La luz del amanecer se colaba tímida entre las cortinas de lino blanco, pintando la habitación con tonos dorados y cálidos. Helen, aun con el cabello revuelto por el sueño, se desperezaba lentamente cuando escuchó un suave bostezó de uno de los mellizos.Maximiliano fue el primero en abrir los ojos, sus largas pestañas parpadeando como si intentara comprender el mundo que lo rodeaba. Un leve balbuceo salió de sus labios rosados, como si aún no estuviera feliz de que el amanecer haya llegado tan rápido, su mirada se entrelaza con los rayos del sol enalteciendo la belleza de aquel chico, como si estuviera jugando con los rayos de luz que se inclinan a favor de su excelente rostro y ojos azules. A su lado, Georgina emitió un pequeño sonido, un tono dulce y melódico, como el eco de un ave al amanecer. Sin siquiera abrir completamente los ojos, su mano buscó a tientas a su hermano, encontrando el calor que ya reconocía como suyo.Helen observaba desde la silla junto a la cama su corazón ll
Maximus adquiere una mirada distinta al observar a la mujer que estaba parada en la puerta observándolo, pero Helen de inmediato se había percatado de que el hombre también la estaba observando y lo estaba haciendo directamente, sus ojos azules después de muchos años se habían entrelazado nuevamente entre sí, fue allí que la pequeña mujer traga saliva podía sentir aquella mirada arrasando con todo su ser desmoronando cada barrera que hay en su interior. El hombre por su parte trató de mantenerse indiferente, pero aquello era imposible teniendo aquella mujer ante sus ojos, fue Helen la que había tomado la decisión de avanzar algunos pasos, la respiración de los dos retumba en aquella habitación, ni siquiera al canto de los pájaros se escuchaba en el exterior, allí nada más eran ellos dos. — Helen — murmura el hombre provocando un pequeño temblor en el cuerpo de la mujer, ella no quería hacerse falsas esperanzas, pero sentía que algo había cambiado no sabía que exactamente y tenía mie
— ¿Ahora que volviste a recuperar la memoria qué planes tienes? — Helen se encontraba con la cabeza recostada por encima del pecho de Maximus, mientras el hombre le acariciaba suavemente el hombro. — No pretendo quedarme aquí pese a que yo he recibido ayuda y tú pudiste dar a luz no pertenecemos a este mundo y más allá del peligro que implica sigo siendo el heredero de la mafia italiana y no pienso dar un paso al costado estando bien y mientras haya vida no se me olvida que soy Maximus Albani. — No pretendía que nos quedáramos aquí conozco perfectamente nuestra situación, pero tienes que tener en cuenta que ahora ya no se trata solo de ti y que no es venir a hacer planes y dejarnos a mí y a tus hijos fuera de esos planes, ya fue mucho tiempo de estar separados creo que ha llegado el momento de ser una familia. — Fuimos somos y seremos una familia somos Albani Campbell, pero antes de irnos a buscar nuestra vida pasada nuestra vida que ha quedado atrás a causa de los enemigos quiero
Tanto Maximiliano y Georgina tienen las pequeñas manos sudadas o cuando se habían quedado por delante de su padre el corazoncito de ambos empieza a bombear con fuerza entonces sienten la suave mano acariciando la espalda de los dos. — Papá quiere hablar con ustedes — susurra Helen para los niños. — ¿Nos va a pedir que nos olvidemos de él? — expuso Maximiliano, claro que el corazón del hombre sangra al escuchar las palabras de su hijo, pero sabe que es su culpa.— Papá los ama con su vida Solo que ha pasado por momentos difíciles, pero estoy aquí quiero estar con ustedes quiero que me perdonen que me dejen ser parte de sus vidas — Maximus interrumpió las palabras de su hijo, ambos niños se mueren los labios Claro que aquí el acto deja en claro que aunque sus hijos tengan su físico también tenían los gestos de Helen cuándo tenía temor de algo.— ¿Nos quieres? — Georgina da un paso más quedando cada vez más cerca del hombre. — Para mi primero son ustedes después estoy yo y posteriorme
Helen se lleva a los Mellizos hasta un comercio que estaba cerca según Paolo y por supuesto Maximiliano y Georgina sirven de guía a su madre, mientras Maximus y Paolo están frente a frente, claro que Paolo ya lo había visto y Maximus recuerda aquel breve encuentro, pero ahora era diferente, la vida nuevamente los ha unido. — Paolo — Maximus fue el primero en hablar — tengo mucho de que hablar contigo así como también tengo mucho que agradecerte, ya estoy enterado que mis hijos están con vida gracias a ti, que fuiste el gran responsable del nacimiento de ellos. — Como se lo he dicho a la Señorita Campbell, tanto usted y ella no tienen por qué agradecerme, puesto que yo estoy con vida y mientras este con vida mi lealtad siempre estará contigo — la respuesta dada por Paolo logra que Maximus deje ver una pequeña sonrisa. — Claro Paolo, yo tampoco olvido la promesa que hicimos todos con la palabra lealtad, pero ahora es momento de tratar de esclarecer aquellos actos que nos han dejado a
El aroma cálido y envolvente del chocolate inundaba la cocina de Helen, una pequeña estancia que, aunque sencilla, se iluminaba con la risa cristalina de los mellizos. Maximiliano y Georgina, el lugar era inundado por la emoción de los pequeños, no podían contener aquel sentimiento mientras revolvían la mezcla espesa en un tazón grande. Helen los observaba con una sonrisa que hablaba de ternura infinita, guiándolos con paciencia mientras ellos ponían todo su empeño en seguir sus instrucciones, mientras la pequeña mujer observaba como sus hijos revuelven la mezcla para ella fue inevitable no pensar en su madre y en todas las travesuras que ella había realizado mientras Susan preparaba su pastel de chocolate favorito, Helen esperaba y anhelaba con todas sus fuerzas que Paolo obtuviera a resultados de su investigación lo más pronto posible necesitaba saber acerca de sus padres necesitaba el abrazo de ellos verlos y adorarlos tal como era siempre. —¡Maximiliano, no te comas la mezcla! —
Han pasado tres semanas desde que Maximus estaba planeando salir de aquel país, y para suerte de ellos Chloe, la mujer que enseñaba a los mellizos junto con su marido eran la salida perfecta, tres semanas en donde los mellizos tocaron el cielo en compañía de sus padres, tres semanas en donde Helen disfrutaba de sus pequeños bebés al igual que Maximus. Aquel día luz del atardecer teñía el horizonte de un tono anaranjado que hacía parecer a Madagascar un paraíso irreal. Maximus revisaba por última vez el pequeño y maltrecho mapa que Paolo había conseguido con un contacto en el puerto. El viejo piloto tenía los ojos entrecerrados, como si calculara mentalmente cada paso que deberían seguir. Helen, en cambio, mantenía a los mellizos cerca de Chloe, quien trataba de distraerlos con historias improvisadas mientras aguardaban escondidos tras una hilera de contenedores. Habían logrado llegar al aeropuerto de Tamatave después de días de incertidumbre y peligro, burlando a los agentes de la O
La brisa fría de la tarde acariciaba el rostro de Georgina y Maximiliano mientras jugaban con sus manos entrelazadas. El pequeño balcón de la casa en España se había convertido en su refugio desde que su padre, Maximus Albani, ingresó al hospital. Al lado de los mellizos Helen permanecía en silencio, fingiendo serenidad mientras su corazón latía con fuerza. Cada vez que los niños preguntaban cuándo volvería su papá, respondía con una sonrisa que apenas ocultaba su preocupación. Cuando en realidad toda su preocupación estaba plasmada en su pequeño rostro encantador estos tres días casi cuatro, fueron extensos e intensos para Maximus y Paolo, que buscaban información por información acerca de la mafia Inglesa e Italiana, el marido de Chloe había sido de gran ayuda para conseguir avanzar en sus investigaciones. Pero antes de que esto continúe Maximus tenía que dar el paso más importante teniendo en cuenta su condición. Paolo y Chloe, fueron los únicos acompañantes de Maximus en el hos