Antes de la audienciaRayito aprovechó que sus padres estaban hablando con los abogados y sus hermanos estaban entretenidos con sus tablets, y salió de allí, se fue por la puerta trasera, que daba por un pasillo de muchas puertas, miró a todos los lados, para ver si alguien la estaba viendo, pero al no ver a nadie respiró aliviada.Caminó tratando de hacer el menor ruido posible, sabía que si sus padres se daban cuenta de su escape e incluso los gemelos la llevarían de vuelta a la sala donde estaban todos. Comenzó a leer los porta nombres ubicados en la parte superior de las puertas, escritas con letras doradas, donde aparecían los nombres del juez y tribunal.La niña esbozó una sonrisa contenta cuando se detuvo frente a una puerta cerrada con el nombre del juez que estaba buscando.—Elías Fer… nández. Juez qui… quinto de Me…nores —leyó y sonrió contenta ¡Había encontrado lo que buscaba! Sabía que ese era el juez que tomaría la decisión sobre su custodia, necesitaba ayuda… porque deb
Cuando Rayito vio la ira de Elisa, y que corría detrás de ella para atraparla, decidió huir y el lugar que se le ocurrió fue en el piso superior, así que corrió escaleras arriba, pero se dio cuenta de que no sabía cuál habitación ocupar, así que fue abriendo las puertas una por una, para ver cuál le gustaba más, dejando un rastro de lodo por toda la casa.Como escuchó los pasos de Elisa, tuvo miedo que la alcanzara, por nada del mundo le permitiría que la maltratara, ya era una niña que sabía defenderse y mientras más Elisa la lastimara ella se portaría peor. Así que entró en la habitación más bonita que encontró, cerró la puerta y se escondió debajo de la cama.Respiró pausadamente y trató de mantenerse en silencio para no ser descubierta.Pero no pasó mucho tiempo antes de que Elisa llegara a la puerta, miró al suelo y se dio cuenta por el barro que la niña había huido, allí, con una sonrisa maliciosa, volvió a cerrar la puerta y le pasó seguro dejando a Rayito encerrada.—Te vas a
Elisa nunca se imaginó que la pequeña demonia, terminaría con sus ganas de hacer sufrir a Erika, el dolor era insoportable, no la sorprendería que se le haya fracturado la columna.La subieron en la ambulancia, y le inyectaron un analgésico para el dolor que pidió en tono suplicante, pero se quedó sorprendida, cuando vio a dos hombres de traje negro elegantemente vestidos, que subieron con ella.—¿Quiénes son ustedes? —protestó conteniendo el dolor.—Somos los abogados del señor Julián, venimos porque necesitamos que nos firme unos documentos donde renuncia a la custodia y la patria potestad de Kaire, porque si no lo hace, entonces cuando regrese usted a su casa, deberá recibir de nuevo a la niña y cuidarla.La mujer puso una expresión de terror en su cara, ni loca aceptaría a esa niña en su casa, si le había fracturado la columna en unas horas, capaz que si la dejaba más tiempo la terminaría haciendo rodar por las escaleras.—¡Deme ese papel! ¿En qué parte firmo? Es que ni loca acept
Aníbal besó a Alena con una pasión desbordante, no había parte de su cuerpo que no recorriera no solo con sus manos, sino también con su lengua. Estaba tan enamorado de ella que no podía resistirse a sus encantos, esa mujer se había filtrado en lo más profundo de su corazón, no supo cómo, solo sabía que había llegado allí para quedarse.La pasión que sentía entre sus brazos era aún más fuerte y ardiente que el fuego que ardía en su corazón. La besó con fuerza y profundidad, como si su vida dependiera de ello. Besaba cada lugar de su cuerpo con una absoluta pasión y devoción, de sus mejillas a sus labios, de sus orejas a su cuello, sus cabellos, estaba totalmente volcado a ella a hacerla sentir las más excelsas de emociones.Sus manos se movían con dulzura por su cuerpo, acariciando suavemente su piel. Deslizaba sus dedos por sus piernas, su espalda, sus hombros y su cuello. Se sentía encantado de la suavidad de su piel y no podía dejar de besarla. Sus besos eran cálidos y tiernos, ll
Julián y Erika, a pesar de estar deseosos por estar juntos, decidieron pasar antes por las habitaciones de sus hijos, fueron primero a la de Salva, se pararon de manera silenciosa en la puerta del dormitorio, tomados del brazo, mirando el mundo resplandeciente que había dentro y allí encontraron a Santiago y a Nataniel, estaban profundamente dormidos.—Creo que la velada los agotó por completo, están en coma —dijo Julián sonriendo, refiriéndose a que estaban totalmente dormidos.—Viéndolos así, cualquiera creería que son unos angelitos, pero nosotros sabemos los diablitos que pueden llegar a ser estas criaturas —habló Erika sin dejar de observarlos orgullosa. La luz de la lamparilla de noche proyectaba sutiles sombras en las paredes, apenas iluminando los brillantes colores y formas que llenaban la habitación. Los juguetes brillaban suavemente en una esquina.—Como estos pequeños están bien, veamos ahora a nuestra pequeña, Rayito.Salieron de la habitación apagando las luces y entra
Alena se miró por última vez en el espejo, se arregló un mechón rebelde que había caído de su peinado, con cuidado se la acomodó, procurando no estropear la trenza ornamentada en la coronilla que se entrecruzaban en la circunferencia de su cabeza. Satisfecha, se volvió y sonrió a su reflejo. De pronto escuchó una risita detrás de ella y su hijo estaba sentado allí, en la silla de ruedas, aunque ya caminaba, solo daba pocos pasos. Llevaba ropa de etiqueta, parecía un hermoso y elegante caballero, sostenía entre sus manos una almohada sobre la que había dos anillos de boda. —Mi hermoso hombrecito —dijo, con una voz llena de amor y orgullo. Sabía que para él también sería un día especial, así que le tomó las manos y se las besó. Él la miró con adoración y ella cogió su almohada y lo abrazó con fuerza. —Vamos mami, ¡Apúrate! Ya quiero que te cases con mi padre rápido, ¿vale? —susurró.Ella asintió y le dio un último beso en la coronilla antes de soltarlo. Cogió el velo, se lo puso sob
Erika estaba en el baño de la mansión, arrodillada frente al inodoro, con la cabeza apoyada en el borde del mismo. Julián, su esposo, se encontraba a su lado, sosteniendo sus cabellos con una mano y acariciándole la espalda con la otra. Erika tenía los ojos cerrados y la respiración agitada, mientras que el hombre estaba visiblemente preocupado.—¿Estás bien, mi amor? —preguntó, sin poder evitar que cientos de escenarios sobre el padecimiento de Erika pasaran por su mente.Erika no dejaba de vomitar, le hizo una seña para pedirle que se fuera, hasta que por fin logró hablar.—No, no estoy bien. No puedo dejar de vomitar, pero no quiero que me veas así, esto es tan desagradablemente asqueroso —le dijo a punto de sollozar.Julián siguió sosteniéndole el cabello, negando con la cabeza y oponiéndose a salir de allí.—No me voy a ir ¿Acaso crees que te abandonaré ante la primera dificultad? —inquirió sin dejar de sostenerle el cabello—, solo debes permanecer tranquila, mi amor, ya verás qu
Erika y Alena habían estado esperando por este momento, durante los últimos ocho meses, desde el mismo día en que se enteraron de que estaban embarazadas, todos sus planes y objetivos habían cambiado drásticamente, porque la familia aumentaría y siempre un nuevo bebé traía cambios grandes en sus vidas.Las dos coincidieron en la emergencia del hospital, a pesar de las contracciones, las dos se acercaron y se abrazaron una a las otra dándose ánimos.No sabían cuál de ellas iba a dar a luz primero, pero eso no les impedía compartir la misma alegría. Se apoyaron la una a la otra, mientras esperaban impacientes por el nacimiento de sus bebés. Erika y Alena habían decidido no conocer el sexo de sus niños hasta el momento en que nacieran, querían que fuera una sorpresa para todos ellos y para sus parejas. Estaban emocionadas y ansiosas por conocer a sus pequeños.Durante todo el tiempo del embarazo, los niños habían estado bastante animados y contentos, haciendo planes con los bebés y comp