MARTÍN.
Intente hacer razonar a Xiomara, me reuní con ella y quise negociar, quise explicarle todo, quise hacer tantas cosas, pero logré todo lo contrario, ella estaba más que furiosa, me coloco una única condición, dejar a Ana, alejarme de ella y eso era algo que no estaba dispuesto a hacer, bajo ninguna circunstancia. Solo no me imagine que esa bruja maldita, me acorralaría de una manera tan cruel.
Durante la época en que la conocí y que mi tiempo lo desperdiciaba con ella, sabía que no tenía límites cuando se trataba de algo que ella quería, pero jugar con la vida de las personas, no pensé que entrara dentro de sus posibilidades.
Sin embargo, aquí estaba yo, frente a la camilla donde el cue
ANA.—Hija, hola, abre tus ojos, pero lentamente —la voz de mi madre parece casi distorsionada —, la luz es fuerte aquí.—¿Despertó? —la voz ronca de mi hermano Stephen retumba—, lo siento madre, me quedé dormido, anoche entrene hasta muy tarde.Me cuesta abrir los ojos, me ataca un dolor de cabeza muy fuerte, intento mover mis manos pero no puedo, es como si estuviesen atadas a la cama. MARTÍN—Si, ya despertó, tuvieron que ponerle sedantes la primera vez y luego despertó un poco aturdida, pero se quedó conversando con su padre —Lucilda, estaba relatando cada cosa que había pasado con Ana—, no quiso hablar con los investigadores, se colocó histérica de nuevo, pero es, Ana, ¿sabes? —la escucho soltar el aire de sus pulmones—. Hablo firme y fuerte, pidió que la dejaran sola, necesitaba estar sola, uno de sus hermanos nos sacó a todos, inclusive en contra de la voluntad de su padre y desde ese momento no ha cerrado los ojos, así que aún no puedes entrar.—Tengo que verla Lucilda, no puedo dejarla sola, menos en este momento, ella necesita saber porque no estoy con ella, necesita saber que la he visitado cada noche, la he visto d37. DESOLACIÓN.
ANA.—Te juro que estuvo la noche aquí —Mi voz es cada vez más audible, pero mi padre parece no escucharme.—No Ana, es imposible, entiende que él…—Lucilda, tú debes saber —casi gritó, cuando la veo entrar a la habitación con las manos en una bandeja llena de medicamentos—, Martín estuvo anoche aquí, sostuvo mi mano, me acarició, me besó…—Estás alucinando, es el medicamento —Mi padre es tajante en sus palabras.—Mi niña…—Nadie está pidiendo su opinión, remítase a su trabajo —mi padre
MARTÍN.—Otro trago —ya no soy consciente, ni del lugar de mala muerte en el que estoy, ni del día, ni de la hora, ni de a quién acabo de pedirle un trago más.Hace tres días me enteré que Ana salió del hospital, intenté ingresar a su viejo apartamento, pero me enteré que su padre lo había vendido, quise buscarla, pero recordé la promesa que me había hecho, alejarme de ella.Llevo tres días sin celular, pues lo regale, creo, no he vuelto a hablar con nadie, no he vuelto a mi apartamento tampoco, pero tampoco recuerdo muy bien donde he estado durmiendo.Sólo recuerdo el cuerpo golpeado de Ana, solo recuerdo el sufrimiento de Ana, solo recuerdo que dañe nuestra familia. Quisiera reemplazar esos pensamientos, por todas las cosas lindas que viví junto al amor de mi vida, pero no puedo evitar que esos recuerdos s
ANA.—Papá —intento que mi voz suene firme.—Ana.—Ayu…ayuda…ayudame —esta vez, no puedo ocultarme, tras mi cortina de humo de mujer fuerte, simplemente estalló en lágrimas.Tirada sobre el piso frío del apartamento de Martín, abrazada a mis piernas, en una posición deprimente, llamo a mi padre. lo necesito más que nunca, lo necesito más que siempre.No se cuanto tiempo paso, pero se que no fue demasiado, no he parado de llorar, este dolor de haber sido abandonada por Martín, cuando más nos necesitábamos, no se compara con el dolor de los golpes, esto arde por dentro, esto quema y esto debilita. El alma no se recupera con medicamentos o terapia.me alzan y el olor de mi hermano Stephen, invade mis intranquilidad, me aferro a su cuello y lo abrazo tan fuerte, que siento que lo voy a partir en mil pedazos.<
MARTÍNPor dentro estaba gritando, de manera desesperada, que la amaba, que íbamos a hacer hasta lo imposible por alejar a Xiomara de nosotros, por dentro estaba jurando el mismo amor que le juré hace tiempo, por dentro. Todo se había quedado por dentro.Cuando la vi partir, acompañada de sus padres, supe que no tenía remedio, que yo había tomado una decisión, la más estúpida de todas y la más cobarde.Había tomado la decisión de huir, de dejarla, de abandonar, de desistir, de mandar todo por la borda, pero sobre todo la había dejado ir.“Si algún día llegas a extrañarme Martín, recuerda que nunca me quise ir”.Tres días después y todavía seguían sonando esas palabras en mi cabeza,tres días después y todavía podía escu
Martín, mi amado Martín.Hoy siento que las palabras no son suficientes, para todo lo que quiero decirte, en especial porque me gustaría encontrar una solución para sacar este dolor, pero estas muy lejos de mi.Voy a ser tan honesta contigo, respecto a todo esto y justo como lo merecemos. Se que nuestra relación no era perfecta, pero contigo, Martín, contigo lo quería todo y ahora no tengo nada. Por momentos mi mente m e juega una mala pasada y empiezo a considerar que hubiese sido más sabio de mi parte, quedarme sola que sentirme en esta soledad.Pero no te equivoques, jamás sería capaz de decir que esto no valió la pena. Este mundo que construimos, sólo para los dos, se acabó, pero
ANA.—Señorita Ana, estamos por aterrizar. Debe colocarse el cinturón de seguridad.El sueño se había apoderado de mí, luego de mucho tiempo, por alguna extraña razón, sentí que había logrado descansar. Había logrado conciliar el sueño, como si estuviera en brazos de Martín. Tal vez de alguna manera lo esté.De todas las partes del mundo a las que mi padre me pudo haber enviado, jamás esperé llegar a Cuba, en realidad estaba más cerca de nosotros de lo que creía, lo que no era algo malo, pero tampoco sabía que podía esperar o hacer en la pequeña isla.El primer día, me dediqué a distraer mi mente, mientras organizaba mis objetos personales, desempacar mis maletas y acomodaba todo en la habitación del hotel que se iba a convertir en mi hogar, quién sabe por cuánto ti