Saludos, mis queridas lectores, acabo de comenzara a publicar mi nueva historia llamada DEMONIO LOBO, espero que puedan ir a leerla, estoy actualizándola a diario y esta historia terminará este mes, cuento con su apoyo, sé que les gustará.
215:Elena observó a Gabriel mientras se alejaba con pasos decididos, su silueta rígida y llena de rabia. Todo en ella le gritaba que lo dejara ir, que si lo detenía ahora podría perderlo para siempre, pero sabía que no podía permitirse esa indulgencia. Este no era un acto heroico, era una potencial trampa de Alfa. Samuel podía ser un arma apuntada directamente hacia el corazón de Gabriel, y él no lo veía. Elena sabía que, si no hacía algo, esta situación se desmoronaría completamente.—¡Gabriel, espera! —Gritó, corriendo tras él.El chico se detuvo a mitad del pasillo, sin voltearse. Sus hombros subían y bajaban mientras respiraba con dificultad, su enojo y dolor eran palpables en el aire.—¿Qué más quieres, Elena? —Preguntó sin girarse. Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de una furia contenida. —No voy a quedarme aquí mientras deciden qué hacer con Samuel. Él me necesita.Elena apretó los dientes, con su mente trabajando rápido para encontrar las palabras adecuadas. Sabía
Samuel estaba a punto de pulsar un botón en el control remoto cuando el reloj de Alfa emitió un fuerte pitido. Sus ojos se entrecerraron y miró el dispositivo en su muñeca. Un mensaje apareció en la pantalla, alertándolo de una intrusión inesperada. "ALERTA: Dispositivo localizador detectado en el perímetro. Elena y agentes de la agencia han dado con la ubicación."Su mandíbula se tensó, y la diversión en su rostro fue reemplazada por una mezcla de irritación y cálculo. Miró rápidamente a Samuel, quien permanecía firme como una estatua.—Sami, tenemos compañía no deseada. Haz lo que mejor sabes hacer y ocúpate de esto. —Ordenó Alfa con una voz fría y autoritaria.Samuel asintió, sus ojos brillando con determinación mientras se giraba para salir de la habitación. Alfa observó su partida con una sonrisa torcida, como si supiera que el joven no fallaría en su misión. Volviendo su atención a Dalton, Alfa dejó el control remoto sobre la mesa y se acercó lentamente a él, con su presencia imp
El parpadeo del dispositivo iluminó tenuemente la expresión de Samuel, desprovista de cualquier rastro de vida. Gabriel sintió una punzada en el pecho, una mezcla de furia y desesperación que casi lo hizo bajar el arma. Pero no podía permitirse ese lujo; no con lo que estaba en juego.—¡No te acerques! —Le advirtió Elena, con su voz afilada como un cuchillo mientras levantaba una mano para detener a Gabriel. Sus ojos estaban fijos en el detonador, analizando cada detalle con la precisión de un cirujano. Sabía que cada movimiento contaba; un paso en falso podría desencadenar un desastre.Samuel, o lo que quedaba de él, inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado, como un muñeco mal manipulado. Era inquietante, como si alguien más estuviera tirando de los hilos desde las sombras. Entonces, habló.—Gabriel... —La voz era un susurro quebrado, vacilante, pero inconfundiblemente la de Samuel. No obstante, sus palabras carecían de emoción, como si fueran pronunciadas por un eco distante.Gabr
216: El regreso de la niñeraEl caos se apoderó de la habitación en un instante. Samuel, con el detonador en su mano, comenzó a moverse hacia el centro del espacio mientras el parpadeo del dispositivo aumentaba en frecuencia. Gabriel sentía cómo su corazón martillaba en su pecho; verlo de esa manera, tan distante y ajeno, desgarraba cada fibra de su ser.—¡Samuel! —Gritó nuevamente, desesperado, mientras daba un paso adelante, ignorando la advertencia de Elena.Elena intentó detenerlo, pero ya era demasiado tarde. Gabriel había cruzado la línea invisible que los separaba, guiado por una mezcla de amor, determinación y desesperación. Sus manos temblaban mientras bajaba su arma, como si su fuerza se desvaneciera al enfrentarse a la posibilidad de perder al hombre que amaba.—Samuel, mírame —Susurró, con su voz quebrada. —Sé que estás ahí. Por favor, lucha. Lucha por nosotros.Samuel alzó la cabeza, y por un breve instante, algo pareció cruzar por sus ojos: una chispa, un atisbo de humani
217: Despídete de tu esposaSamuel, aun entre los brazos de Gabriel, comenzó a convulsionar violentamente. Su cuerpo se sacudía como si una fuerza invisible estuviera luchando por tomar su control. Gabriel lo sostuvo con fuerza, susurrando palabras de consuelo en su oído, intentando mantenerlo anclado a la realidad.—Samuel, por favor, quédate conmigo. —Rogó el pelinegro, con su voz quebrada por la desesperación.Pero entonces, los ojos de Samuel se abrieron de golpe, y la chispa de humanidad que había regresado desapareció por completo. Su mirada se tornó fría, vacía, y su cuerpo se tensó como un resorte una vez más. Antes de que Gabriel pudiera reaccionar, Samuel lo empujó con una fuerza brutal, haciéndolo caer al suelo.—¡Samuel! —Gritó Gabriel, mientras intentaba levantarse, pero Samuel ya no era él mismo. Alfa había recuperado el control.Con movimientos rápidos y precisos, Samuel se abalanzó sobre Gabriel, propinándole una serie de golpes que lo dejaron aturdido. Cada impacto era
La noche era fría y silenciosa en el corazón del bosque. Solo los crujidos de las ramas y el leve susurro del viento acompañaban a Alice y Daniel mientras se adentraban en el lugar, alejándose de los ecos de la explosión que resonaban en la distancia. Alice caminaba con pasos torpes y rápidos, sus ojos reflejaban puro pánico. De repente, se detuvo, dio un giro brusco y agarró a Daniel por el brazo.—¡No puedo más! —Gritó Alice, con su voz quebrada por el miedo. —¡Esto es culpa mía! De no haber sugerido que le tendiéramos esa trampa a Martínez no nos habrían secuestrado.Daniel tomó un profundo respiro, tratando de mantener la calma. Su formación como policía le dictaba cómo actuar en momentos como este, pero lidiar con el terror de Alice, mezclado con su propia preocupación, no era tarea fácil.—Alice, escúchame. —Dijo con tono firme, pero no amenazante. —Necesito que te concentres ahora. No estás sola. Te prometí que te protegería, ¿verdad? Lo haré. Pero primero necesitamos mantenerno
La caminata por el bosque era un calvario, tanto físico como emocional. Daniel avanzaba con Alice sobre su hombro, cada paso que daba era un desafío mientras el sudor perlaba su frente. El canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles parecían una cruel contradicción al desesperante estado de Alice. Su respiración se había vuelto más pesada, y su piel lucía más pálida con cada minuto que pasaba.—No... no lo lograré —Murmuró Alice con la voz apenas audible.Daniel se detuvo de golpe, ajustando su agarre para mirarla directamente a los ojos.—¡No digas eso! —Espetó el pelinegro, con una intensidad que lo sorprendió incluso a él mismo. —¡No vine tan lejos contigo para perderte ahora! No te atrevas a rendirte, Alice. No después de todo lo que has pasado para regresar a casa. Alice lo miró con lágrimas en los ojos, pero asintió levemente. Era todo lo que podía hacer. Daniel cerró los ojos un momento, reuniendo fuerzas. No podía permitirse flaquear. No ahora. El terreno com
220: Es ahora o nunca—¿Hay algún otro método? —Preguntó, tratando de mantener la calma. —Algo que pueda hacer aquí.Bob negó con la cabeza lentamente.—Ya he hecho todo lo que está a mi alcance. Lo demás depende de su cuerpo... y de lo rápido que puedas moverla si las cosas empeoran.El silencio volvió a llenar la cabaña, roto solo por los sonidos del bosque exterior y el ocasional movimiento de Alice. De repente, ella abrió los ojos y murmuró algo inaudible. Daniel se inclinó hacia ella, tratando de escuchar.—Daniel... gracias... —Susurró, con una voz apenas audible.—No tienes que agradecerme nada. —Respondió él, con un nudo en la garganta. —Solo mantente fuerte. Estamos en esto juntos.Alice trató de sonreír, pero el esfuerzo parecía demasiado para ella. Daniel apretó su mano con más fuerza, como si pudiera transferirle su energía y determinación. Bob observó la escena con una mezcla de curiosidad y empatía. Aunque había mantenido una actitud distante, algo en la determinación de