La noche de bodas

La loba de color azabache, cubrió su cabeza con sus patas delanteras mientras lloriqueaba, la presencia de ese Alfa la atemorizaba, creía que iba a ser asesinada, en ese momento se arrepintió de haber salido a escondidas de la ceremonia, nadie vendría a salvarla, este era su fin

Isabella y Dairyn esperaban sentir el dolor de las garras de la bestia con los ojos cerrados cuando escucharon el feroz rugido y su pequeño cuerpo tembló, pero el dolor no llegó en cambio unas fuertes manos la le anotaron del sueño y la acomodaron en su lado derecho

El aroma inconfundible del Alfa Luciano Salvatore llegó a las fosas nasales de la loba, era su rey quien había venido a por ella, era por eso que lo sentía tan molesto, él probablemente la castigaría por tratar de escapar

El Alfa salió del bosque con la pequeña loba en brazos, ella movía sus patas traseras intentando zafarse del fuerte agarre de su esposo, chillaba, gruñía, y trataba de arañarlo o morderlo

— ¡Si no te pones quieta lo vas a lamentar... más! ¿creías que te resultaría fácil huir y abandonarme? pues te equivocaste, ahora pagarás las consecuencias de tu osadía, nadie ofende a un Alfa Salvatore y se queda sin castigo

Luciano subió a la loba a su auto, puso el seguro para que no pudiera salir, ya no se dirigió a la ceremonia, él fue directo a la mansión Salvatore, debía darle una lección a esa pequeña loba, que si no hubiese Sido por qué estaba tratando de abandonarlo, la habría admirado con más detenimiento, ella era preciosa, era perfecta a sus ojos

Isabella ya había tenido demasiadas emociones fuertes para un solo día, se fué quedando dormida de a poco, así que cuando el Alfa paró el coche, ella no se dió por enterada

— Baja — ordenó Luciano abriéndole la puerta, pero al ver que su luna no le respondía se agachó para ver que sucedía, fue que comprobó que su respiración era pausada, la loba estaba profundamente dormida, mientras él estaba tan molesto ella simplemente se había quedado dormida — ¡me lleva el diablo! ¡¿qué voy a hacer contigo....?!

Isabella no dió señales de despertar, el fuerte Alfa la tomó en brazos y la subió por las largas escaleras hasta su habitación, ella ocuparía su cama desde esa noche y todas la que vendrían aunque no lo amara, ella era su luna y no tenía pensado la mínima posibilidad de dejarla ir

Media hora después Luciano salía de la ducha con una toalla en la cintura mientras se secaba el cabello lacio que usualmente peinaba hacia atrás, su cuerpo perfecto estaba cubierto por tatuajes que lo que hacían era hacerlo ver más agresivo, podías ponerte a temblar solo de verlo, él era atractivo y temible en igual forma

Isabella lo observaba ella ya no estaba en su forma de loba, había vuelto a su forma humana olvidándose que estaba desnuda por el shock de ver a tan varonil ejemplar de Alfa

El rey y la Reyna se quedaron observandose por unos minutos, era como si todo hubiese desaparecido para los dos y solo existieran ellos

Jhon y Dairyn deseaban tocarse la piel, conocer el sabor de sus labios, hacer la danza de apareamiento, pero sus humanos no cedían

Luciano pasó saliva, su luna era hermosa, sus senos redondos, esos pezones rosados, el cabello azabache le caía en la blanca piel, le dieron ganas de poner en esa pequeña cintura a sus cachorros, inflarla con su semilla, entonces ella sonrió la penetrante mirada y se cubrió el cuerpo con timidez

El Alfa dejó escapar un bajo gruñido, a su mente llegó la posibilidad de que su luna se hubiese entregado a ese beta que pensaba quería, eso lastimada su orgullo y su corazón, que ella hubiese probado las caricias de otro lobo lo ponía mal, más de lo que jamás había estado, todas esas opciones eran nuevas para él, ese instinto posesivo que surgió de la nada, ese deseo que apenas podía contener por tomarla, hacerla suya y marcarla

— No te cubras, eres muy hermosa, déjame contemplarte — el Alfa se estaba acercando despacio, Isabella temblaba como una hoja movida por el impetuoso viento

— No... no te acerques... — dijo la loba con la voz entrecortada, ese lobo la tenía embelesada, si centro húmedo lo pedía, ella jamás sintió nada parecido por Alejo, todas estás sensaciones tan fuertes, tan avasallantes, la estaban sobrepasando

— No debes tenerme, soy tu Alfa y lo sabes, sé que puedes sentirlo, tu loba no puede equivocarse, confía en mí, no te voy a hacer daño — El Alfa la tomó en sus brazos y la llevó a la tina del baño, había preparado el agua tibia para cuando ella despertara se pudiera lavar, Isabella no se opuso, se dejó lavar por las varoniles manos del rey

Luciano recorría con la esponja la delicada piel de su luna, ella mantenía en el rostro un rubor que ponía duro al Alfa, esa timidez mezclada con sensualidad lo excitaba hasta la locura, pero debía ser paciente, darle tiempo a qué se acostumbrara a su presencia, a su toque, de a poco bajó sus labios a sus hombros, dejando unos cuantos besos

Isabella cerró los ojos al sentir el aliento cálido de su esposo, él dejó unos besos más en el cuello de la luna, la loba no pudo evitar dejar escapar un gemido, eso estuvo a punto de hacer que Luciano perdiera el control y la devorara por completo, sus ojos cambiaron a ese tono dorado oscuro que anunciaba que su lobo estaba funcionado con él

— Isabella... eres tan tentadora para mi

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