temí
—Te dejo para que hables a gusto, iré por Guillermo, no demores —dijo Grecia al verlo dudar.Caminó lejos de él, mientras las sospechas iban creciendo en su interior, no sabía nada de Silvia desde el día que abandonó los Cascabeles, tampoco se había preocupado por ella porque Diego había sido suyo y los meses que siguieron al accidente fueron los mejores ¿Estaba equivocándose con su marido? La pregunta asaltó su mente. Realmente no conocía del todo a Diego Mendoza.El hombre había aparecido en la ciudad, en la exportadora y en su vida con un aire de ángel vengador. No fue dulce, ni tierno y mucho menos amable con ella en ninguna ocasión. Se casó con ella para hacerle pagar ¿Por qué? No lo sabía. Pero no podía negar que había visto el odio en sus ojos e iba dirigido a ella. La convirtió en su esposa para lu